El secreto de la muchacha judía

2013-10-23 L’Osservatore Romano
Una Iglesia que no lleva a Jesús es una Iglesia muerta. Una expresión fuerte utilizó el Papa Francisco en la mañana de este miércoles, 23 de octubre, durante la audiencia general, para recalcar un concepto que le importa particularmente: “La Iglesia no es un negocio” ni tampoco “una agencia humanitaria”, menos aún “una ong”. Ella, mucho más sencillamente, “está enviada a llevar a todos a Cristo y su Evangelio”.

Ésta es la Iglesia, repitió, y “no se lleva a sí misma —sea pequeña, grande, fuerte, débil”, sino que “lleva a Jesús”. Y tiene un modelo a seguir: María, aquella “muchacha judía que esperaba con todo el corazón la redención de su pueblo”. María llevó consigo a Jesús, cuando aún estaba en su vientre, “a visitar a Isabel”. No le llevó sólo una ayuda material, le llevó mucho más: “la caridad de Jesús, el amor de Jesús”.

“¿Y cuál es el amor —preguntó a los fieles el Papa— que llevamos a los demás?”. ¿Es “el amor de Jesús, que comparte, que perdona, que acompaña” o es un amor “aguado”, así como se hace con el vino “que parece agua”?

Y prosiguiendo espontáneamente, tejió un diálogo con los fieles: “¿Cómo son —preguntó— las relaciones en nuestras parroquias, en nuestras comunidades? ¿Nos tratamos como hermanos y hermanas? ¿O nos juzgamos, hablamos mal los unos de los otros, nos encargamos cada uno de la propia 'huertecita', o nos ocupamos el uno del otro?”. Estas “son preguntas de caridad”, concluyó.

Antes de acudir a la plaza, el Pontífice había mantenido un encuentro, en el Aula Pablo VI, con un grupo de capellanes de las instituciones de detención italianas, reunidos estos días en un congreso en Sacrofano, cerca de Roma. Aprovechando la ocasión de la audiencia, el Papa Francisco pidió que aseguraran a los detenidos que reza diariamente por ellos. Recomendó después a los capellanes que lleven su aliento a cada detenido junto a la certeza de que Jesús está en la cárcel junto a ellos, prisionero Él mismo “de nuestros egoísmos, de nuestros sistemas, de muchas injusticias, porque es fácil castigar a los más débiles, pero los peces grandes nadan libremente en las aguas”.

El Pontífice también confió que sigue manteniendo relación telefónica con los encarcelados a quienes tenía costumbre de ir a visitar en Buenos Aires y que obtiene beneficios espirituales de esta experiencia, que —añadió— “me hace orar y me permite acercarme a los prisioneros”.