SAN JOSÉ pertenecía a la rama española de la noble familia napolitana de los Pignatelli. Nació en Zaragoza, en 1737. A los dieciséis años, ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús, en Tarragona. Después de su ordenación, volvió a trabajar en su ciudad natal. Cuatro años más tarde, en 1767, la persecución que había arrojado ya a los jesuítas de Portugal y de Francia, se extendió a España, y Carlos III suprimió en sus dominios a la Compañía de Jesús, "por razones que guardó en su real pecho". El P. José y su hermano, eran grandes de España, de suerte que se les ofreció el privilegio de quedarse en el país con tal de que abandonaran la orden a lo que ambos se negaron. Durante algún tiempo, los jesuítas aragoneses encontraron refugio en Córcega. Pero cuando los franceses ocuparon la isla los arrojaron también de ahí. Finalmente, el P. Pignatelli consiguió obtenerles asilo en Ferrara, junto con sus hermanos del Perú y de México. En 1769, murió el Papa Clemente XIII, gran defensor de los jesuítas. Cuatro años más tarde, su sucesor, Clemente XIV, cedió a la creciente presión de la casa de Borbón y suprimió a la Compañía de Jesús. Fue ésa una medida puramente administrativa, y el Pontífice se guardó de afirmar en el breve de supresión que las acusaciones contra los jesuítas estaban probadas. El breve fue leído a los jesuítas reunidos en Ferrara. Cuando el vicario general les preguntó si estaban prontos a someterse, los padres, fieles a su voto de especial obediencia a la Santa Sede, replicaron unánimemente: "Sí, de todo corazón". Como efecto de dicho decreto, 23 000 religiosos fueron secularizados. En el breve de beatificación del P. Pignatelli, Pío XI dijo: "Es una página triste de la historia y apena leerla aún después de tantos años. ¡Cuánto más triste debió ser para el P. Pignatelli y sus numerosos hermanos!"
Durante los veinte años siguientes, el P. José vivió casi siempre en Bolo- nia, consagrado al estudio, a coleccionar libros y manuscritos relacionados con la historia de la Compañía de Jesús y a suministrar ayuda material y espiritual a sus hermanos. Muchos de ellos estaban en la miseria, y los españoles no tenían ni siquiera derecho a ejercer el ministerio sacerdotal. Se cuenta que, hallándose el P. Pignatelli en Turín, un forastero le señaló una iglesia y un cementerio y le dijo que habían sido construidos con los fondos que se arrebataron a los jesuitas. El P. Pignatelli comentó tristemente: "Entonces habría que darles el nombre de Haceldama" (campo de sangre).
Como la emperatriz Catalina había impedido a los obispos promulgar el breve de supresión, la Compañía de Jesús siguió existiendo en la Rusia Blanca, y la Santa Sede lo toleró. En 1792, el duque de Parma invitó a tres de los padres que estaban en Rusia a establecerse en sus dominios. El P. Pignatelli quería formar parte de ese grupo, pero no se atrevió a hacerlo sin autorización. Sin embargo, cuando el duque Fernando obtuvo la aprobación de Pío VI, San José Pignatelli renovó sus votos en privado y fue nombrado superior. Dos años más tarde, en 1799, después de obtener la autorización oral del Sumo Pontífice, organizó una especie de noviciado en Colorno. Los novicios iban a hacer los votos a Rusia, cosa a la que tenían perfecto derecho, ya que en 1801 Pío Vil aprobó formalmente esa provincia jesuítica. El I'. Pignatelli oró y trabajó infatigablemente por resucitar la Compañía de Jesús. Sus esfuerzos se vieron coronados por el éxito en 1804, cuando la orden fue restablecida en el reino de Ñapóles. El santo fue elegido provincial. Al año siguiente, la invasión francesa dispersó nuevamente a los jesuítas. La mayoría de ellos se reunieron en Palermo, en tanto que el P . José se dirigió a Roma, donde fue elegido provincial de Italia. Gracias a las generosas limosnas de su hermana, pudo restablecer la Compañía de Jesús en Cerdeña, en Roma, en Tívoli y en Orvieto. Durante el período crítico de la ocupación francesa y del destierro y prisión de Pío VII, la prudencia del santo consiguió conservar el terreno ganado. Su objetivo consistía en obtener la restauración completa de la Compañía de Jesús, lo que se consiguió por fin en 1814, tres años después de su muerte, cuando cayó el imperio napoleónico y Pío VII regresó a Roma. Sin embargo, San José Pignatelli merece plenamente los títulos que le dio Pío XI al llamarle "el principal eslabón entre la Compañía que había existido y la que iba a existir . . . : el restaurador de los jesuítas."
San José Pignatelli, "modelo de santidad viril y vigorosa", según le des- cribió Pío XI, murió en Roma el 11 de noviembre de 1811. Fue canonizado en 1954.
Alban Butler - Vida de los Santos