2013-10-28 L’Osservatore Romano
Es bello orar el uno por el otro. Durante la misa celebrada en la capilla de Santa Marta este lunes, 28 de octubre, por la mañana, el Papa Francisco se detuvo sobre el valor de la oración hecha por el prójimo que está atravesando un momento de dificultad.
La reflexión del Pontífice inició con un comentario del pasaje evangélico de Lucas (6, 12-19) en el que se relata la elección de los doce apóstoles llevada a cabo por Jesús. Es una jornada “un poco especial —dijo— para la elección de los apóstoles”. Una elección que tiene lugar sólo después de que Jesús orara al Padre “solo”. Cuando Jesús, de hecho, ora al Padre, está solo con Él. Después se encuentra junto a sus discípulos y elige a doce que llama apóstoles. Luego con ellos va entre la gente que le esperaba para ser curada. Estos son los tres momentos que caracterizan la jornada: Jesús que pasa “una noche entera orando al Padre” en el monte; Jesús entre sus apóstoles; Jesús entre la gente. Y en los tres momentos, explicó el Papa, la oración es el punto central: Jesús ora al Padre porque con Él “tenía intimidad”; le ruega “por la gente que acudía a encontrarle”; y le ruega también “por los apóstoles”.
Para ayudar a comprender mejor el sentido de la oración de Jesús, el obispo de Roma recordó también “aquel discurso bello tras la cena del jueves santo, cuando ruega al Padre diciendo: Yo ruego por estos, los míos; pero además ruego por todos, también por aquellos que vendrán y que creerán”. La de Jesús “es una oración universal” pero es también “una oración personal”. No por casualidad —recordó el Pontífice— “la noche de aquel mismo día mira a Pedro, que se hacía el valiente, y dice: Pedro, Satanás ha obtenido el permiso de pasaros por la criba como el grano; pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca”. Y después le exhorta: “Ora por cada uno al Padre”. Y el obispo de Roma añadió inmediatamente: “Yo querría que hoy todos mirásemos a Jesús que ora”.
Pero siendo cierto que Jesús en aquel tiempo oraba, ¿hoy reza todavía? —se preguntó el Papa—. “Pues sí, lo dice la Biblia”, respondió. Y explicó: “Es el intercesor, aquel que ora”, y ruega al Padre “con nosotros y ante nosotros. Jesús nos ha salvado. Ha hecho esta gran oración, el sacrificio de su vida para salvarnos. Estamos justificados gracias a Él. Ahora se ha ido. Y ora”. Por lo tanto “Jesús es una persona, es un hombre con carne como la nuestra, pero en la gloria. Jesús tiene sus llagas en las manos, en los pies, en el costado. Y cuando ora, hace ver al Padre el precio de la justificación y ora por nosotros. Es como si dijera: Padre, que no se pierda esto”. Jesús —prosiguió el Papa Francisco— tiene siempre en la mente nuestra salvación. Y “por esto, cuando oramos, decimos: Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo. Porque Él es el primero en orar, es nuestro hermano. Es hombre como nosotros. Jesús es el intercesor”.
Tras haber ganado para nosotros la redención y después de habernos justificado —continuó preguntándose el Santo Padre—, “¿ahora qué hace? Intercede, ruega por nosotros”, respondió. “Pienso —prosiguió— qué habrá sentido Pedro cuando, después de haberle negado, Jesús le miró y él lloró. Sintió que lo que Jesús había dicho era verdad. Había orado por Él y por esto podía llorar, podía arrepentirse”. “Muchas veces —añadió— entre nosotros decimos: Reza por mí, ¿eh? Lo necesito, tengo muchos problemas, muchas cosas, reza por mí”. Y esto, afirmó, “es algo bueno” porque “debemos rezar el uno por el otro”. Y preguntó: “¿Decimos a Jesús: 'Ruega por mí, tú que eres el primero de nosotros, tú ruega por mí'? Seguro que ora; pero decirle: 'Ruega por mí, Señor, tú eres el intercesor' es mostrar una gran confianza. Él ruega por mí, Él ora por todos nosotros. Y ora valientemente, porque hace ver al Padre el precio de nuestra justicia, sus llagas”.
“Pensemos mucho en esto —dijo en conclusión— y demos gracias al Señor; demos gracias a un hermano que ora con nosotros y ora por nosotros, intercede por nosotros. Y hablemos con Jesús. Digámosle: 'Señor, tú eres el intercesor, tú me has salvado, me has justificado, pero ahora ruega por mí'. Confiémosle nuestros problemas, nuestra vida, para que Él la lleve al Padre”.