Mensaje de apertura del Emmo. Sr. Cardenal José Francisco Robles Ortega

de José Francisco Robles Ortega
Arzobispo de Guadalajara y Presidente de la CEM

XCVI Asamblea Plenaria del Episcopado Mexicano
Casa Lago de Guadalupe, Cuautitlán, Izcalli, Estado de México,
11 de noviembre de 2013

Queridos hermanos en el episcopado:

Es para mí motivo de alegría saludarles al iniciar nuestra XCVI Asamblea Plenaria, en la que, en comunión con el Sucesor de Pedro –dignamente representado por el Sr. Nuncio Apostólico–, nos reunimos como colegio episcopal para pedir al Señor las luces que necesitamos a fin de conocer, mediante la reflexión y el dialogo, lo que Él nos pide como pastores para servir a la Iglesia que peregrina en México y a todos los hombres y mujeres de esta noble nación.

Nuestro encuentro se lleva a cabo en el contexto de un país que, al igual que el resto del mundo, experimenta grandes y rápidas transformaciones demográficas, científicas, tecnológicas, económicas, políticas, sociales, culturales e incluso religiosas, y que enfrenta situaciones que generan inquietud y confrontación, como ha sucedido en el caso de las Reformas estructurales.

Numerosos hermanos y hermanas padecen condiciones dramáticas a causa de la injusticia, la desigualdad, la marginación, la pobreza, la migración, la confusión y el aumento de la violencia y la inseguridad provocado por el crimen organizado, la corrupción y la impunidad, como lo han denunciado valientemente algunos hermanos en el episcopado.

Además, todavía son muchos los que están sufriendo las consecuencias de los fenómenos naturales que azotaron a varias regiones de la República Mexicana, quienes, sin embargo, han contado como siempre con la solidaridad de la Iglesia, manifestada en la generosa solicitud del Santo Padre, de los señores Obispos, del clero, de la vida consagrada, de los seminaristas y de los fieles laicos, tanto de México como del extranjero. A todos ellos nuestro reconocimiento y profunda gratitud.

En medio de las dolorosas pruebas que enfrentamos, nos consuelan, iluminan y orientan las palabras del Papa Francisco, que en su primera encíclica, “Lumen Fidei”, afirma: “la luz de la fe aporta la visión completa de todo el recorrido y nos permite situamos en el gran proyecto de Dios; sin esa visión tendríamos solamente fragmentos aislados de un todo desconocido” (n. 29).

“Perdida la orientación fundamental que da unidad a su existencia –explica el Santo Padre–, el hombre se disgrega en la multiplicidad de sus deseos… en los múltiples instantes de su historia… La idolatría no presenta un camino, sino una multitud de senderos, que no llevan a ninguna parte, y forman más bien un laberinto. Quien no quiere fiarse de Dios se ve obligado a escuchar las voces de tantos ídolos que le gritan: «Fíate de mi»” (n. 13).

Con esta convicción, queremos servir con renovado entusiasmo a los hombres y mujeres de hoy cumpliendo la misión que el Señor ha confiado a su Iglesia: transmitir a todos la luz de la fe (cfr. Mt 28,19-20). Esa fe que “nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida” (Lumen Fidei, n. 4).

“Por su conexión con el amor (cfr. Ga 5,6) –señala el Obispo de Roma–, la fe ilumina las relaciones humanas; se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz. Permite comprender la arquitectura de las relaciones humanas, porque capta su fundamento último y su destino definitivo en Dios, y así ilumina el arte de la edificación, contribuyendo al bien común… Su luz no luce sólo dentro de la Iglesia ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza… Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios” (n. 51).

Esta certeza nos impulsa a fortalecer nuestro compromiso en la Nueva Evangelización como Misión Continental, a la que nos ha invitado Aparecida, la cual, como ha señalado el Vicario de Cristo en su encuentro con el Comité de Coordinación del CELAM en Rio de Janeiro, se proyecta en dos dimensiones: la programática, que es la realización de actos de índole misionera; y la paradigmática, que implica poner en clave misionera la actividad habitual de las Iglesias particulares, lo que suscita toda una dinámica de reforma de las estructuras eclesiales para transformarlas de caducas a nuevas.

Ello requiere, como explica el Santo Padre, una Conversión Pastoral, que haga nuestro trabajo y el de nuestros presbíteros más pastoral que administrativo; mas pro-activo que reactivo, a fin de promover espacios que manifiesten la misericordia de Dios que cura las heridas y busca el bien de los fieles y de la sociedad. Exige hacer participes de la misión a los laicos, a través de los Consejos Diocesanos y Parroquiales de Pastoral y de Asuntos Económicos. Requiere participar de los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, y dialogar con el mundo actual, ayudados por el Evangelio, el Magisterio y la Doctrina Social de la Iglesia.

“Dios está en todas partes –afirma el Papa– hay que saber descubrirlo para poder anunciarlo en el idioma de esa cultura; y cada realidad, cada idioma tiene un ritmo diverso. Es el desafío de este cambio de época”. Un cambio de época que pide a la Iglesia tener a Cristo en el centro, y vivir una pastoral de cercanía y encuentro con Jesucristo y con los hermanos.

Es con esta actitud que debemos desarrollar los trabajos de esta XCVI Asamblea, en la que queremos comprender el fenómeno del secularismo y su influencia en las personas y en la sociedad, no para condenar al mundo sino para salvarlo (cfr. Jn 3,17).

Con la ayuda del Emmo. Sr. Cardenal Marc Oullet, Prefecto de la Congregación para los Obispos, de S.E. Mons. Rino Fisichella, Presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, y de los expertos que acompañarán nuestras reflexiones, queremos encontrar al Señor en las periferias de esa cultura y esos ambientes, y descubrir las oportunidades que hemos de aprovechar y las dificultades que debemos sortear, conscientes de que, como ha señalado el Santo Padre: “Si nos mantenemos en los parámetros de la cultura de siempre… el resultado terminara anulando la fuerza del Espíritu Santo” (ídem).

Encomendamos estos trabajos a la intercesión de Santa María de Guadalupe, de san Rafael Guizar Valencia, y de todos los mártires y santos mexicanos, para que el Señor nos ayude de modo que, en esta época estupenda y dramática de la historia, quienes tienen necesidad no se vean abandonados por aquellos de quienes tienen necesidad (cfr. San Agustín, Ep. 228).

Muchas gracias.

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