2013-11-15 L’Osservatore Romano
Son diversas las claves de lectura de la visita del Papa Francisco al presidente de la República italiana Giorgio Napolitano en el palacio del Quirinal, pero dos palabras pueden resumir el significado: amistad y esencialidad. Rasgos que han impresionado en el desarrollo del encuentro y son reconocibles en los discursos pronunciados, pero que más en general marcan hoy las relaciones y las preocupaciones comunes entre las dos colinas más altas de Roma.
La amistad es sin duda la primera dimensión de este nuevo encuentro entre Napolitano, el presidente por primera vez reelegido en la historia de la República, y Francisco, obispo de Roma por primera vez elegido «casi al fin del mundo», pero con raíces indiscutiblemente italianas. Si, en efecto, Napolitano ha hablado de cercanía y de afecto «más allá del tejido de las relaciones entre la Iglesia y el Estado en Italia», el Pontífice se hizo eco subrayando el «signo de amistad» representado por su visita.
Ya otras veces, en estos primeros meses del pontificado, el presidente Napolitano ha mostrado hacia el Papa Francisco una atención que supera incluso «el excelente estado de las recíprocas relaciones», gracias también a la amistad manifestada por el jefe del Estado con respecto a Benedicto xvi. Y a él ha dirigido con delicadeza un recuerdo su sucesor, que no deja pasar ocasión para recordarle con auténtico afecto, mientras que Napolitano ha querido recordar el mensaje por los ciento cincuenta años de la unidad italiana.
El marco es el de relaciones institucionales precisamente excelentes, construidas en el tiempo tras el final del poder temporal, un resultado dramático pero que en un memorable discurso pronunciado no por casualidad en vísperas del concilio el cardenal Montini describió como providencial. Relaciones que luego maduraron a lo largo del siglo xx por la Conciliación de la inserción en la Constitución de los Pactos lateranenses y del Acuerdo de revisión del Concordato en la «colaboración cotidiana al servicio de la persona humana», que recordó el Papa Francisco.
Precisamente ésta es la otra dimensión del encuentro entre el jefe del Estado y el Pontífice, que indica un camino común: el de la esencialidad, expresada por la sobriedad y por algunas novedades en el desarrollo de la visita, como el encuentro del Papa Francisco con las familias de los empleados del Quirinal. Para superar «el horizonte de una relación entre instituciones», destacó el presidente Napolitano en un discurso de tonos elevados y auténticos.
Una vez más impresiona la sintonía entre las dos colinas romanas en la atención a la realidad italiana e internacional, pero aún más impresiona, «en la distinción de los respectivos papeles y ámbitos de acción», la invitación común a una atención a la persona humana, creyentes y no creyentes juntos. Sobre un fondo dramático donde penden los desafíos del tiempo presente, amenazado por tensiones y por una persistente crisis económica.
Sobre todo preocupan la construcción de la paz y el apoyo a la familia. Pero importante es el reconocimiento por parte del presidente Napolitano de las «potencialidades nuevas» del mensaje cristiano: no sólo en la obra orientada a combatir la insensibilidad social, sino por el estímulo respecto a la política misma. Para construir juntos una cultura del encuentro y alzar más en alto la mirada.
g.m.v