El Papa: los teólogos son pioneros del diálogo de la Iglesia con las culturas

Ciudad del Vaticano, 6 diciembre 2013 (VIS).-”Auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada”. Esa es una de las tareas del teólogo, ha afirmado el Papa Francisco, citando la constitución pastoral “Gaudium et spes”, recibiendo esta mañana a los miembros de la Comisión Teológica internacional, presidida por el arzobispo Gerhard Ludwig Müller, que acaban de celebrar su asamblea plenaria.

Los teólogos son, por tanto, “pioneros del diálogo de la Iglesia con las culturas; un diálogo, al mismo tiempo, crítico y benévolo que debe favorecer la acogida de la Palabra de Dios por parte de los hombres, de toda nación, raza, pueblo y lengua”, ha proseguido el Santo Padre, abordando, a continuación los temas que la Comisión ha tratado en la asamblea, comenzando por las relaciones entre el monoteísmo y la violencia.

“Vuestras reflexiones -ha dicho- atestiguan que la Revelación de Dios constituye realmente una Buena Nueva para todos los hombres. ¡Dios no es una amenaza para el ser humano! La fe en el Dios único y tres veces santo no es y nunca puede ser generadora de violencia e intolerancia. Al contrario, su carácter, altamente racional le confiere una dimensión universal, capaz de unir a los hombres de buena voluntad. Por otra parte, la Revelación definitiva de Dios en Jesucristo ha hecho imposible cualquier recurso a la violencia 'en el nombre de Dios'. Precisamente por su rechazo de la violencia, por haber derrotado al mal con el bien, con su sangre en la cruz, Jesús ha reconciliado a los hombres con Dios y entre ellos”.

El mismo concepto de paz ha sido el hilo conductor de la reflexión sobre la doctrina social de la Iglesia cuyo objetivo es “ traducir en lo concreto de la vida social el amor de Dios por el ser humano que se manifestó en Jesucristo... Y la Iglesia tiene que vivir, en primer lugar dentro de sí, el mensaje social que lleva al mundo. Las relaciones fraternales entre los creyentes, la autoridad como servicio, la compartición con los pobres: todos estos rasgos que caracterizan la vida eclesial desde sus orígenes, pueden y deben constituir un modelo vivo y atractivo para las diversas comunidades humanas, desde la familia a la sociedad civil”.

“Ese testimonio -ha recalcado el Obispo de Roma- pertenece al Pueblo de Dios en su conjunto, que es un Pueblo de profetas. Por el don del Espíritu Santo, los miembros de la Iglesia poseen el “sentido de la fe”. Se trata de una especie de 'instinto espiritual' que hace 'sentire cum Ecclesia' y discernir lo que es conforme a la fe apostólica y al espíritu del Evangelio. Efectivamente, el 'sensus fidelium', no se puede confundir con la realidad sociológica de una opinión mayoritaria. Por lo tanto es importante, y es vuestra tarea, elaborar los criterios que permitan discernir las expresiones auténticas del 'sensus fidelium'. Esta atención es de máxima importancia para los teólogos. El Papa Benedicto XVI subrayó varias veces que el teólogo debe permanecer a la escucha de la fe vivida por los humildes y los pequeños, a los que el Padre quiso revelar lo que está escondido a los doctos y a los sabios”.

La misión del teólogo es al mismo tiempo “ fascinante y arriesgada. Fascinante porque la búsqueda y la enseñanza de la teología pueden convertirse en un verdadero camino de santidad, como atestiguan numerosos Padres y Doctores de la Iglesia. Pero también es arriesgada porque comporta tentaciones: la aridez del corazón, el orgullo, incluso la ambición”, ha observado el Papa recordando a este propósito la misiva que una vez San Francisco de Asís mandó a San Antonio de Padua :” Me gusta que enseñes la sagrada teología a los hermanos, con tal de que, con el estudio, no apagues el espíritu de santa oración y devoción”.

Al final, el Santo Padre ha encomendado a los teólogos y teólogas a la Virgen Inmaculada para que “crezcan en este espíritu de oración y de devoción y, así, con profundo sentido de humildad, sean verdaderos servidores de la Iglesia”.