2013-12-11 Radio Vaticana
(RV).- ¡Ven, Señor! la Iglesia en nombre de la humanidad entera se dirige a Cristo, rogando su abrazo lleno de vida y de amor. Es la perspectiva, llena de esperanza, del juicio que invitó a contemplar el Papa Francisco en su audiencia general, ante miles de peregrinos de tantas partes del mundo, que una semana más , sin desanimarse por el frío romano, llegaron para escuchar sus palabras, rezar con él y recibir su bendición. En su catequesis titulada «Creo en la vida eterna: el juicio», dando comienzo a la última serie de reflexiones sobre nuestra profesión de fe, el Santo Padre recordó que la liturgia por las primeras comunidades cristianas, nos anima a contemplar el juicio como el momento en el que seremos considerados dignos de revestirnos de gloria y acceder al banquete de bodas con Cristo-Esposo». Y destacó que no estaremos solos en el juicio, alentando a contar con la intercesión y benevolencia de tantos hermanos que nos precedieron... Y en el juicio que comienza en nuestra vida presente Jesús que se nos da continuamente, nos colma de la misericordia del Padre, gracia a la que tenemos la responsabilidad de abrirnos, para no auto excluirnos de la comunión con Dios.
(CdM – RV)
Palabras del Obispo de Roma en español:
Queridos hermanos y hermanas:
La reflexión sobre el juicio final, a pesar de que instintivamente suscita en nosotros un cierto temor, contiene algunos elementos que constituyen un motivo de consuelo y confianza. En primer lugar, la expresión aramea maranathà, ¡Ven, Señor!, ya usada en la liturgia por las primeras comunidades cristianas, nos anima a contemplar el juicio como el momento en el que seremos considerados dignos de revestirnos de gloria y acceder al banquete de bodas con Cristo-Esposo. Un segundo motivo de confianza es la consideración de que no estaremos solos en el juicio, sino que podremos contar con la intercesión y benevolencia de tantos hermanos nuestros, santos, que nos han precedido en el camino de la fe. Y un tercer elemento es la idea de que el juicio comienza ya en la manera como vivimos nuestra existencia. Jesús se nos da continuamente para colmarnos de la misericordia del Padre, y nosotros tenemos la responsabilidad de abrirnos a esa gracia o, en cambio, de cerrarnos y auto excluirnos de la comunión con Dios.
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Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España, como la Fundación ONCE, a los que animo a seguir desarrollando su encomiable labor, así como a los demás grupos de México, Bolivia, Argentina y otros países latinoamericanos. Que en este tiempo de Adviento crezca en nosotros el deseo de acoger en nuestra vida de cada día la gracia y la misericordia de Dios, que contemplaremos plenamente en la vida eterna. Que Dios os bendiga.