Lecturas del lunes, cuarta semana de adviento, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Lun, 2013-12-23

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la profecía de Malaquías 3,1-4.23-24:

Así dice el Señor: «Mirad, yo os envió a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar –dice el Señor de los ejércitos–. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos. Mirad: os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible. Convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir yo a destruir la tierra.»

Sal 24,4-5ab.8-9.10.14 R/. Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía con sus fieles
y les da a conocer su alianza. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 57-66:

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan.»
Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así.»
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.»
Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.

II. Compartimos la Palabra

Agradará al Señor la ofrenda

Podemos asumir la Palabra de este día en la clave servicial de Juan el Bautista. Se oyen voces que hablan del Día de Yahvé por mor de la infidelidad de los sacerdotes y la contumaz profanación de la Casa del Señor; y al igual que el Señor regresa a su Templo para purificarlo con fuego renovador y dar lugar a ofrendas aceptables, hecho que será anunciado por su mensajero, el Ángel de la Alianza, de la misma manera la venida del Señor será pregonada por un mensajero, como el heraldo avisa de la llegada de los reyes. El nuevo Elías, Juan el Bautista, el profeta que enlaza con el último del Antiguo Testamente, Malaquías, en su día arrebatado al cielo, volverá para acondicionar el camino, para decir conversión y pedir el retorno de los corazones al amor mutuo. El empeño vale la pena, se acerca nuestra salvación. Los planes del Señor se cumplirán.

La mano de Dios estaba con él

La página evangélica de hoy nos habla de un admirable don de Dios, el nacimiento de Juan el Bautista. Es un elocuente recado proveniente de lo alto y que contrasta con el silencio de Zacarías, sacerdote de Israel que no se fió del Dios de la Promesa, el cual ve rota su mudez al nominar al niño. En paralelo al nacimiento de Jesús (surge lo nuevo, nace una vida), este suceso también trae inmensa alegría a los suyos. Juan rompe con la tradición al no ser llamado Zacarías como su padre, sino aquél que significa Dios se compadece, Dios da su gracia. Y este niño será la voz del que es la Palabra, el anuncio del que ejercerá de Salvador: admirable privilegio y cometido. Su padre, alegre, cantará la bendición del Señor que ha visitado y redimido a su pueblo; se atisba el comienzo del tiempo nuevo, de la historia de los hombres escrita al alimón con la mano de Dios que, así, también será nueva porque tendrá el misericorde sabor de ser un relato que nos capacita para servirle en santidad y justicia todos los días de nuestra vida.

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)