Lecturas del miércoles, primera semana del tiempo ordinario, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mié, 2014-01-15

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del primer libro de Samuel (3,1-10.19-20):

En aquellos dias, el niño Samuel oficiaba ante el Señor con Elí. La palabra del Señor era rara en aquel tiempo, y no abundaban las visiones. Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos empezaban a apagarse, y no podía ver. Aún ardía la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios.
El Señor llamó a Samuel, y él respondió: «Aquí estoy.»
Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llarnado.»
Respondió Elí: «No te he llamado; vuelve a acostarte.»
Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel. Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aqui estoy; vengo porque me has llamado.»
Respondió Elí: «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha."»
Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes: «¡Samuel, Samuel!»
Él respondió: «Habla, que tu siervo te escucha.»
Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse; y todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel era profeta acreditado ante el Señor.

Sal 39,2.5.7-8a.8b-9.10 R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito.
Dichoso el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños. R/.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.

«Como está escrito en mi libro:
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

II. Compartimos la Palabra

Habla, Señor, que tu siervo escucha.

Nos encontramos hoy con el relato de la llamada de Dios a Samuel. Es un texto precioso para profundizar en la llamada que Dios también nos hace a cada uno. De él me gustaría destacar los siguientes aspectos que les invito a contemplar, a orar:

  • Samuel es el hijo de Ana, la estéril; es por tanto don de Dios. Así lo reconoce Ana y así podemos nosotros leer nuestra propia vida: nuestra vocación tiene su origen en la elección que Dios nos hace llamándonos a la existencia.
  • Ana ha consagrado a su hijo a Dios: ¡Cuánta importancia ha tenido para muchos de nosotros la familia a la hora de ir descubriendo nuestra vocación!
  • El Señor llama a Samuel, pero este no puede reconocer que es Dios quien le llama: Dios nos va hablando a través de todo lo que nos ocurre, es Él quien tiene la iniciativa, pero muchas veces no somos capaces de descubrirlo; casi siempre sólo después, cuando desde la fe hacemos lectura de lo vivido, podemos reconocer cómo Él ha estado presente en nuestra historia.
  • Elí es capaz de descubrir en los balbuceos de Samuel la presencia de Dios en su vida. ¡Qué importante tener personas que nos acompañen! ¡Qué importante saber acompañar los procesos y las búsquedas de la gente!
  • Samuel oye que Dios le habla llamándole por su nombre: la llamada que Dios nos hace recrea nuestra identidad. La respuesta a esa llamada se convierte en obediencia, es decir en escucha y acogida interior de la Palabra que Dios nos dirige, en dejar que esa Palabra se encarne en nosotros, despliegue nuestra identidad y nos movilice para el amor.

Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.

Si la verdadera revolución a la que Dios nos convoca en Navidad es a la de la ternura, como nos recuerda el papa Francisco, hoy tenemos en el Evangelio un ejemplo de esta ternura, en el desarrollo de una de las jornadas de la vida de Jesús.

Nos dice el texto que “la suegra de Simón estaba en cama con fiebre y se lo dijeron” a Jesús. La fiebre tiene postrada a esta mujer. Sabemos por experiencia cómo la fiebre nos deja sin fuerzas, sin energías; no estamos para nada ni para nadie.

Tres gestos de Jesús van a ser transformadores para esta mujer, tres gestos de ternura: dice el texto que Él “se acercó” “la cogió de la mano” y “la levantó”: acercarse al otro, tocarle, ponerle en pie. Tres gestos que nos hablan de una manera de relacionarse afectiva, de una capacidad de encuentro real con las personas, de entrar en comunicación con ellas. Y los encuentros pueden ser salvadores si son experiencia de amor. A la mujer se le pasó la fiebre y “se puso a servirles”. El amor recibido provoca la respuesta amorosa, el servicio.

En Jesús descubrimos y aprendemos la sabiduría del encuentro; una sabiduría que Él mismo fue aprendiendo en el encuentro habitual con el Padre: nos recuerda el texto que Jesús iniciaba su día cultivando esta relación con su “Abba”. En medio del silencio, podía escuchar, sentir, dejarse coger por aquellos que de una u otra forma esperaban un gesto, una palabra liberadora y acogerlo como una llamada: “todos te buscan”.

También hoy nosotros, en medio de nuestros pueblos y ciudades, podemos hacer silencio para escuchar la llamada de aquellos que, a través de las situaciones que viven, están buscando. Ojalá sepamos, como el Señor, acercarnos, tocar la realidad de forma cariñosa, para que Él a través de nuestros gestos pueda poner en pie a quienes se sienten postrados.

Hna. María Ferrández Palencia, OP
Congregación Romana de Santo Domingo