2014-02-10 L’Osservatore Romano
«Lunes 11 de febrero de 2013: todo está cumplido, Joseph Ratzinger ya no es Papa». Son estas las primeras líneas del largo relato que Gian Guido Vecchi, vaticanista del «Corriere della Sera», dedicó el domingo 9 de febrero al aniversario de la renuncia en el diario milanés. «La historia en menos de tres líneas»: es, en cambio, el recuerdo de Carlo Marroni en «il Sole 24 Ore» del 9 de febrero.
«En el artículo ("canon") 332, apartado 2, del Código de derecho canónico, donde se prevé que “si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie". Tres líneas que permitieron a la Iglesia cambiar el curso de su historia».
Tras comentar que «la dimisión de Ratzinger, aunque tamizada, sigue siendo uno de los misterios de la historia de la Iglesia, si bien el Papa teólogo mismo hizo de todo por clarificarlo al mundo», Marroni concluye: «En la dimisión del Papa alemán, el teólogo conciliar puesto como custodio de la ortodoxia wojtyliana y elegido para subir a la cátedra de Pedro en el umbral de los ochenta años, está tal vez toda la grandeza de Joseph Ratzinger, que con este gesto indicó a su Iglesia un nuevo camino».
Rubén Gómez del Barrio, en «La Razón», el 8 de febrero eligió recordar la conmoción de la renuncia a través de la mirada del hermano Georg, que relata los momentos de alegría y de preocupación compartida, mientras que Marco Ansaldo en «la Repubblica» del 7 de febrero dedica su artículo a la jornada ordinaria de Ratzinger hoy. La opción del Papa Benedicto XVI se puede resumir con una sola frase, «Sólo Dios basta», explica el cardenal prefecto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos Antonio Cañizares Llovera relatando una anécdota personal.
«Hacía cuatro días que se había hecho público mi nombramiento como obispo de Ávila; vine a Roma para entrevistarme, en calidad de secretario de la Comisión doctrinal española, con el cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe. Nunca olvidaré aquella entrevista. Su trato, como siempre ha sido con todos, fue exquisito, cercano, sencillo, amable, delicado, cordialísimo. El asunto por el que me entrevistaba se despachó en seguida y entró él en mi nombramiento reciente como obispo de Ávila. En aquel encuentro, como un padre o como un hermano mayor, me habló, más o menos en estos términos, que resumo: “El Santo Padre le ha nombrado obispo de Ávila, famosa por sus murallas, cierto, pero, sobre todo importante por santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz y ya sabe lo que estos santos nos indican: “Sólo Dios, sólo Dios basta”».