Para crecer en la ternura miremos a María, en Ella la divina misericordia se hace carne, recuerda el Papa

2014-02-11 Radio Vaticana
(RV).- Con el tema «Fe y caridad: ‘También nosotros debemos dar la vida por los hermanos’ (1 Jn 3,16), el Papa Francisco en su mensaje para este día confía la XXII Jornada Mundial del Enfermo «a la intercesión de María, para que ayude a las personas enfermas a vivir su propio sufrimiento en comunión con Jesucristo, y sostenga a los que los cuidan» Y tras hacer hincapié en que la Iglesia reconoce en los enfermos «una presencia especial de Cristo que sufre», el mensaje pontificio nos recuerda que «en virtud del Bautismo y de la Confirmación estamos llamados a configurarnos con Cristo, el Buen Samaritano de todos los que sufren».

«Cuando nos acercamos con ternura a los que necesitan atención, llevamos la esperanza y la sonrisa de Dios en medio de las contradicciones del mundo». Y «cuando la entrega generosa hacia los demás se vuelve el estilo de nuestras acciones, damos espacio al Corazón de Cristo y el nuestro se inflama, ofreciendo así nuestra aportación a la llegada del Reino de Dios», escribe el Papa Bergoglio, que luego destaca que «para crecer en la ternura, en la caridad respetuosa y delicada, nosotros tenemos un modelo cristiano a quien dirigir con seguridad nuestra mirada. Es la Madre de Jesús y Madre nuestra, atenta a la voz de Dios y a las necesidades y dificultades de sus hijos».

El Papa Francisco vuelve a recordar que «María, animada por la divina misericordia, que en Ella se hace carne, se olvida de sí misma y se encamina rápidamente de Galilea a Judá para encontrar y ayudar a su prima Isabel; intercede ante su Hijo en las bodas de Caná cuando ve que falta el vino para la fiesta; a lo largo de su vida, lleva en su corazón las palabras del anciano Simeón anunciando que una espada atravesará su alma, y permanece con fortaleza a los pies de la cruz de Jesús. Ella sabe muy bien cómo se sigue este camino y por eso es la Madre de todos los enfermos y de todos los que sufren. Podemos recurrir confiados a ella con filial devoción, seguros de que nos asistirá, nos sostendrá y no nos abandonará. Es la Madre del crucificado resucitado: permanece al lado de nuestras cruces y nos acompaña en el camino hacia la resurrección y la vida plena».

Y evocando sus palabras en la JMJ de Río, el Obispo de Roma reitera que «San Juan, el discípulo que estaba con María a los pies de la Cruz, hace que nos remontemos a las fuentes de la fe y de la caridad, al corazón de Dios que «es amor» (1 Jn 4,8.16), y nos recuerda que no podemos amar a Dios si no amamos a los hermanos. El que está bajo la cruz con María, aprende a amar como Jesús. La Cruz es «la certeza del amor fiel de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos… La Cruz de Cristo invita también a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda» (Vía Crucis con los jóvenes, Río de Janeiro, 26 de julio de 2013).

Con profunda emoción recordamos que instituyendo esta Jornada, Juan Pablo II escribió: «he decidido instituir la Jornada mundial del enfermo, que se celebrará el 11 de febrero de cada año, memoria litúrgica de la Virgen de Lourdes. En efecto, creo muy oportuno extender a toda la comunidad eclesial una iniciativa que se está realizando en algunos países y regiones, con grandes frutos pastorales». El Papa Wojtyla en una carta - fechada el 13 de mayo, memoria de la Virgen de Fátima, de 1992 - dirigida al cardenal Fiorenzo Angelini, presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, añadió: «al tiempo que confío en la plena colaboración de todos para el buen inicio y el desarrollo de esta Jornada, encomiendo su eficacia sobrenatural a la mediación materna de María, Salus infirmorum y a la intercesión de los santos Juan de Dios y Camilo de Lellis, patronos de los lugares de curación y de los agentes sanitarios. Que estos santos extiendan siempre los frutos de ese apostolado de la caridad, que el mundo actual tanto necesita». (CdM - RV).