No podemos hablar de verdadera unidad si nuestras luchas internas son por el poder o el dinero

15 de Febrero del 2014

1Re 12,26-32;13,33-34: “Jeroboam mandó hacer dos becerros de oro”

Salmo 105: “Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo”

San Marcos 8,1-10: “La gente comió hasta quedar satisfecha”

Una de las manifestaciones más claras de unidad y fraternidad es el compartir el pan, las dificultades y los bienes. Por el contrario, no podemos hablar de verdadera unidad si nuestras luchas internas son por el poder o por el dinero. En el pasado Sínodo de la Evangelización, uno de los obispos de Latinoamérica, decía que solamente tiene derecho de anunciar el Evangelio a los pobres quien tiene el estómago vacío. De lo contrario serán palabras injustas.

La primera lectura de este día nos habla cómo Jeroboam, rey de Israel, hace dos becerros de oro para que el pueblo desista de ir a Jerusalén a adorar el único Dios, los coloca uno en Betel y otro en Dan. Busca más poder y piensa que quitando a Dios, y poniendo otros dioses en su lugar, él saldrá beneficiado y así les anuncia que estos dos becerros son los que en realidad han sacado al pueblo de Egipto. Es el inicio de la división con el Reino del Sur y el comienzo de la destrucción. La ambición destruye al pueblo. Jesús por el contrario, reúne al pueblo y está con ellos tres días hablando de su Padre Dios, en el desierto, no algún santuario. Sino en el lugar donde Dios se hace presente como cuando liberó a su pueblo. Y después de haberlos alimentado con la Palabra, los hace sentar y los alimenta a pesar de la oposición y duda de los discípulos.

Es una gran fiesta de la cual al final se recogen simbólicamente siete canastos que aun sobraron. Cristo une con su palabra y une todavía más con su acto de dar de comer. Es presencia que acompaña en el desierto caminando con su pueblo y es entrega concreta a quien puede desfallecer de hambre. Son señales del Reino que ahora nos deben cuestionar seriamente: ¿por qué no todo mundo tiene derecho a participar, escuchar y ser escuchado? ¿Por qué tantas divisiones que tienen sus raíces en la ambición de unos cuantos? ¿Cómo podremos conseguir una mesa donde no haya divisiones y puedan todos tener un sitio? Reflexiones que quedan en nuestro corazón este día como una gran tarea en la que todos debemos comprometernos. Enseñarnos a compartir desde la casa, la mesa, el grupo, la comunidad.

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