Se dijo a los antiguos, pero ahora yo les digo (cfr. Mt 5, 17-37)

de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM

VI Domingo Ordinario ciclo A

El beato Juan de Palafox afirmaba que no hay padre tan duro de corazón, que oiga llorar a sus hijos y no se le conmuevan las entrañas[1]. Por eso podemos comprender que el Creador de todas las cosas, escuchando los gemidos de nuestro corazón que anhela la felicidad, nos muestre en sus Mandamientos el camino que debemos seguir y los peligros que hemos de evitar para alcanzar la dicha plena y eterna.

Sin embargo, a causa de nuestra debilidad necesitamos ayuda para interpretar correctamente este “mapa del tesoro”. Jesús, que ha venido a rescatarnos del pecado y hacernos hijos de Dios, nos ayuda a “comprender su justo sentido y corregir las falsas interpretaciones”[2], invitándonos “a preceptos más altos”[3], como señala san Juan Crisóstomo.

“Los Diez Mandamientos vienen de un Dios que nos ha creado por amor… que quiere sólo nuestro bien –explica el Papa Francisco– nos indican un camino… para la construcción de sociedades justas… ¡No son limitaciones, sino indicaciones para la libertad!... nos enseñan a evitar la esclavitud a la que nos reducen tantos ídolos que construimos… nos enseñan… a vivir el respeto por las personas… a ser honestos y sinceros en nuestras relaciones, a custodiar toda la creación… Seguir los diez Mandamientos significa ser fieles a nosotros mismos, a nuestra naturaleza… y caminar hacia la libertad auténtica”[4].

Esto lo entiende quien es humilde; el que no se inventa su realidad, sino que se abre a la verdad. Jesús nos invita a vivir con identidad y libertad, como lo que somos: hijos de Dios, que “es amor”[5]. Amar es liberarnos del laberinto sin salida de reducirnos y reducir a los demás al rango de objeto de placer de producción o de consumo, y que nos condena a la soledad, el sinsentido, la inequidad, la violencia y la desesperanza. Amar es vivir la libertad de la reconciliación, el perdón, la fidelidad, el respeto, la honestidad, la justicia y la solidaridad.

Jesús no nos ofrece una información superficial, incompleta, individualista, relativista, pragmática, utilitarista y fugaz, con consecuencias negativas para la persona y para la sociedad, a mediano y largo plazo. Él nos brinda una sabiduría que abarca la realidad en su totalidad y que nos permite elegir correctamente para alcanzar un desarrollo integral que abarque a todos, sin límites ni final[6].

Dios nos propone una vida verdadera, plena y eterna; a nosotros toca elegir[7]. Conscientes de lo que está en juego, pidámosle que nos ayude a ver las maravillas de su amor y a seguir el camino de sus Mandamientos[8]. “¡Redescubramos y vivamos las diez Palabras de Dios! Digamos «sí» a estos «diez caminos de amor» perfeccionados por Cristo, para defender a la persona humana y guiarle a la verdadera libertad”[9].


[1] Virtudes del indio, p. 58.

[2] JUAN PABLO II, Audiencia General, 14 de octubre de 1987.

[3] Homiliae in Matthaeum, 16,5.

[4] Videomensaje a los participantes en la iniciativa Diez plazas para diez Mandamientos, 8 de junio de 2013.

[5] 1 Jn 4,16.

[6] Cfr. 2ª Lectura: 1 Co 2,6-10.

[7] Cfr. 1ª Lectura: Ecclo 15,16-21.

[8] Cfr. Sal 118.

[9] FRANCISCO, Videomensaje a los participantes en la iniciativa Diez plazas para diez mandamientos, 8 de junio de 2013.

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