Unidos, en oración y acción, lograremos un mundo mejor

de Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey

Como primer responsable en la formación de los futuros pastores del pueblo de Dios, quiero agradecer, de todo corazón, a los fieles de nuestra Arquidiócesis su generosa colaboración para con nuestro Seminario de Monterrey.

Su oración y ayuda son de vital importancia para continuar con la noble misión de formar a los jóvenes que han decidido dejarlo todo, para servir al pueblo de Dios en el ministerio sacerdotal.

Somos conscientes de la gran responsabilidad que tenemos en nuestras manos, por lo que invito a toda la comunidad para que no dejemos de orar, pidiendo a Dios por quienes se forman en nuestro Seminario y por aquellos a quienes nos corresponde formar a los seminaristas. Esta es una tarea que debemos realizar en comunión, sacerdotes y fieles, para que desde la vivencia de nuestra vocación específica, motivemos el crecimiento de quienes compartirán con el pueblo la Palabra de Dios y los sacramentos.

En otro orden de ideas, me parece bien que nuestros gobernantes sigan en la lucha contra el narcotráfico, ya que las drogas han causado, y siguen causando, mucho daño a la sociedad

Poner un alto a los criminales es necesario, pero también los ciudadanos debemos cuidar nuestra salud, sabiendo que las drogas no resuelven ningún problema.

A los padres de familia, les invito a que estén siempre al pendiente de sus hijos, buscando los espacios de diálogo en casa para dar oportunidad de detectar a tiempo alguna situación de inestabilidad.

A las instituciones educativas, les pido que no dejen de seguir informando a los alumnos en las consecuencias de hacer un mal uso de su libertad y así formar en ellos el espíritu de responsabilidad.

A la sociedad en general, le invito para que no hagamos oídos sordos ante este y cualquier otro mal, que no tengamos miedo de denunciar, ante a las autoridades correspondientes, cuando tengamos la certeza de que alguien está realizando acciones en contra de la ley y el bienestar de la sociedad.

Es necesario que nos dispongamos a vivir el Evangelio, que no nos conformemos solo con saber su contenido, sino que lo hagamos realidad en nuestro peregrinar y, fundados en el amor y el perdón, nos propongamos poner un alto a toda situación que destruye el bienestar de nuestro mundo.

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