Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia
Primera lectura: (Isaías 49,14-15)
Marco: El contexto es el Libro de la Consolación de Israel que comienza y termina con una referencia a la consolación haciendo de los capítulos 40-55 como una gran inclusión: Dios va a actuar a favor de su pueblo que sufre el exilio y proyecta realizar con él un nuevo éxodo. La lectura se centra en la alegría del retorno a Israel.
Reflexión
¡Dios desborda todas las previsiones!
¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmover- se por el hijo de sus entrañas? El recurso a la actitud de una madre para visualizar la protección, el afecto y la ternura de Dios le define como un delicado poeta en sus imágenes. Esta visión materna, que está muy presente en múltiples expresiones, cuando se habla de Dios nos permite contemplar a Dios como Padre y Madre a la vez. Bien es verdad que Jesús nos lo reveló como Padre (una de las revelaciones más ricas del Nuevo Testamento) pero, a la vez, nos lo ha revelado con rasgos que corresponden afectivamente a la madre. Dios quiere alcanzar el corazón de aquel pueblo que se debate duramente entre la fe y la duda, entre la esperanza y la desesperanza en momentos complicados como fueron los de exilio. Este recurso a la imagen de la madre para hablar de eso Dios que ha elegido, protegido y acompañado a su pueblo es de singular importancia. Oseas había recurrido a la imagen del esposo-esposa para significar cómo Dios permanece fiel a su amor de esposo por encima de todas las infidelidades. El amor de una madre es superior a todas las flaquezas, por grandes que sean, de sus hijos. Forma par te de su misma estructura sicológica. ¡Yo no te olvidaré!
Segunda lectura: (1Corintios 4,1-5)
Marco: Este fragmento pertenece al mismo contexto que el del domingo anterior.
Reflexión
¡Sólo Jesús es el Señor!
Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. La situación viva de estas palabras no expresa simplemente buenos deseos sino urgencia vital para la comunidad. Todos son ministros de un único Señor; servidores a favor de una sola comunidad. Lo que se les pide a ellos y a todos los que sirven al Evangelio es fidelidad y lealtad con Cristo. Y que esta realidad sea visible. Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo quiere decir que ha de excluirse toda rivalidad. Sólo hay ser vicio de una sola causa: la de Jesús, la del Evangelio y la de la comunidad unida y unánime. La unidad es una realidad íntima y a la vez, ha de ser controlable por todos. Hoy como ayer esta palabra sigue urgiendo a todos los ministros de Jesús que el motivo principal por el que han recibido el carisma es la construcción de una sola Iglesia y, por tanto, es necesario huir de todo protagonismo y rivalidad.¡Los administradores han de ser siempre fieles! Hoy como ayer se invita a todos los discípulos de Jesús a la lealtad, la fidelidad y la honradez en los comportamientos. Este mundo nuestro necesita testigos de esta fidelidad a toda prueba.
Evangelio: (Mateo 6,24-34)
Marco: Continuamos proclamando el sermón de la montaña. La lectura de hoy se centra en el modo de actuar de la providencia.
Reflexiones
1ª) ¡El discípulo de Jesús debe elegir con decisión, incluso arriesgarse!
No podéis servir a Dios y al dinero... El esclavo o el que trabaja para otro como siervo no dispone de tiempo para sus asuntos. Estará totalmente entregado a los asuntos de sus amos. Este sería el sentido de siervo a lo largo de la Escritura. Bien es verdad que ese concepto se aplica después al orden espiritual y concretamente, a los enviados por Dios. Se consideran siervos porque tienen conciencia de que sus vidas y su tiempo así como todas sus posibilidades quedan al servicio de su Señor que les envía a la misión. La referencia al servicio a Dios y al servicio al dinero concreta de manera plástica la enseñanza anterior. Dedicarse totalmente al ser vicio de Dios es disfrutar de la libertad y plena realización humana. Ponerse al servicio de Dios ennoblece al hombre considerado desde esta perspectiva. En el relato de la creación se dice: Hagamos a los hombres a nuestra imagen, según nuestra semejanza, para que dominen sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, las bestias salvajes y los reptiles de la tierra (Gn 1 ,26ss). Le diste el dominio sobre las obras de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies (Si 8,5ss). En cambio someterse al dinero esclaviza. Recuérdese que él término utilizado por el evangelista evoca al dios que lleva ese nombre, al dios Mammón. El culto a este dios conduce al hombre al servilismo y la dependencia deshumanizadora.
¡El discípulo de Jesús no debe ser atrapado por los agobios y las preocupaciones! El agobio nunca debe contraponerse a ocupación: el discípulo de Jesús debe confiar en la providencia como si todo dependiera de Dios y, a la vez, debe entregase a su tarea y trabajo como si todo dependiera de sus posibilidades (cf. 1 Ts 4,10ss). Este debería ser el talante a seguir por los discípulos de Jesús. Jesús se entregó al trabajo duro y mal pagado como les sucedía a muchos de sus contemporáneos y vecinos de Nazaret. Trabajo asiduo, pero alejando el agobio. Ese equilibro es el necesario para vivir el Evangelio en su autenticidad.
2ª) ¡El poeta Jesús invita ahora a sus discípulos a contemplar la naturaleza!
Mirad a los pájaros… Mirad a los lirios del campo. Mateo los llama peteina que significa generalmente el que vuela, las aves del cielo; Lucas los llama kórakas que propiamente significa cuervo. ¿Qué pudo decir Jesús? Con mucha probabilidad lo que leemos en Lucas. Y la razón estriba en que para los judíos, más que para nosotros actualmente, el cuervo era un animal repugnante porque además de otras connotaciones era considerado un animal impuro, que lo hacía más repugnante todavía. Ambos términos conducen la imaginación del lector en dos direcciones diferentes, aunque en parte complementarias: Jesús nos enseña en la versión mateana que el Padre celestial se ocupa también de las aves del cielo y las alimenta; pero en la versión lucana enseña que el Padre se cuida incluso de los cuervos que son animales repugnantes y, además, impuros. Esto debió sorprender fuertemente a los oyentes de Jesús. Si vuestro Padre celestial se cuida y alimenta incluso a los cuervos ¡cómo y con qué solicitud cuidará de sus hijos! Jesús, que poseía un alma y un talante de verdadero poeta, invita al oyente y, ahora, al lector a proseguir con la imagen. Las aves del cielo, ciertamente, no siembran ni recogen y el Padre las alimenta. Pero una elemental observación de la vida de las aves nos descubre otro aspecto de singular significación: Todo el día están buscando el alimento. El Padre se encarga de que lo encuentren, pero buscan, es decir, a su modo trabajan de sol a sol. Lo cierto es que realmente se alimentan. Y aún me atrevo a añadir otra observación: y trabajan cantando, porque no cesan de piar que es su modo de cantar. Quizá sea afinar en exceso, pero el conjunto ilumina la lección: vosotros, mis discípulos, debéis alejar todo agobio, toda angustia y toda preocupación cuando se trata de los bienes del cuerpo; pero, a la vez, sois invitados a observar y reproducir el comportamiento de las aves: trabajan sin descanso, pero viven en la confianza, a su modo, y en la alegría como lo demuestra su constante piar mientras buscan.
Y los lirios del campo. Todavía no sabemos con exactitud a qué planta se refería Jesús. Pero el recurso al término lirio orienta la reflexión. Todos conocemos los lirios, especialmente los que brotan sin cultivo en los ribazos de las parcelas agrarias. Suelen ser, al menos en algunas regiones, de color violeta, terso y pulcro. ¿Se referirá a estos lirios que brotan en el campo sin cultivo especial ni directo? Por la continuación de las palabras: ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos, sugiere pensar en otra planta. Se conocen en Palestina, yo he tenido la fortuna de observarlo repetidas veces, una planta pequeña, más diminuta que nuestros lirios, que brotan incluso en la poca tierra que hay en terreno rocoso. Tiene la forma de nuestras amapolas, pero con hojas más firmes y tersas. De un color rojo y vivo. Las ropas de los reyes en su magnificencia eran de color rojo. Entonces entendemos la imagen de Jesús: esos lirios brotan sin cultivo, son hermosos en su textura y son agradables en su color. Pues el Padre celestial los mima y los cuida, aunque su existir sea efímero.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)