Jesús se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza

de Carlos Garfias Merlos
Arzobispo de Acapulco

Mensaje de Cuaresma 2014
(2 Cor 8, 9)

A toda la comunidad Arquidiocesana de Acapulco y a los hombres y mujeres de buena voluntad:

Les saludo con mucho cariño en este tiempo litúrgico de la cuaresma, y les invito para que en el silencio de nuestro interior durante este tiempo de reflexión nos dispongamos especialmente a escuchar la voz de Dios que resuena en el sagrario de nuestra conciencia, y se hace sentir delicadamente en nuestros corazones.

Queridos hermanos, con el miércoles de ceniza damos inicio al tiempo litúrgico de la Cuaresma, que nos orienta a hacer un alto en el camino y reflexionar de forma personal y comunitaria sobre nuestra vida de fe y a fortalecer nuestros compromisos cristianos, con la esperanza de celebrar con gozo espiritual la Pascua de Resurrección.

La Cuaresma es una oportunidad para encarnar y expresar la vivencia de nuestra fe en compromisos de amor hacia los demás. Aprovechemos juntos este tiempo especial de gracia para volvernos a Dios con todo el corazón.

El papa Francisco, nos invita en su mensaje de cuaresma de este año a reflexionar y vivir el valor y el sentido de la pobreza, como ejercicio espiritual para todos los fieles del mundo, y un medio para recuperar la amistad con el Señor.

Siguiendo el texto del San Pablo 2 Cor 8,9, Jesús“se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”, el papa nos quiere alentar para vivir la cuaresma con un amplio espíritu de generosidad, y ayudar a nuestros hermanos que pasan necesidad.

El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss).

La situación económica de pobreza en muchas partes del Estado de Guerrero y particularmente en nuestra Arquidiócesis de Acapulco y los limitados recursos, la falta de empleo y oportunidades, la falta de atención médica y una alimentación adecuada, nos interpelan más que nunca en este tiempo especial de gracia, tiempo de cuaresma, tiempo de levantar la mirada, y de ser sensibles antes las necesidades de los demás; la cuaresma nos invita a ser solidarios con los demás, a compartir nuestro pan con el hermano, lo que somos y lo que tenemos, promoviendo y fortaleciendo una espiritualidad de comunión.

En medio de nuestras pobrezas, la verdadera tristeza es no ser santo, y la verdadera miseria en no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo y entre nosotros. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza.

El Santo Padre en su mensaje de cuaresma distingue tres tipos de miseria: La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo.

Por esto les exhorto a que vivamos en la verdad, la justicia, la igualdad, la sobriedad, que aprendamos a compartir, a ser generosos, y apartemos de nuestra vida toda ansia de poder, pretensiones de lujo y de dinero, que se convierten en ídolos, y se anteponen a las exigencias de una justa distribución de las riquezas.

No es menos preocupante la miseria moral, dice el Papa, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente.

Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.

El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna.

El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío.

Queridos hermanos que este tiempo de Cuaresma nos mueva el corazón y ayudemos generosamente a nuestros hermanos que viven en la miseria material, moral y espiritual, y llegue a todos con nuestro testimonio de vida pobre, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar a cada persona.

Por otra parte, les invito para que juntos oremos en familia por La Asamblea general extraordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada para tratar el tema “Los retos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”.

Esta Asamblea sinodal está dedicada de modo especial a todas las familias, a su vocación y misión en la Iglesia y en la sociedad, a los problemas de los matrimonios, de la vida familiar, de la educación de los hijos, y a la tarea de las familias en la misión de la Iglesia. Después del sínodo en el mes de octubre de este año, se realizará con el favor de Dios el próximo año 2015, el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia. Así pues, oremos todos juntos para que, mediante estas iniciativas, la Iglesia realice un auténtico camino de discernimiento y adopte los medios pastorales adecuados para ayudar a las familias a afrontar los retos actuales con la luz y la fuerza que vienen del Evangelio. Recordemos que en la arquidiócesis de Acapulco estamos celebrando el año de la familia y de la vida y queremos ofrecer un servicio pastoral exquisito y de atención cariñosa y atenta a todas las familias. Espero que en todas las familias brille la luz de Cristo pobre y se exprese el amor en la amabilidad, la escucha y el respeto de todos los miembros de la familia.

La Cuaresma es un tiempo adecuado para la oración, el ayudo, la limosna y obras de caridad, para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. Preparémonos de la forma más digna posible para celebrar el misterio Pascual, la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús, renovando nuestro compromiso de consagración a Dios, con el firme propósito de ser mejores personas, y hacer mejor las cosas.

Demos alegría a los que están tristes o se sienten solos o viven amargados, demos esperanza a los que están desalentados, o sin esperanza, o sienten sus fuerzas desfallecer. Oremos por los enfermos, ayudemos al hermano que necesita. Limpiemos nuestro corazón, nuestra mirada, nuestra conciencia, siendo misericordiosos y compasivos, dejemos la crítica destructiva, en relación a la forma de ser, de comportarse y hasta de vestir de los demás, aprendamos a criticar menos y a elogiar más, aprendamos a tratarnos como verdaderos hermanos y a descubrir en la mirada del otro el reflejo fiel de la bondad de Dios. Volvamos juntos a Dios, Él es la fuente inagotable de ese amor que vence todo egoísmo, toda soledad, toda tristeza. Es el manantial de nuestra verdadera alegría, y su palabra ilumina nuestras vidas.

Todos somos pecadores, somos frágiles, y muchas veces fácilmente caemos en la tentación, por esto se nos hace difícil caminar hacia la santidad comunitaria, sin embargo el Señor Jesús nos quiere regalar a todos en esta cuaresma la alegría del perdón, de la reconciliación fraterna, de la penitencia saludable. Pidámosle humildemente a Dios con todo el amor de nuestro corazón que nos conceda amarlo por encima de todo, sabiendo que lo que es imposible para nosotros, constituye el don más precioso y posible para Dios.

Exhorto a toda la comunidad arquidiocesana, sacerdotes y fieles a continuar el proceso de una autentica conversión personal y pastoral, vayamos hacia una Iglesia pobre, y más auténtica, para vivir la vida de la gracia en plenitud aquí en esta hermosa tierra que Dios nos ha regalado, experimentando la alegría del evangelio que llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.

Ser pobre de corazón, vivir pobremente a ejemplo de Jesús, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza es una hermosa adhesión de fidelidad a Dios.

Con la pobreza de mi corazón, invoco para cada uno la riqueza de la bendición de Dios.

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