San José, el gran custodio

Hoy celebramos la solemnidad de san José, esposo de la Virgen María, custodio de Jesús y patrono de la Iglesia. El Papa Francisco, quien este día cumple un año de la Misa de inicio de su Pontificado, ha dicho que las palabras del Evangelio: “José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer” (Mt 1,24), encierran la misión que Dios confía a este santo varón: ser custodio de María y Jesús; una custodia que se extiende a la Iglesia[1].

La Palabra de Dios califica a José de “justo” (Mt 1,19). “El Evangelio llama justo –explica san Juan Crisóstomo– al que en todo es virtuoso… benigno y moderado”[2]. Justo es aquel que, dejándose amar por Dios, es capaz de amarlo, cumplir sus mandamientos y ser instrumento de su amor para los que le rodean. Por ser justo, José estaba “entrenado” para no precipitarse, sino actuar con sabiduría, poniendo por encima de todo el amor.

Así, cuando vio en cinta a María, su prometida, a pesar del dolor, decidió rechazarla en secreto para no causarle ningún mal, ya que si lo hacía en público la exponía a morir lapidada. Esta apertura amorosa le permitió recibir la luz que le hizo saber que lo engendrado en María era del Espíritu Santo. Entonces, hizo lo que el Ángel del Señor le había mandado y recibió a la Madre del Hijo de Dios encarnado para rescatarnos del pecado, del mal y de la muerte, comunicarnos al Espíritu Santo, convocarnos en la Iglesia y hacernos hijos de Dios.

Como a san José, el Señor, presente en su Iglesia, nos da a conocer su voluntad por medio de su Palabra y la oración: que recibamos al Salvador y vivamos como nos enseña: amando a Dios y al prójimo, recibiendo la fuerza de su Espíritu, que se nos comunica en los sacramentos, sobre todo la Eucaristía. Así podremos ser “custodios” unos de otros, mirando más allá de lo inmediato para descubrir que en el matrimonio, la familia, el noviazgo, la escuela, el trabajo y la sociedad, siempre será más lo que nos une que lo que nos separa.

Quien sabe escuchar a Dios y se deja guiar por su voluntad, “se hace más sensible a las personas que se le han confiado –explica el Papa–, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas”[3]. Esa sensatez nos hace buenos custodios de la familia, las amistades, los vecinos, los compañeros de escuela o de trabajo, los niños, los ancianos, los más necesitados, de todas las criaturas y del entorno en el que vivimos.

“Cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos –señala el Papa Francisco–, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido…. Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos... vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón… de donde salen las intenciones buenas y malas… Sólo el que sirve con amor sabe custodiar”[4].

Ojalá, como san José, sepamos escuchar a Dios y sigamos nuestra vocación de ser custodios unos de otros y de toda la creación. Así nuestra vida será plena en esta tierra y eternamente feliz en el cielo. Que san José interceda por nosotros para que lo hagamos así.


[1] Cfr. Homilía en la Misa de inicio del ministerio petrino, 19 de marzo de 2013.

[2] Homiliae in Matthaeum, hom. 4.

[3] Cfr. Homilía en la Misa de inicio del ministerio petrino, 19 de marzo de 2013.

[4] Ídem.

Noticia: 
Local