La mujer en la familia

LA VOZ DEL OBISPO DE TLAXCALA

Con motivo del día de la familia y del día internacional de la mujer, hagamos algunas consideraciones en torno a “la mujer en la familia”.

La Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio” del Beato Juan Pablo II (pág. 6) nos recuerda que “La familia cristiana es la primera comunidad llamada a anunciar el Evangelio a la persona humana en desarrollo y a conducirla a la plena madurez humana y cristiana, mediante una progresiva educación y catequesis”. Por eso, hoy quiero felicitar a todas aquellas familias y, de manera especial, a todas las mujeres que, conscientes de su misión, anuncian las buenas noticias del evangelio en lo cotidiano, y reconocen y respetan la dignidad humana con una vida de servicio y solidaridad.

Con profundo dolor también veo que la familia, primera célula de la sociedad, está siendo atacada por el modelo neoliberal. “El mensaje cristiano sobre la dignidad de la mujer halla oposición en la persistente mentalidad que considera al ser humano no como persona, sino como cosa, como objeto de compraventa, al servicio del interés egoísta y del solo placer; la primera víctima de tal mentalidad es la mujer en los ámbitos de la educación, la profesión, la retribución del trabajo, etc.” (FC 24).

Así como la familia es un fundamento sólido para la sociedad, también la mujer lo es en su hogar. Creada a imagen y semejanza de Dios, allí aprende el lenguaje del amor en su ser y quehacer de hija, hermana, esposa y madre. En cada uno de estos roles se relaciona y complementa con el varón, con quien comparte la misma dignidad humana.

La familia es la primera escuela del amor. En ella, como hija, la mujer es fruto, resumen y expresión del amor de sus papás, lo cual le da la confianza y seguridad para hacer el camino de la vida; como hermana, comparte lo que es y lo que tiene en preparación a su realización vocacional; como esposa, entrega en corresponsabilidad todo su ser a la persona amada en la exclusividad y fidelidad; y como madre, engendra hijos en el cuerpo y en el espíritu. En cada una de estas expresiones y relaciones del amor, la mujer aporta su riqueza propia de mujer física, psicológica y espiritualmente.

Es importante reconocer el mérito extraordinario de aquellas mujeres que viven solas, abandonadas por sus papás y-o sin hermanos, o que son, a la vez, padre y madre responsable para sus hijos. En medio de múltiples condiciones adversas, encontramos testimonios valiosos de mujeres que salen adelante y se realizan en su vocación al amor.

Así mismo hay muchas mujeres que encuentran su realización y felicidad, apoyando al núcleo familiar desde su renuncia libre y gozosa al matrimonio para entregarse por amor en el servicio a sus hermanos en la educación, el cuidado de los enfermos, la atención de sus padres ancianos, la promoción integral de las comunidades, etc.

“La mujer es insustituible en el hogar, la educación de los hijos y la transmisión de la fe. Pero esto no excluye la necesidad de su participación activa en la construcción de la sociedad. Para ello se requiere propiciar una formación integral de manera que las mujeres puedan cumplir su misión en la familia y en la sociedad”. (DA 456)

Valoremos y promovamos a cada mujer en su condición particular, reconociendo su aporte insustituible a la integración y solidez familiar, que es baluarte y garantía para una mejor sociedad.

Tlaxcala, Tlax. Marzo 26 de 2014

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