El Papa recomienda la presencia constante de confesores en las iglesias

2014-03-28 L’Osservatore Romano
Los fieles a menudo encuentran dificultad para acercarse al sacramento de la confesión. El Papa Francisco lo sabe bien, por ello invita sobre todo a los confesores a «trabajar mucho» en la propia humanidad «para no ser nunca un obstáculo» y favorecer el acercamiento de los bautizados a la misericordia y al perdón. Es más, para hacer aún más accesible el sacramento de la reconciliación, el Pontífice recomienda que en cada parroquia los fieles puedan conocer cuando se pueden encontrar sacerdotes disponibles para acoger su arrepentimiento.

El Santo Padre habló sobre el tema el viernes 28 de marzo, por la mañana, a los participantes en el vigésimo quinto curso sobre el foro interno organizado por la Penitenciaría apostólica. La audiencia fue, en realidad, el primer momento de una jornada dedicada por completo, precisamente, al ministerio de la reconciliación, cuyo culmen tendrá lugar por la tarde, cuando el Papa Francisco irá a la basílica vaticana para presidir la celebración penitencial, durante la cual él mismo confesará a algunos fieles. No por casualidad, durante la audiencia, el Pontífice propuso algunas reflexiones sobre el ministerio de la misericordia, «que —precisó— es muy importante». Ante todo recordó que el auténtico protagonista de la reconciliación es el Espíritu Santo. Y la misión del confesor es hacer que se perciba su presencia cuando se acoge al penitente.

Con este fin, el Papa recordó que el confesor es como un «médico llamado a curar» y «como un juez que absuelve». Su tarea principal es, por lo tanto, donar generosamente a los hermanos la reconciliación que «transmite la vida del resucitado y renueva la gracia bautismal». Un sacerdote que no tiene estos objetivos, advirtió, «es como un pastor que no se ocupa de las ovejas descarriadas» o como «un padre que se olvida del hijo perdido y descuida el hecho de esperarlo». Por último una recomendación para los confesores, invitados a «contemplarse desde los dos extremos opuestos: el rigorismo y el laxismo», y a recordar siempre que «la confesión no es un tribunal de condena, sino experiencia de perdón y de misericordia».