¡Hagámonos muy amigos de Jesús!

PALABRA DOMINICAL
V Domingo de Cuaresma - Jn. 11, 1 ? 45

El evangelio de hoy nos presenta la resurrección de Lázaro, que es un signo de la resurrección futura y del poder de Dios, además es una gran catequesis sobre la vida y la fe en la resurrección; el signo más importante elegido por Juan, para mostrar que Jesús es más fuerte que la muerte y que su vida termina dando vida.

Con esta narración de la resurrección de Lázaro culmina un proceso en el que Jesús se ha ido dando a conocer a través de sus ?signos?. Siendo el número siete, número que en la Biblia significa totalidad, expresa de manera plena lo que ya se estaba anunciando en los demás signos, y a la vez anticipa el signo por excelencia, su resurrección. Sacando a su amigo del sepulcro, Jesús se manifiesta como Señor de la Vida, una revelación que solamente se entenderá plenamente cuando Él sea glorificado.

Cuando Jesús habla de la resurrección, Marta entiende a la manera judía, como algo que sucederá al final de los tiempos, sin embargo Jesús le invita a ir más allá, a superar los conceptos aprendidos para centrarse en su persona. Por ello, al revelar que Él mismo es la ?resurrección y la vida?, afirma que la vida eterna prometida no es solo una esperanza para el futuro sino una realidad ya presente y actuante para todo aquel que cree en Él. Ante esta afirmación de Jesús, viene el gran desafío de creer para Marta: ?¿Crees tú esto??, un reto que es para todos los discípulos hoy. A partir de ello, Marta expresa una de las más completas confesiones de fe que se pronuncian en el evangelio, pero que no alcanza a comprender del todo porque posteriormente le dirá: ?Señor si hubieras estado aquí, no habría muerto??. De nueva cuenta parece que el camino de madurez en la fe es un proceso, donde Jesús da el seguimiento.

Aunque nadie le pidió que lo resucitara, la acción y el don de Dios sobrepasan las expectativas humanas. Lázaro es una figura representativa a través de la cual se nos enseña lo que le ocurre a todo discípulo cuando cree en Él, cuando se es amigo de Jesús. Por ello, si nuestra fe es madura, no podemos esperar hasta el final de los tiempos para mostrar que la Pascua de Cristo nos ha sacado de nuestras tumbas y nos ha liberado del poder de la muerte.

La invitación es a que ante el misterio de la muerte, la confianza en Él sea una característica del creyente hoy. Nos ilumina esta anécdota: Cuentan que en una noche oscura, un escalador de la montaña resbala entre la nieve, cae al vacío, pero queda colgado en la larga cuerda de seguridad. Grita pidiendo ayuda, pero también reza en su interior: ?¡ayúdame, Dios mío!?; lo hizo en varias ocasiones hasta que una voz interior le contestó: ?¿Realmente crees que te puedo salvar? ?. ?Sí, creo y haré lo que me pidas con tal de salvarme?. La respuesta de Dios fue, ?Suéltate de la cuerda?. En un momento de discernimiento aquel hombre siente miedo y se aferra más de la cuerda. Al día siguiente lo encontraron muerto por la temperatura congelante. ¡Estaba a un metro del suelo!

Sin duda, tenemos que creer que la misericordia de Dios se sobrepone a nuestras incertidumbres.

A todos nos cuesta soltarnos de la cuerda, pero la fe es un ejercicio que se hace permanentemente en pequeños actos de fe que van consolidándola; sin embargo hay que estar preparados para ello, intensificando nuestra oración y por tanto nuestra amistad con Cristo, y procuremos aumentar nuestra confianza en Dios ante el oscuro trance de la muerte. ¡Hagámonos muy amigos de Jesús! Es el reto para el discípulo: La audacia de creer.

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