¡LOS NIÑOS SON: LAS FLORES QUE ALEGRAN, ADORNAN Y CANSAN EL AMBIENTE FAMILIAR!

¡PERO SON LA RIQUEZA Y EL FUTURO DE LA SOCIEDAD CIVIL Y RELIGIOSA!

​Estamos viviendo el final del primer mes del trimestre familiar. Abril festejamos a las flores del jardín familiar. En mayo a uno de los nobles y valiosos pilares de la familia: La Mamá y en junio al otro pilar valioso que es: El Papá. Meses muy importantes que nos invitan a festejar a estos valiosos regalos que Dios nos da. No olvide que ningún ser humano, ha escogido a estos seres queridos que nos trajeron al mundo. Fue el Divino Creador quien nos los escogió. Y los hijos son también un regado de Dios. Pero también, son días muy importantes para reflexionar en la gran dignidad de cada uno de ellos, empezando por los hijos desde su primera edad.

​Con ocasión del día del -Niño- es muy necesario, reflexionar sobre su importancia y dignidad; y la necesidad de una recta educación, dada la cultura que estamos viviendo. Que no es la época de: Sara García y Joaquín Pardavé. Como papás responsables y ejemplares reflexione, que los niños son el verde esperanza de la humanidad. En ellos está la promesa de una nueva sociedad. Todos comprendemos la importancia que representan las nuevas vidas para cualquier nación. De ahí la necesidad de expresar algunas ideas sobre los niños y su educación. Todo matrimonio, normal y perfecto, anhela la presencia gozosa y comprometedora de los hijos. Los esposos normales sienten el deseo de ver florecer en el huerto del hogar las nuevas vidas que son prolongación de la de ellos. Los hijos son regalo de Dios y fruto de un auténtico amor matrimonial. Es cierto que la unión del matrimonio, no se reduce única y exclusivamente a la cuestión de la procreación, ya que la función sexual no es únicamente instrumento de transmitir la vida, sino también es un medio específico y complementario, de llevar a plenitud el amor humano. El dinamismo sexual humano, no está encausado exclusivamente, en el bien de la especie, como los animales; sino que está destinado a servir a cosas más altas, ya que el fin del hombre, también trasciende los horizontes temporales. Pero tampoco se puede negar, que los hijos son el complemento de la unión íntima de los esposos: la transmisión de la vida; si no es un objetivo exclusivo del matrimonio, si es un deber fundamental. El matrimonio implica el don de la vida; y no sería feliz y completo sin la procreación de los hijos. Estos son la riqueza y la felicidad de la familia, por lo que vale la pena el sacrificio hasta el heroísmo como las madres que han muerto, a causa de traer al mundo al hijo. Hogares sin hijos, son como jardines en donde no hay policromía ni perfume de flores. Un egoísmo y realismo exagerado hacen que los esposos, piensen con angustia sobre el aspecto negativo de los hijos y no el positivo. Los niños siempre causan alegría, pero exigen atención y formación de parte de Papá y Mamá.

​Su presencia es comprometedora y exigente. Hay el deber de educarlos y he aquí el problema, que muchos no solucionan porque no lo entienden y piensan que con comprarles ropa y mandarlos a la escuela la misión está cumplida. Educar es un concepto muy amplio que abarca al niño en toda su integridad de parte material y espiritual. Educar, si nos atenemos a la etimología, es una capacidad de comprensión de parte de los educadores, aquí en el caso de los padres de familia, para ayudar a los hijos a que se desarrollen y desenvuelvan en todas sus posibilidades, que viven en su alma y corazón; muchos piensan que son padres porque han engendrado, pero no les importa saber que cada hijo es un mundo, con su inteligencia, con su voluntad, con su carácter, con sus cualidades, con sus virtudes y con sus defectos, elementos todos ellos que entran en el desarrollo de su personalidad y que los padres como agricultores expertos deben cuidar, para hacer de su hijo un hombre, en el sentido exacto de la palabra. Si los padres de familia no logran esto, no merecen con plenitud el hermoso nombre de padres, y vivirán alejados de la realidad. Educar es todo un arte y una ciencia, que tiene sus diferentes etapas, según las diferentes edades: educación prenatal, infancia, adolescencia, juventud y adultez. Cada una de estas etapas tienen diferentes formas de ayudar al hijo a ser lo que debe ser. La presencia de los hijos es comprometedora, en cuanto que exige de los padres que sean guía y maestros. Pero un guía que no sabe el camino, de nada nos sirve; y un maestro que carece de conocimientos, será imposible que los pueda transmitir. Nadie da lo que no tiene. Se da de lo que se tiene. Si los padres de familia únicamente tienen preocupaciones por pagar alimentos y vestidos y se sienten satisfechos, por haber proporcionado a sus hijos una simple instrucción muy adelantada o en haberlos colocado en una situación muy brillante, su paternidad esta mutilada e incompleta. Ser padre también implica enseñar a sus hijos el gusto por las cosas de Dios, por los valores sobrenaturales. Todo esto hecho con amor. El niño asimila el ambiente familiar, lleno de fe o ateo.

​Recuerde que el MAESTRO DIVINO, en sus enseñanzas evangélicas, resalta la dignidad e importancia de los niños. Poniéndolos como ejemplo a vivir, para poder entrar en el Reino de los Cielos. Y advirtiéndonos que, el que aleje de El a los niños, merece que le amarren una piedra de molino al cuello y lo arrojen al fondo del mar. La educación a la luz del evangelio es una actitud que lleva el anuncio de la Buena Nueva sobre el hombre. Que nos lleva a comprender la dignidad humana, el respeto que debemos tener a los carismas personales y ayudar al educando a que llegue al fin para el que ha sido destinado. El hogar es la primera escuela en la que asiste el niño. Y papá y mamá, son los primeros maestros, que deben enseñar con la palabra y con el ejemplo, a cumplir con los compromisos adquiridos por el bautismo. Sin atiborrar al niño con las exigencias de la fe, si deben tender a la comprensión y convencimiento acorde a la edad. Que vaya sintiendo la necesidad y atractivo de Dios, el deseo de conocerlo, amarlo y servirlo, cumpliendo lo mejor que pueda con su divina voluntad. Que los niños sepan que el hombre salió de Dios, y con El, debe tener un continuo diálogo de amor a través de la oración y vivencia religiosa y al final de la vida volver a Él. Ojala que los hijos siempre recuerden, los perfumados recuerdos religiosos que respiraron a través de los consejos y ejemplos de papá y mamá. Y ahora amen y sirvan con generosidad y alegría al creador del hombre, que nos espera. Como buenos padres de familia, conviértanse en amigos de sus hijos: gánense su confianza. Muestren a sus hijos el buen camino por medio del ejemplo. Ocúpense de saber en dónde se encuentran sus hijos en todo momento. Si uno de sus hijos se descarría, muéstrenles su error con toda bondad. Permitan que sus hijos se consideren parte vital en la unión de la familia. Es el deber de los padres explicar a sus hijos adolescentes las verdades sobre la vida y sus deberes como hombres y mujeres, ante la sociedad. Que las puertas de la casa siempre estén abiertas para los amigos de sus hijos. Estimulen su instrucción religiosa, llevándolos al catecismo y a grupos parroquiales. Infundan en sus hijos el amor a la patria y a la sociedad para que no sean problema social

​Hoy, día del niño, papá y mamá deben reflexionar en su gran dignidad de ser colaboradores de Dios en la transmisión de la vida humana. Agradezcan a Dios las flores del jardín familiar. Ojala que su paternidad y maternidad, no estén en quiebra. Recuerde que la grandeza de la sociedad, está condicionada a la grandeza del hogar. Y ésta a la calidad de papá y mamá. Ojala que nunca aparezca en la puerta del hogar cuando lleguen los niños de la escuela como una advertencia, el letrero que dice: “PELIGRO, HOMBRES TRABAJANDO, MUJERES DESCANSANDO”. Tengan siempre presente, que la familia es una comunidad de verdadero amor, que es un pozo profundo sin fondo; un abismo inefable. El amor verdadero es el alma de la vida matrimonial y familiar, y sin él, el matrimonio y la familia pierden su gracia y finalidad. Hay que ser alpinista y escalar la montaña hasta llegar al amor oblativo, para servirse como esposos y como padres de Familia. ¡Arriba y adelante! Con la misión encomendada, por el Divino Padre y que ustedes aceptaron, el día que recibieron el Sacramento del Matrimonio.