La fiesta de Resurrección de Jesús

¡Estamos celebrando a Jesús resucitado!

Esto no significa que superó el “trago amargo” de la muerte en cruz como si se tratara de un mal momento que debiera borrarse.

La resurrección tampoco significa que Jesús vuelve a la vida de antes.

Jesús lo había dicho –y lo repite ya resucitado-, que era necesario padecer, ser rechazado, morir y luego resucitar.

Todo el Antiguo Testamento y también todo lo que Jesús dice y hace en su misión, orienta a la Cruz y la Resurrección.

De hecho los evangelistas escriben todo lo que Jesús dijo e hizo a la luz de su muerte-resurrección.

Al resucitar, Jesús entra en una vida nueva: conserva las marcas de los clavos en las manos y los pies, así como de la lanza en el costado; pero es ahora un glorioso, que ya no puede volver a morir. Ha vencido la muerte. Vive para siempre.

De este modo para nosotros celebrar la resurrección no es volviendo a nuestra vida de antes de la Semana Santa, sino entrando en una vida nueva.

Resucitar con Jesús es morir a nuestras tendencias pecaminosas y crecer en las virtudes opuestas. Por ejemplo:

Dejar la amargura y el pesimismo y crecer en la bondad y la positividad.

Dejar el deseo de venganza y crecer en el perdón de corazón.

Levantarnos de “lo mismo de siempre”; darnos esperanza de mejorar… y tener esa esperanza en los demás: esposo-a, hijos, hermanos, compañeros de trabajo, de estudio.

Nuestra familia, nuestra comunidad, nuestro país, nuestra Iglesia, necesita personas que demos testimonio de Jesús resucitado en tantos momentos y lugares de cada día.

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