Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario

CATEQUESIS DE CRISTO REY SOBRE EL OCASO DE NUESTRA VIDA Y DE LA HUMANIDAD, DONDE SEREMOS JUZGADOS EN EL AMOR (MT. 25, 31 – 46)

Jesucristo al iniciar la misión de Dios Padre, se hizo semejante en todo a cada uno de nosotros, nos obtuvo el perdón de todos nuestros pecados y nos reconcilió definitivamente con nuestro Padre Bueno; y nos prometió venir por cada uno de nosotros para llevarnos a la casa del Padre; así también vendrá a entregar toda la creación y la humanidad plenamente restaurada, a su Padre y a nuestro Padre Dios.

En esta catequesis Jesucristo nos da algunas señales seguras de cómo se realizará este evento maravilloso de restauración universal: él vendrá con todo su esplendor, rodeado de sus ángeles para manifestarnos que la inmensa mayoría de los humanos, retornaremos a la casa paterna; porque El siempre, como buen pastor nos acompaña (Ez. 34, 11-17) y nos abre el camino hacia nuestra meta, muriendo, resucitando y subiendo a la casa del Padre (1Cor. 15,20-28); también nos indica claramente cómo vivir nuestra existencia junto con El, a fin de participar en esta victoria final; pues seremos juzgados sobre el Amor con que vivamos nuestra existencia; pues, ya nos dejó las preguntas concretas sobre las cuáles seremos examinados.

Jesucristo siempre está y estará a nuestra disposición camina con nosotros, para que juntos comencemos y recomencemos a resolverlas; además, sin que lo busquemos, El nos ofrece una infinidad de posibilidades en nuestros hermanos extremadamente necesitados, y El nos anima a que les expresemos nuestro amor, haciéndose realmente presente en cada uno de ellos; Pues Cristo está lleno de salud en las personas sanas y enfermo en aquellas enfermas. Si el amor es la norma que mueve nuestra vida, con seguridad y sin miedo escucharemos esa expresión feliz del Señor Jesús “Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo”. Y no nos vaya a tomar por sorpresa irremediable, que escuchemos en ese momento la reprobación de nuestra vida hacia una eternidad de castigo: “Apartaos de mi malditos al fuego eterno… ” (San Juan Crisóstomo homilías sobre el Evangelio de Mateo 79, 2).

Tomemos en serio, estas oportunidades que Jesús nos presenta frecuentemente, como las acciones más importantes de nuestra existencia, porque de la manera como las realicemos estamos ganando el derecho y la inmensa alegría de volver junto con Cristo a la casa paterna; pero no solos, si no siempre en familia, en comunidad, como Pueblo de Dios.

+ Felipe Padilla Cardona.