¡LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR!

Su admirable viaje al espacio: “El Retorno glorioso al Padre”. Punto culminante de su paso por la tierra y su glorificación definitiva y sin límites. “Salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo al mundo y vuelvo al Padre. Y alzando las manos los bendijo y se alejaba de ellos e iba subiendo al cielo”. Jesús había terminado su misión en la tierra. Vino del cielo, para predicar el reino de Dios, rescatar a la humanidad caída y fundar el Nuevo Pueblo de los hijos de Dios, ya no le faltaba más que transformar a los continuadores de su obra en otros Cristos, dotándolos del Divino Espíritu que hablará por su boca y obrará por sus manos. Jesús pasó por el mundo como la luz del sol, por el lodazal, sin contaminarse y haciendo siempre el bien. Su misión había terminado, pero no su obra. El sembrador divino ya ha sembrado y deja obreros, para que cultiven y levanten la cosecha. El arquitecto divino ha trazado el plano y ha puesto la cimentación sobre la roca, que los ciclones infernales no podrán destruir y sus discípulos y enviados levantarán el edificio eclesial; el rey de cielos y tierra ha dado sus órdenes y sus soldados completarán el triunfo. Han pasado cuarenta días desde su gloriosa resurrección y durante los cuales se apareció varias veces a sus discípulos y los dotó de todo lo necesario, para que continuaran su obra. Puso como cabeza visible de la Iglesia por El fundada a San Pedro; le dio las llaves del Reino de los cielos y le confirió el Primado. Y a los demás apóstoles les dio el poder de perdonar los pecados y los envió a predicar y a bautizar a los hombres de todas las épocas y de todo el mundo. Y así a aquellos humildes e ignorantes pescadores, se les confiaba la misión más atrevida que ningún otro hombre había recibido. Aquellos once hombres instrumentos débiles, van a ser portadores de inmensos tesoros.

Estamos celebrando en este Domingo del tiempo pascual, la subida al cielo de Nuestro Señor Jesucristo. Narra el Evangelio que Jesús reunió por última vez en el lugar en donde se había realizado el gran portento de la institución de la Eucaristía. No sabían que sería la última aparición del Maestro resucitado y que iban a comenzar una nueva vida. Terminada la comida, los condujo al monte de los Olivos y llegados a la cumbre, Jesús converso con ellos, les recordó la misión que les había encomendado, les renovó la promesa de que les enviaría al Espíritu Santo; les recomendó que no se apartaran de Jerusalén y que esperaran el cumplimiento de la promesa unidos en oración y comenzó a elevarse majestuosamente, por su propia virtud hacia el cielo y mientras esto sucedía les daba su bendición y con ella también les daba la fuerza necesaria para vivir sin la presencia visible del Maestro, de obrar y continuar su obra. Los discípulos asombrados le observaban, sin perder el menor detalle; y una profunda tristeza se apoderó de todos ellos al ver al Maestro que se alejaba rodeado de una nube resplandeciente que lo ocultó completamente a su mirada. Y como continuaban mirando el lugar por donde lo habían visto desaparecer, entonces dos ángeles vestidos de blanco se les aparecieron y les dijeron: “Varones de Galilea ¿qué hacen aquí mirando al cielo? Este Jesús que acaba de separarse de ustedes para ir al cielo, volverá de allí, de la misma manera como lo han visto subir”. La resurrección de Jesús y su ascensión al cielo, demuestran de manera definitiva su origen y naturaleza divina y la exaltación a la derecha del Padre. El que en su primera venida llegó en forma de siervo para salvar a la humanidad, volverá en su segunda venida, con majestad de Rey de reyes para juzgarla. Los apóstoles en profunda adoración, sin ninguna oscuridad de duda, ni vacilación vuelven a Jerusalén, para cumplir la misión encomendada, de establecer en toda la tierra el Reino de Dios, aunque le hagan una guerra sin tregua. Y desde entonces hasta el fin del mundo, la historia de los siglos no será más que el cumplimiento de este mandato. La Iglesia Católica que es el reino de Jesús, no cesará de extenderse y de enviar elegidos al cielo a ocupar la habitación preparada por el mismo Cristo. Pero los anticristos discípulos de Belcebú, uno después de otro, irán a juntarse con su maestro en el fondo del abismo infernal y quieran o no, tendrán que reconocerlo, a quien desconocieran y negaran su divinidad aquí en la tierra. La ascensión es el final de la misión terrestre de Jesús. Su nueva existencia, inaugurada con la resurrección, se ve coronada con la ida al cielo, al lado del Padre. Pero sigue presente entre nosotros. El Buen Pastor, no puede abandonar a su rebaño.

Los fines y frutos de la ascensión de Jesús al cielo. La entrada de Cristo con su cuerpo glorioso, en el reino escatológico, representa las primicias, la prenda y la causa de nuestra propia glorificación y de nuestra salud definitiva. La ascensión es un signo de garantía, de nuestra condición de ciudadanos del cielo. El, penetró primero para preparar un lugar a los creyentes en El; y luego retornará y les dará posesión de ese reino para que vivan siempre junto a Él. La ascensión de Jesús, debe fomentar en nosotros de modo especial la virtud teologal de la esperanza. Virtud que está llamada a fortalecernos en las luchas y tentaciones de la vida, recordándonos que si combatimos con Cristo, con el seremos glorificados; porque la victoria de Cristo es la victoria de todos nosotros. El sube al cielo, para estar a la derecha del Padre e interceder por nosotros. Con tal abogado ¿quién podrá separarnos del amor de Cristo?, cuya figura se agiganta conforme pasan los siglos. La historia y el misterio de la ascensión, no es el punto final de la misión de Cristo; sino el comienzo germinal del Nuevo mundo y la acción del Espíritu Santo será la continuación, el complemento de la obra de Cristo. Pentecostés punto de arranque de la Iglesia Católica fundada por Jesucristo. Ante la dulce y majestuosa figura de Cristo ascendiendo al cielo no podemos quedarnos sólo viendo ¡Galileos! ¿Qué están haciendo allí mirando al cielo? Hay por delante todo un programa eclesial por realizar que requiere: esfuerzo, trabajo y testimonio. Tenemos una misión que cumplir. Predicar el evangelio a toda criatura. Empezando por la Iglesia doméstica, que es la familia. Los padres de familia deben ser los primeros que con la palabra y el ejemplo prediquen a sus hijos la doctrina de Jesús. Papá y mamá deben ser: Profetas, Testigos y Apóstoles de Jesucristo dentro del cuadro familiar. No olvide que el ambiente familiar es decisivo para la educación cristiana de los hijos. Como pequeña Iglesia, debe ser una escuela de fe y lugar de oración común. Es en la familia en donde deben crecer y madurar los comportamientos humanos y cristianos, sin los cuales ni la sociedad civil, ni eclesial pueden subsistir. Trate de cumplir con la misión encomendada, con alegría, para que un día esté con El, en el cielo. En donde nos ha preparado un lugar, para que vivamos con El. Reflexionemos sobre la misión que Cristo encomienda a los apóstoles y a toda la comunidad eclesial, que es la evangelización universal. Porque todos somos iglesia, es decir comunidad de salvación y por lo mismo comunidad apostólica y estamos llamados y mandados a trabajar por la salvación de los demás. Y como bautizados somos miembros del cuerpo de Cristo y como tales se debe ayudar, a los demás miembros a que cumplan con el fin que Dios les dio. Todos llenos de caridad que es el mandamiento fundamental con doble aspecto: amor a Dios y al hermano, a todos nos urge este amor a trabajar por el Reino de Dios y que todos los seres humanos lleguemos a él. Conscientes de esto, trabajemos la misión encomendada. ¡Arriba y adelante!