Lecturas del viernes, séptima semana de Pascua, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Vie, 2014-06-06

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 25, 13-21

En aquellos días, el rey Agripa llegó a Cesarea con Berenice para cumplimentar a Festo, y se entretuvieron allí bastantes días. Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole: -«Tengo aquí un preso, que ha dejado Félix; cuando fui a Jerusalén, los sumos sacerdotes y los ancianos judíos presentaron acusación contra él, pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana ceder a un hombre por las buenas; primero el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse. Vinieron conmigo a Cesarea, y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre. Pero, cuando los acusadores tomaron la palabra, no adujeron ningún cargo grave de los que yo suponía; se trataba sólo de ciertas discusiones acerca de su religión y de un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí. Pero, corno Pablo ha apelado, pidiendo que lo deje en la cárcel, para que decida su majestad, he dado orden de tenerlo en prisión hasta que pueda remitirlo al César.»

Sal 102, 1-2. 11-12. 19-20ab R. El Señor puso en el cielo su trono.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.

El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 15-19

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro: - «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Él le contestó: - «Sí, Señor, tú, sabes que te quiero.» Jesús le dice: - «Apacienta mis corderos.» Por segunda vez le pregunta: - «Simón, hijo de Juan, ¿me arnas?» Él le contesta: - «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Él le dice: - «Pastorea mis ovejas.» Por tercera vez le pregunta: - «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: - «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.» Jesús le dice: - «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: - «Sígueme.»

II. Compartimos la Palabra

A lo largo de estas siete semanas de tiempo pascual han desfilado diversos testigos de la Resurrección. El protagonista, el Espíritu Santo, ha ido cambiando de mentalidad a los discípulos para que alcanzaran el total convencimiento de que aquel mismo Jesús que murió, vivía. Además del Espíritu, Jesús en sus apariciones les va convenciendo y haciéndoles ver que es el mismo, pero distinto. Hoy dos testigos más: Pablo y Pedro.

“Un difunto que Pablo sostiene que está vivo”

Nunca agradeceremos lo suficiente al sucesor de Félix y nuevo Gobernador de Judea, Porcio Festo, el resumen que hace al rey Agripa y a su hermana Berenice, del caso de Pablo. Según él, uno de los más curiosos que ha heredado de su antecesor y que él quiere resolver, ateniéndose a la ley, cuanto antes. La frase que lo resume todo es: “Nada importante; sólo asuntos de su religión. Un difunto, llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo”.
Difícil decirlo mejor y más claro. Efectivamente, Pablo lo sostenía y daba testimonio de aquella verdad y de aquel hombre, que, curiosamente, era también Dios. Y por sostenerlo y testimoniarlo, le decapitaron. Y, después de veinte siglos, la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma, sigue siendo un testimonio de que “aquel hombre, llamado Jesús” vive, sigue viviendo.

Hoy son muchos –somos muchos- los que sostenemos lo mismo, lo testimoniamos y lo vivimos a lo largo y ancho del mundo. Y hoy sigue habiendo “Festos” que ven y juzgan ese gesto como algo anacrónico, un tanto ridículo y como “asuntos de su religión”. Y también hoy hay otros que, como en el caso de Pablo, piensan que “esos asuntos” son tan peligrosos que hay que eliminar a sus portadores. No se dan cuenta de que quitar de en medio a las personas no es ninguna heroicidad; pero no podrán tan fácilmente eliminar las convicciones de las personas cuando, por mantenerlas, se está dispuesto a vivir y, en su caso, morir. Porque para ellas, “el difunto, Jesús, vive”.

Las pruebas del amor y la siempre “nueva evangelización”

Pedro, a sus años, sigue sufriendo pruebas y exámenes sobre el amor. Digo “sigue”, porque ésta no es la primera en la que no le había ido excesivamente bien. Aunque la “roca”, la “piedra” era dura, esta vez sale mejor parado. Puede que se acordara de aquella frase que le había dicho Jesús: “¡Simón, Simón!, Mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, conforta a tus hermanos” (Lc 22,31s).

Jesús le hace por tres veces la misma pregunta: “Simón, ¿me amas?”, a la que Pedro contestará sucesivamente: "Sí, “Señor, tú sabes que te quiero”. Entonces Jesús le confía su misión colocándole en un puesto de confianza.

Bien está todo lo que se ha escrito sobre la “nueva evangelización”. Bien está la formación integral de los “enviados” y ojalá fuera ésta la mejor. Pero, Jesús hoy a Pedro sólo le examina del amor. Y, aprobado, le entrega sus credenciales: “Apacienta mis ovejas”. Hoy, Pedro -¡perdón! Francisco- sigue prodigando amor, a Jesús y a las ovejas, hasta tal punto que pide a sus colaboradores que “huelan a oveja”.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino