Lecturas del sábado, séptima semana de Pascua, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Sáb, 2014-06-07

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 28,16-20.30-31

Cuando llegamos a Roma, le permitieron a Pablo vivir por su cuenta en una casa, con un soldado que lo vigilase.
Tres días después, convocó a los judíos principales; cuando se reunieron, les dijo: «Hermanos, estoy aquí preso sin haber hecho nada contra el pueblo ni las tradiciones de nuestros padres; en Jerusalén me entregaron a los romanos. Me interrogaron y querían ponerme en libertad, porque no encontraban nada que mereciera la muerte; pero, como los judíos se oponían, tuve que apelar al César; aunque no es que tenga intención de acusar a mi pueblo. Por este motivo he querido veros y hablar con vosotros; pues por la esperanza de Israel llevo encima estas cadenas.» Vivió allí dos años enteros a su propia costa, recibiendo a todos los que acudían, predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos.

Sal 10, 4. 5 y 7: R. Los buenos verán tu rostro, Señor.

El Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo;
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres. R/.

El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.
Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 20-25

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús tanto amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado:
«Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y éste ¿qué?» Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.»
Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino:
«Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?»
Éste es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo.

II. Compartimos la Palabra

“Enseñando la vida del Señor Jesucristo”

San Pablo experimentó y vivió muchas de las palabras de Jesús: “No es el siervo mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán; si guardaren mi palabra, también guardarán la vuestra”. Varias persecuciones sufrió Pablo, principalmente por parte de sus hermanos judíos. La que relata la primera lectura le lleva a Roma, porque Pablo apeló al César. En esta ciudad, y “ante los principales de los judíos” intenta probarles su inocencia y se atreve a predicarles ¡como no! a Jesucristo. A algunos les convenció, pero a otros muchos no, ante la tristeza del apóstol. Pero como Pablo, desde su conversión, sabía que Jesús es “el camino, la verdad y la vida”, que era la mejor noticia que podía difundir para alegrar el corazón de sus oyentes, durante dos años permaneció en esa ciudad “enseñando a los gentiles la vida del Señor Jesucristo”, con una buena aceptación, cumpliéndose así la segunda parte de las primeras palabras que hemos citado de Jesús.

“¿A ti qué? Tú sígueme”

Hay preguntas que nos asaltan a la vuelta de cada esquina. Una de ellas es: “¿Dónde apoyo mi vida”. En nuestro caminar detrás de Jesús, a quien, alegres y convencidos, hemos prometido seguirle donde quiera que vaya, no todo es lineal. A veces, nuestro corazón humano se enreda en acontecimientos, relaciones, vivencias… y se puede apegar con demasiada intensidad a ellos. Nosotros, los cristianos, queremos apoyar nuestra vida, nuestros días y nuestras noches, en el amor que Cristo nos ha manifestado, y desde ahí seguir el camino que él nos ha trazado. Pero, y es el caso que relata el evangelio de hoy, surgen relaciones fraternas fuertes con algunas personas… algo siempre bueno. Pero no hasta el punto de apoyar nuestra vida en la relación con ellas, en que ellas sigan cerca de nosotros siempre, en que no podamos vivir sin ellas. Cuando Pedro pregunta a Jesús: “Señor, y este ¿qué?”. Jesús es bien claro: “¿A ti qué? Tú sígueme”. Lo importante, donde tenemos que apoyar nuestra vida es en el seguimiento de Jesús, y nunca en el seguimiento o en permanecer siempre al lado de un hermano.

Fray Manuel Santos Sánchez
Real Convento de Predicadores (Valencia)