Hoy la Iglesia Católica fundada por Jesucristo en su liturgia que es culto oficial, tiene como objeto especial el grandioso y profundo misterio insondable al entendimiento humano que nos enseña y afirma la unidad de Dios en tres personas realmente distintas. Esta verdad es el Centro y el objeto primario de la fe cristiana, del culto y de la alabanza. La fe en esta verdad revelada diferencia al cristianismo de todas las otras religiones que no aceptan este misterio, que nos enseña que en Dios hay tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, que tienen la misma naturaleza divina y son un solo Dios. Esta afirmación no es una verdad, ni empírica, ni científica, ni filosófica, sino revelada. Esto quiere decir que la realidad de la existencia de Dios de tres personas distintas entre sí e iguales en su naturaleza no puede ser descubierta, ni comprobada por el hombre, con los medios naturales de su entendimiento. Aún más ni siquiera después de la revelación de la vida trinitaria de Dios, el hombre no puede entender de un modo positivo su posibilidad interna. La Iglesia Católica fundada por Jesucristo, abismada en la meditación de este admirable misterio, lo celebra en forma especial en este día, dándole gracias por ser causa eficiente de nuestra redención y santificación: Durante el ciclo litúrgico católico, contemplamos todos los misterios de la vida de Cristo entre nosotros, con los que nos redime, después celebramos la obra santificadora del Espíritu Consolador en la Iglesia, ahora es justo y necesario manifestar nuestro agradecimiento a Dios en su trinidad e indivisible unidad. “A El, la gloria y el poder por los siglos de los siglos”.
Este misterio de la Trinidad Santísima se encuentra enseñado en las páginas bíblicas desde el Antiguo Testamento, aunque no lo haga con mucha claridad. Es en el Nuevo Testamento en donde se nos afirma y enseña en forma clara y precisa la Unidad y Trinidad Divina: es en el bautismo de Jesús. El Padre dejó oír su voz, el Hijo que está siendo bautizado y el Espíritu Santo que descendió en forma de paloma. Otra escena trinitaria es cuando Jesús manda a sus apóstoles a predicar el evangelio y a bautizar, en el nombre de la Santísima Trinidad. La historicidad de estos textos no puede ser impugnada. Estos Textos evangélicos, nos hablan de la Santísima Trinidad como una realidad santificante y salvífica para toda la Iglesia. Hay además otros muchos textos que nos hablan de esta verdad revelada; por eso la Iglesia la confiesa cuando hace la profesión de fe “El Credo”, cuando administra los sacramentos; en la doxología y cuando los fieles se persignan y santiguan. Esta verdad bíblica, de la triple personalidad de Dios, distinta, no por su naturaleza, ni por sus perfecciones, ni por sus obras exteriores, sino por su origen, ha sido aclarada a lo largo de los siglos. ¡Océano inmenso! De imposible comprensión y defendida de falsificaciones y ataques. Y cuanto más fuertes fueron las objeciones de: Sabelio, Maniqueo, Fátimo, Arrio y Macedonio, más agudamente se afirmaron los conceptos filosóficos y teológicos. Doctrinas heréticas que han lastimado a la Barca de Pedro, pero jamás la han hundido, ni la hundirán. Ante este misterio de fe, profundo e inescrutable, no tratemos de investigarlo, con la luz de la razón, sino apoyarnos en el bastón de la fe, que nos indica el camino a seguir. Aceptemos lo que la fe nos enseña. Es una verdad de fe; incomprensible pero no contradictoria. Hay verdades a nivel del entendimiento humano, pero hay otras que le sobrepasan, como el conocer la naturaleza y la esencia en la que hay unidad y la diversidad; son cuestiones profundas y oscuras a los ojos humanos. Ha habido intentos filosóficos forzados por aclarar y comprender esta enseñanza bíblica, pero han fracasado, porque carecen de la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Y como les faltaba esta luz, de caída en caída llegaron a los absurdos filosóficos y errores heréticos, que convirtieron en insensatos a los que pretendían pasar por sabios. Sin embargo hay que reconocer que dentro del apogeo de la filosofía griega, de Sócrates, Platón y Aristóteles, ya hablan de un ser, creador del mundo de un “Eón” una Mónada que engendró a la monada y reflexionando sobre sí mismo, produjo el Ardor. Lejanos reflejos doctrinales de la Santísima Trinidad. Esta filosofía, proporcionó a los Padres de la primitiva Iglesia material conceptual filosófico, para ir aclarando dentro de lo posible el Misterio Trinitario, que siempre ha sido atacado de una u otra forma. Porque el entendimiento humano no quiere ser humillado, aceptando afirmaciones que repugnan a toda lógica. Como el enseñar que tres, son uno; o un Dios crucificado y aceptar tales afirmaciones de tal manera, que esté dispuesto a morir por ellos, como lo hicieron los mártires y este ejemplo es más elocuente que cualquier razonamiento científico y filosófico. No olvide la superioridad de la fe, sobre la razón; “Tomás tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”. Los misterios de la fe, son incomprensibles pero no contradictorios. Únicamente es preciso no alterar los términos filosóficos y teológicos, con los que el magisterio eclesiástico enseña estas verdades reveladas. La doctrina de la Iglesia, no dice que en Dios hay tres personas y son una sola persona; o que hay tres naturalezas y son una sola naturaleza. Esto es contradictorio; la Teología afirma fundamentada en la revelación que en Dios hay tres personas realmente distintas y una sola naturaleza. Y esto, no es contradictorio.
Nuestra actitud de fe, nos lleva a rendir homenaje de adoración y de amor a la Santísima Trinidad. Agradecerle los inmensos beneficios de la Creación, Encarnación y Redención. Y encomendarnos a su Divina Providencia, cuya grandeza e incomprensión prueban su Divinidad. Arriba No dude de la palabra de Dios. Ante los misterios de nuestra fe, diga simplemente: ¡Amén! ¡Arriba y adelante en su vida de fe!