San Bernabé: discípulo misionero de Cristo

Hoy celebramos a san Bernabé, colaborador de san Pablo. Convertido al cristiano tras la resurrección de Jesús, con gran generosidad puso en manos de los Apóstoles sus bienes para ayudar a las necesidades de la Iglesia (cfr. Hch 4, 37). Más tarde dio testimonio de la conversión de Saulo ante la comunidad de Jerusalén, que todavía desconfiaba de su antiguo perseguidor (cfr. Hch 9, 27).

Enviado a anunciar el Evangelio en Antioquía de Siria (cfr. Hch 13, 1), al ver las primeras conversiones de los paganos, fue a Tarso a buscar a san Pablo para invitarlo a evangelizar a los no judíos. Ambos, enviados por la Iglesia de Antioquía, comenzaron el llamado primer viaje misionero de san Pablo, por Chipre y Anatolia, actual Turquía (cfr. Hch 13-14).

Bernabé y Pablo participaron en el concilio de Jerusalén, donde se estableció no exigir la circuncisión a los conversos no judíos (cf. Hch 15, 1-35).

Al inicio de su segundo viaje misionero, Pablo y Bernabé se distanciaron porque Pablo se oponía a que Juan Marcos los acompañara, argumentando que los había dejado durante el viaje anterior (cf. Hch 13, 13; 15, 36-40).

Esto nos deja ver que incluso entre los santos pueden surgir diferencias, algo que Benedicto XVI calificaba como “muy consolador”, “pues vemos –decía– que los santos… son personas como nosotros... La santidad no consiste en no equivocarse o no pecar nunca. La santidad crece con la capacidad de conversión, de arrepentimiento, de disponibilidad para volver a comenzar, y sobre todo con la capacidad de reconciliación y de perdón”.

Así lo vemos con san Pablo, que luego se reconcilió con Marcos, a quien incluso en sus últimas cartas (Filemón y 2 Timoteo), llama a “mi colaborador”. Pero antes de eso, Bernabé y Juan Marcos fueron a Chipre hacia el año 49 (cfr. Hch 15, 39). Es lo último que se dice de él.

Tertuliano le atribuye la carta a los Hebreos, lo cual es verosímil, pues, siendo de la tribu de Leví, Bernabé podía estar interesado en el tema del sacerdocio. Y la carta a los Hebreos nos interpreta de manera extraordinaria el sacerdocio de Jesús.

Como vemos, en la Iglesia primitiva, ni san Pablo ni san Bernabé actuaban de forma aislada o individualista, sino en el “nosotros” de la Iglesia, en el “nosotros” de la fe apostólica. Como ellos, estamos llamados a ser, en la Iglesia y desde la Iglesia, discípulos misioneros de Jesús.

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