Lecturas del martes, 11ª semana del tiempo ordinario, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mar, 2014-06-17

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del primer libro de los Reyes 21, 17-29

Después de la muerte de Nabot, el Señor dirigió la palabra a Ellas, el tesbita: -«Anda, baja al encuentro de Ajab, rey de Israel, que vive en Samaria. Mira, está en la vifía de Nabot, adonde ha bajado para tomar posesión. Dile: "Así dice el Señor: '¿Has asesinado, y encima robas?' Por eso, así dice el Señor: 'En el mismo sitio donde los perros han lamido la sangre de Nabot, a ti también los perros te lamerán la sangre.» Ajab dijo a Elías: -«¿Conque me has sorprendido, enemigo mío?» Y Elías repuso: -«¡Te he sorprendido! Por haberte vendido, haciendo lo que el Señor reprueba, aquí estoy para castigarte; te dejaré sin descendencia, te exterminaré todo israelita varón, esclavo o libre. Haré con tu casa como con la de Jeroboán, hijo de Nabat, y la de Basá, hijo de Ajías, porque me has irritado y has hecho pecar a Israel. También ha hablado el Señor contra Jezabel: "Los perros la devorarán en el campo de Yezrael. " A los de Ajab que mueran en poblado los devorarán los perros, y a los que mueran en descampado los devorarán las aves del cielo.» Y es que no hubo otro que se vendiera como Ajab para hacer lo que el Sefior reprueba, empujado por su mujer Jezabel. Procedió de manera abominable, siguiendo a los ídolos, igual que hacían los amorreos, a quienes el Señor había expulsado ante los israelitas. En cuanto Ajab oyó aquellas palabras, se rasgó las vestiduras, se vistió un sayal y ayunó; se acostaba con el sayal puesto y andaba taciturno. El Señor dirigió la palabra a Ellas, el tesbita: -«¿Has visto cómo se ha humillado Ajab ante mí? Por haberse humillado ante mi, no lo castigaré mientras viva; castigaré a su familia en tiempo de su hijo. »

Sal 50, 3-4. 5-6a. 11 y 16 R. Misericordia, Señor: hemos pecado.

Misericordia, Dios mío,
por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti,contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces. R.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Líbrame de la sangre,
oh Dios, Dios,
Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 43-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»

II. Compartimos la Palabra

«¿Has visto cómo se ha humillado Ajab ante mí? Por haberse humillado ante mí, no lo castigaré mientras viva»

En la primera, Dios ante un terrible crimen, reacciona con ira pero ante el arrepentimiento y reconocimiento de la culpa, Dios, perdona.

El salmista reclama la misericordia de Dios reconociendo la culpa: «Misericordia, Señor, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; pues yo reconozco mi culpa» Dicen los entendidos en cuestiones de la mente que el primer paso para superar un error, un problema, una cuestión conflictiva, un sentimiento que no nos deja avanzar es reconocerlo y tener la firme decisión de hacerlo mejor, de resolverlo. Reconocer nuestras debilidades, nuestras miserias, nuestras sombras, nuestros errores, nuestras carencias y problemas, porque queremos sinceramente cambiar, es el primer paso para ser abrazados por la misericordia de Dios. Y el abrazo está asegurado. Nadie se queda sin él.

«Amad…, haced el bien… y rezad…»

Jesús en el evangelio, da un paso más. Experimentada ya la misericordia de Dios, habiendo sido amados sin medida, hasta el extremo, ahora nos toca a nosotros ser misericordiosos. Amando también sin medida, sin rencores, sin libro de cuentas, sin calculadora, sin intereses, sin hipotecas, sin impuestos añadidos, sin diferencias, sin exclusiones. Amar incluso a aquellas personas que sabemos -con certeza- que nunca nos devolverán ni el afecto, ni la sonrisa, ni el favor. Sencillamente porque nos ignoran. Amar aquellos que hacen o hicieron daño, que nos hicieron daño.

Pero, amar sin medida comienza por amarnos a nosotros mismos, como somos, con nuestras pobrezas y desdichas. A menudo somos implacables con nosotros mismos, somos duros e inmisericordes. Si aprendemos a tratarnos con misericordia, podremos aprender a tratar con misericordia a los demás. No condenaremos, sino que acogeremos porque comprenderemos mejor sus desgarros, sus infelicidades, sus miserias, sus errores... porque ¿son las nuestras?

Así seremos hijos de Nuestro Padre que está en los cielos.

Escribirlo es fácil. Leerlo también. Hacerlo vida, ya es otra cosa.

Dña. María Teresa Fernández Baviera, OP
Fraternidad Laical Dominicana deTorrent (Valencia)