¡Feliz domingo, día del Señor, uno y trino; día del Padre y nuestro día!

de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM

¡Feliz domingo, día del Señor, uno y trino; día del Padre y nuestro día!

Deseándoles una feliz jornada y encomendándoles a Dios, al tiempo de rogar que los bendiga a todos, especialmente a los padres de familia, les comparto la homilía que he preparado parar ustedes, recordándoles que nuestro Padre Dios nos espera en Misa.

LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salvara por Él (Jn 3, 16-18)
Mons. Eugenio Lira Rugarc

Nuestro Dios, que ha hecho maravillas [1], no es una "energía" parecida a un "spray", como aclara el Papa Francisco, sino alguien muy concreto [2]; un Dios "misericordioso”[3], único pero no solitario[4]: es Padre, Hijo y Espíritu Santo. “Cada uno… Dios… Dios los Tres”[5], comenta san Gregorio.

Esta verdad no se nos ha revelado desde la lejanía, sino que Dios nos la ha dado a conocer caminando con la humanidad en Jesus, quien nos permite comprender que al haber sido creados por un Dios trino a imagen suya, estamos llamados a vivir en paz y armonía [6]

Por eso, el teólogo Joseph Ratzinger afirmaba: “La fe trinitaria, que admite lo plural en la unidad de Dios... consolida la valoración positiva de lo múltiple”[7].

Se vale que seamos diferentes en la forma de sentir, de pensar, de hablar y de actuar ¡nada de eso debe separarnos!, ya que el amor lleva a la unidad, que no significa uniformidad.

Sin embargo, el pecado cometido por los primeros padres de la humanidad género división: egoísmos, confrontación, infidelidades, odios, envidias, rencores, corrupción, injusticias, violencia, daños a la ecología y guerras.

Pero, “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”.

Quien cree en Jesús llega a ser hijo de Dios y recibe el poder del Espíritu Santo para ser constructor de unidad y desarrollo en su familia y en la sociedad, alcanzando así una vida plena y eternamente feliz.

En cambio, el que no cree, se condena a seguir viviendo sometido al pecado, en la soledad de la división consigo mismo, en su matrimonio, en su familia y en la sociedad, contribuyendo al desastre y arriesgándose una vida infeliz para siempre.

Con la fuerza del amor, que la Santísima Trinidad nos ha dado, propongámonos ser constructores de unidad y desarrollo con nuestra oración y nuestra manera de pensar, de hablar y de actuar. Así nuestra vida será plena en esta tierra, y eternamente dichosa en el Cielo.


[1] Cfr. Dn 3.
[2] Cfr. Angelus, 26 de mayo 2013.
[3] Cfr.1ª Lectura: Ex 34, 4-6. 8-9.
[4] Cfr. “Fides Damasi”, DS, 71.
[5] Cfr. San Gregorio Nacianceno, “Orationes”, 40, 41: PG 36, 417.
[6] Cfr. 2ª Lectura: Cor 13,11-13.
[7] RATZINGER Joseph, “Introducción al cristianismo”, Ed. Sígueme, p. 152.
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