¿Qué hay en nuestro corazón? ¿Cuáles son nuestros intereses?

20 Junio (AUDIO)

II Reyes 11, 1-4. 9-18. 20: “Ungieron a Joás y gritaron: ‘¡Viva el rey!’”.
Salmo 131: “Dios le dará el trono de su padre David”
San Mateo: 6, 19-23: “Donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón”

Cuando miramos la historia del hombre, la historia de Israel o la historia de nuestros pueblos, comprobamos que los graves problemas que nos aquejan tienen su base no en la carencia de recursos naturales, no en la falta de alimentos, sino en la mala administración, en el despilfarro de unos cuantos, en la ambición de pocos.

El sistema produce unos pocos ricos que todo lo tienen y deja en la calle a las grandes muchedumbres que mueren de hambre. La verdadera causa está en la ambición del hombre. Por eso Jesús les enseña a sus discípulos de un modo muy sencillo que hay que mirar en el corazón y cuidar a qué se aficiona, por qué lucha y cuáles son sus prioridades.

No acumular, no tener más de lo necesario, es tener libre el corazón. No propone un conformismo que mantenga a las muchedumbres en la miseria, sino un compartir que a todos los hombres les permita vivir dignamente. Critica fuertemente a quienes tendiendo lo necesario, continúan acumulando, escondiendo, guardando. Se cierran a las necesidades de los demás o solamente ofrecen limosnas que tranquilicen su conciencia. Sólo les preocupa atesorar, amontonar, aumentar sus riquezas y se angustian ante la posibilidad de perder sus bienes. Pensaríamos que esto sucede solamente con los grandes ricos.

Pero la ambición entra en todos los corazones. Hay pobres que tienen el corazón atado a una bagatela y que son capaces de guardar rencores, pelear y hasta matar por una miseria. Lo vemos en los grandes imperios y lo vemos en las casas humildes. ¿Qué hay en nuestro corazón? ¿Cuáles son nuestros intereses? Es la pregunta seria que hoy nos hace Jesús. Revisemos cómo hemos actuado en los últimos días, qué nos ha preocupado, y descubramos qué es en realidad a lo que damos prioridad. Porque es fácil decir que nuestra principal riqueza es Dios, la familia, la paz, y después descubrir que vivimos en la oscuridad ambicionando otros valores.

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