Lecturas del viernes, 13ª semana del tiempo ordinario, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Vie, 2014-07-04

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la profecía de Amós 8,4-6.9-12:

Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: «¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?» Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo.
Aquel día --oráculo del Señor-- haré ponerse el sol a mediodía, y en pleno día oscureceré la tierra. Cambiaré vuestras fiestas en luto, vuestros cantos en elegía; vestirá de saco toda cintura, quedará calva toda cabeza. Y habrá un llanto como por el hijo único, y será el final como día amargo. Mirad que llegan días --oráculo del Señor-- en que enviaré hambre a la tierra: no hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor. Irán vacilantes de oriente a occidente, de norte a sur; vagarán buscando la palabra del Señor, y no la encontrarán.

Sal. 118 R/. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón.R.

Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R.

Mi alma se consume, deseando
continuamente tus mandamientos. R.

Escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos. R.

Mira cómo ansío tus decretos:
dame vida con tu justicia. R.

Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,9-13:

En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

II. Compartimos la Palabra

El Profeta Amós denuncia abusos e injusticias de los poderosos y ricos. En su denuncia, pone a Dios por testigo, poniéndole a favor de los pobres. Y no se contenta con hacerlo en general, pormenoriza las formas distintas mediante las que unos se enriquecen injustamente y otros sufren las consecuencias. Estas mezquindades no fueron exclusivas de los contemporáneos de Amós, sino de todas las épocas, incluida la nuestra. Las formas son distintas, hoy mucho más sofisticadas, pero, en el fondo, lo mismo.

Jesús, en el Evangelio, escoge y llama a Mateo para que le siga como discípulo; este, dejándolo todo, secunda la voluntad de Jesús.

Llamada de Leví, el de Alfeo, o sea, de Mateo

Mateo, para Marcos, es “Leví, hijo de Alfeo” (2,14), y para Lucas, “Leví” (5,27). El nombre no es tan importante como su persona. Era un recaudador de impuestos. Estos, normalmente, eran ricos, y su riqueza no solía ser muy “limpia”. Vulgarmente se les consideraba, si no ladrones, sí aprovechados de los pobres, y, por tanto, personas despreciables y despreciadas. Colaboraban con el enemigo usurpador, no eran bien vistos.

Jesús no le da opción: “Sígueme”. Mateo se levantó –estaba sentado al mostrador- y le siguió. Como había hecho con Simón y Andrés: “Seguidme y os haré pescadores de hombres” (Mt 4,19); y, luego, con Santiago y Juan: “Los llamó y ellos, dejando la barca y a su propio padre, le siguieron” (Mt 4,21-23). Y, con matices distintos, con el resto de discípulos… hasta llegar a nosotros.

¿Qué significa seguir a Jesús? Quizá para responder adecuadamente, tendría que hacerlo cada seguidor. Pero, aparte los matices distintos en cada uno, en cada una, seguir a Jesús significa dejarse atraer por él. Se trata de una atracción especial, un tanto misteriosa, captada y secundada por la persona llamada, pero no siempre comprensible para los demás. San Pablo lo expresa así: “Cuando Dios me eligió y tuvo a bien revelarme a su Hijo y hacerme su mensajero, al instante, sin consultar a la carne ni a la sangre me dirigí…” (Gál 1,15-16). Seguir a Jesús es quedar marcados para toda la vida con sus valores, sus actitudes, su persona.

“El festín de pecadores”, en frase de san Jerónimo

Mateo, entusiasmado por el reconocimiento y la llamada de Jesús, y por ser capaz de secundarla, hace una gran fiesta con él y con sus amigos. Al hacerlo es consciente de lo que piensan de él no sólo los judíos, sino hasta los propios discípulos del Maestro. Más todavía, el propio Jesús no niega que los publicanos –y Mateo entre ellos- sean pecadores. Su compasión y misericordia no suponen el engaño, sino que se construyen sobre la verdad. Admitiendo que se encuentra entre pecadores –no necesita que se lo recuerden-, confiesa que es a ellos a quienes ha venido a buscar y, como buen médico, a curar.

Una vez más, la disyuntiva es justicia o perdón. Para el fariseo estaba muy clara la opción de la justicia, tan clara que no soporta que Jesús escoja el perdón. Esta es la gran noticia de Jesús que habría que predicar sin cesar: “Tus pecados están perdonados”, insistiendo en la falsedad del lema fariseo: “Suprimir el pecado y al pecador”. Hay que escoger entre misericordia y rigor. Porque Jesús optó inequívocamente por la misericordia, nosotros tenemos que, al seguirle, hacer lo mismo.

“Misericordia quiero y no sacrificios”. Y lo dice delante de personas tan devotas que no se les escapaba ni un diezmo de la menta y el comino, pero lo hacían con un corazón inmisericorde que cada vez los endurecía más. Nosotros aprendamos de Jesús que, además de ser “manso y humilde de corazón”, es compasivo y misericordioso, y ha venido a buscar a los cansados, enfermos y pecadores, o sea, a nosotros.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino