La ambición ha corroído el corazón humano y caemos fácilmente en sus garras

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

2 Julio (AUDIO)

Amós 5, 14-15. 21-24: “Aleja de mí el ruido de tus canciones y que tu justicia fluya como un torrente”
Salmo 49: “Dios salva al que cumple su voluntad”
San Mateo 8, 28-34: “¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes del tiempo señalado?”

Me cuestiona e impresiona mucho el final de esta narración. Toda la gente salió de la ciudad y le suplicaron a Jesús que se fuera de su territorio. Todo lo contrario a lo que normalmente hacen los necesitados. Solamente los escribas y fariseos, o las autoridades, le negaban a Jesús la oportunidad de escucharlo y cuestionaban su palabra. Pero que un pueblo no quiera escucharlo es realmente sorprendente. Ya llama la atención que en el inicio de este pasaje los dos endemoniados, pidan a Jesús que no se les acerque. Así tenemos uno de esos raros pasajes que la presencia de Jesús es incómoda y causa malestar entre los mismo necesitados. Se ha hablado muchas veces que la razón para que los gadarenos le negaran el acceso a Jesús es a causa de haber perdido sus cerdos y estarían mirando más por sus intereses económicos que por el bienestar de la persona. Y entonces es muy comprensible su reacción.

Cuando se trata de dinero se pierde la amistad. Cuando se trata de dinero se olvidan hasta los parentescos o los derechos humanos. La ambición ha corroído el corazón humano y caemos fácilmente en sus garras. El Papa Francisco constantemente esté previniéndonos de esta tentación de confiar más en los bienes materiales y en el dinero que en Jesús. La riqueza ocupa el lugar de Dios. Ya en la primera lectura del profeta Amós, el Señor detesta los sacrificios y las fiestas porque no hay justicia. Si los tribunales se venden, si se oprime al pobre, no puede haber verdadero sacrificio. Por desgracia entre nosotros, a todos los niveles, es muy común que el dinero corrompa las conciencias. El verdadero problema del narcotráfico es que proporciona mucho dinero a los traficantes y entonces se olvidan el mal que están causando. Igual que a los gadarenos les importa más su negocio que pervertir creaturas pequeñas, que socavar bienestar de las familias, que destruir vidas. Pero también a nivel de cualquier persona, tendremos que cuidar si no queremos encontrarnos con Jesús porque preferimos mirar nuestros negocios.

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