¿Cómo educar a los hijos hoy en día?

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

12 Agosto

Santa Juana Francisca de Chantal

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Ezequiel 2, 8-3,4: “Me dio a comer el libro y me supo dulce como la miel” Salmo 118: “Tus mandamientos; Señor, son mi alegría” San Mateo 18,1-5.10.12-14: “Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños”

¿Cómo educar a los hijos hoy en día? Es la pregunta que se hacen los papás frente al complicado panorama que les presentan los pequeños. Cada día parecería que es mayor la dificultad de sembrar valores en los jóvenes actuales. Los padres de familia se sienten desarmados frente a la cascada de productos y proyectos ficticios que llenan su cabeza y su corazón. En días pasados un padre de familia contemplando a sus hijos pequeños, comentaba: “Es como si ya vinieran con un chip integrado y nos superan en agilidad para la computadora y para los celulares y todos los aparatos electrónicos. Cuando nosotros apenas estamos iniciando, ellos ya los han descifrado”. Sin embargo, esto no es educación y debe preocupar a todos los padres de familia, a los sacerdotes y educadores.

Las palabras de Jesús deben resonar hoy más fuertes que nunca en los dos sentidos: buscar la inocencia y la apertura de los niños, aprender de su disponibilidad; pero también tener mucho cuidado en su educación y en todo aquello que pueda producirles escándalo. Se debe evitar a toda costa el maltrato físico, sicológico o las violaciones a su libertad, a su inocencia o las violaciones sexuales.

Estamos todavía, en la mayoría de los casos, en vacaciones de los niños y es una buena oportunidad para relacionarnos con ellos, para escucharlos, para atenderlos y para orientarlos. Pero también nos dice Jesús que debemos aprender de ellos. En aquellos tiempos al más pequeño de los niños de la familia se le concedía el privilegio de hacer la pregunta sobre la forma de actuar de Dios. Y el mayor daba la respuesta. No es que los niños tuvieran muchos derechos, sin embargo Jesús nos los pone de modelo con la finalidad de que también nosotros busquemos estar abiertos y nos cuestionemos sobre la forma de actuar de Dios en nuestra vida.

Que asumamos no las actitudes del sabio o prepotente, sino las actitudes del débil que necesita estar en los brazos de su Padre. Que sepamos dar y pedir perdón sin grandes resentimientos o venganzas, que amemos igual que un niño con el corazón limpio y con la confianza puesta en Dios nuestro Padre.