Lecturas del lunes, 25ª semana del tiempo ordinario, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Lun, 2014-09-22

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de los Proverbios 3,27-34:

Hijo mío, no niegues un favor a quien lo necesita, si está en tu mano hacérselo. Si tienes, no digas al prójimo: «Anda, vete; mañana te lo daré.» No trames daños contra tu prójimo, mientras él vive confiado contigo; no pleitees con nadie sin motivo, si no te ha hecho daño; no envidies al violento, ni sigas su camino; porque el Señor aborrece al perverso, pero se confía a los hombres rectos; el Señor maldice la casa del malvado y bendice la morada del honrado; se burla de los burlones y concede su favor a los humildes; otorga honores a los sensatos y reserva baldón para los necios.

Sal 14 R/. El justo habitará en tu monte santo, Señor

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.
El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,16-18:

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener.»

II. Compartimos la Palabra

El Señor concede su favor a los humildes

Estos versículos del libro de los Proverbios abrigan no pocas sugerencias en su ropaje de sencillez; por lo pronto nos hace caer en la cuenta que la palabra prójimo aludía entonces al compañero, al amigo, al comensal, es decir, a toda persona con la que se tenían relaciones más o menos precisas. Pero a partir de aquí este vocablo adquiere un sentido mucho más amplio para preparar el terreno en el que se verificará la ampliación del precepto del amor -icono de la Nueva Alianza-, que en el evangelio alcanzará dimensiones sublimes hasta indicarnos el amor a los enemigos. Asequible pedagogía que nos motiva para centrarnos en nuestra historia personal que puede narrarse desde la verdad y la honradez, ya que son valores a los que Yahvé es muy sensible, de la misma forma que rechaza sus contrarios. Y, por encima de todo, la especial fuerza de gravedad de la que Dios hace gala según la cual está siempre a favor de los más humildes. El texto nos invita a una serena confianza en Dios que nos hace ver que el éxito aparente de los perversos y arrogantes es una nube de humo que no nos debe desviar de la transparente confianza en el Dios que está siempre a favor de quien lo acoge como valedor que, al fin y a la postre, es la mayor alegría del sabio.

Nadie enciende un candil y lo mete debajo de la cama

Peculiar corolario de la parábola del sembrador que antecede el que presentan los tres versículos de nuestro texto evangélico. Porque es al amparo de esta parábola donde nos debemos sentir capaces de luz y, por tanto, de darla, de ejercer de luz no de sombra, de ponernos donde debemos en tanto luz; que no estamos en la historia por azar ni para construir banalidades, sino para levantar acta de lo mucho que Dios nos quiere a todos, que declarado como es debido es más que mano tendida para embarcarnos con los hermanos en la travesía del Reino: humanizar humanizando, perfilando aquella primera imagen y semejanza del Génesis. Como concluye la misma parábola, se trata de producir, de dar fruto, no tanto con un criterio estadístico y numérico, ni con la pretensión de conseguir algún récord, cuanto de producir para el Reino, es decir: ganar hermanos, sentir y admitir que Dios es Padre de todos, vernos capaces siempre de misericordia, acreditar el encanto de nuestra vida como regalo al constituirnos como prójimo, gozar de nuestra condición de singular tesela en el gran mosaico de la comunidad que precisa de mi singular seguimiento de Jesús para construir el Reino. Con la fuerza del evangelio no es vana pretensión ser tierra buena, y más cuando el mismo evangelio está sobrado de fuerza para animarnos a cambiar el corazón. Estamos habilitados no solo para dar una versión positiva de este breve texto, sino también para vivir el seguimiento de Jesús como capacidad de luz y de conversión, que la Palabra, una vez acogida, sabe muy bien lo que tiene que hacer en nuestros corazones.

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)