El segundo hijo se arrepintió y se fue (cfr. Mt 21, 28-32)

de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM

XXVI Domingo Ordinario, ciclo A

Juan Pablo I decía que a veces es difícil cumplir los mandamientos; pero que Dios nos los ha dado no por capricho sino por nuestro bien[1]. Y para explicarlo narró la historia deuna persona que al comprar un automóvil, el vendedor le dijo: “Este coche es excelente. Trátelo bien: la mejor gasolina, y para el motor, aceite del fino”. Pero el comprador respondió: “De la gasolina y el aceite no soporto ni el olor. Le pondré champagne que me gusta tanto, y al motor lo untaré de mermelada”.

“Dios –comentó el Papa– nos ha dado este cuerpo, animado de un alma inteligente, y una buena voluntad, y ha dicho: esta máquina es buena, trátala bien”[2]. ¿Cómo hacerlo? Siguiendo los Mandamientos. De lo contrario, los perjudicados seremos nosotros, como lo experimentó Israel, cuyas faltas le condujeron a una lamentable situación[3]. Como le sucederá al que le ponga champagne y mermelada a su coche.

Por eso Jesús, que nos conoce y nos ama[4], nos salva y nos enseña cómo ser felices: amando como Él[5]. Este amor ha de impulsarnos a trabajar en su viña, que es nuestro matrimonio, la familia, el noviazgo, las amistades, la Iglesia, nuestros ambientes de estudio, de trabajo y la sociedad de la que formamos parte. ¿Cómo respondemos? ¿Cómo el hijo de la parábola que dijo “voy” pero no fue? ¿O como el que al principio dijo “no”, pero luego se arrepintió e hizo lo que el Padre le pidió?

A veces nos parecemos al hijo que responde “si”, pero que en realidad no hace nada. Tal es el caso de aquellos que dicen: “Creo en Dios, pero a mi manera”. “Soy bueno porque no robo ni mato. Lo demás no es pecado, son sólo experiencias”. “No me meto con nadie ¿A quién le hago mal?”. La pregunta sería ¿Y a quién le haces bien?

Ante un matrimonio, una familia, un noviazgo y amistades necesitados de amor, fidelidad, ejemplo, presencia, tiempo, cercanía, diálogo y perdón; y de un mundo que requiere verdad, respeto, justicia, reconciliación, seguridad, solidaridad y cuidado del medioambiente, Dios nos pide no ser simples espectadores, sino “logrones” de mejoras.

Quizá hasta ahora hemos sido de los que dicen sí a Dios, pero no hacen nada. Sin embargo, hoy podemos recapacitar. Unidos a Él en su Iglesia, a través de su Palabra, sus sacramentos y la oración[6], lancémonos juntos a construir el matrimonio, la familia, la Iglesia, la sociedad, el país y el mundo que Dios quiere y todos soñamos ¡Vale la pena rifársela!, teniendo presente que el método es: “actuar bien”[7]. Entonces, poco a poco haremos la diferencia.


[1] Audiencia, miércoles 6 de septiembre de 1978.

[2] Ídem.

[3] Cfr. 1ª Lectura: Ez 18, 25-28.

[4] Cfr. Aclamación: Jn 10,27.

[5] Cfr. 2ª Lectura: Flp 2,1-11.

[6] Cfr. Sal 24.

[7] PSEUDO-CRISÓSTOMO, Opus imperfectum in Matthaeum, hom. 40.

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