Lecturas del sábado, 27ª semana del tiempo ordinario, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Sáb, 2014-10-11

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (3,22-29):

La Escritura presenta al mundo entero prisionero del pecado, para que lo prometido se dé por la fe en Jesucristo a todo el que cree. Antes de que llegara la fe estábamos prisioneros, custodiados por la ley, esperando que la fe se revelase. Así, la ley fue nuestro pedagogo hasta que llegara Cristo y Dios nos justificara por la fe. Una vez que la fe ha llegado, ya no estarnos sometidos al pedagogo, porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis vestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.

Sal 104,2-3.4-5.6-7 R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente

Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas;
gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor. R/.

Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,27-28):

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.»
Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»

II. Compartimos la Palabra

“Os habéis revestido de Cristo”

El acontecimiento más importante de nuestra vida ha sido el encuentro con Jesucristo. Una vez que nos convenció de quién era, hombre y Dios verdadero, y lo mucho que nos quería, “Cristo me amó y se entregó por mí”, libremente, y con mucho gusto, le confiamos toda nuestra persona. “Sé de quién me he fiado”. En esto consiste nuestra fe. Uno de cuyos efectos es “quedar revestidos de Cristo”. Esta realidad que gozamos todos los cristianos, nos unifica por encima de las otras distinciones personales. Por eso, ya “no hay judíos, gentiles, esclavos, libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo”. Estas no son solo palabras bonitas… es esa sublime utopía, esa sublime realidad que los cristianos, los que somos hijos de Dios y hermanos unos de otros, cada día luchamos por vivirla y que llena nuestros días y nuestras noches.

“Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la Palabras de Dios y la cumplen!

Jesús quiere dejarnos las cosas claras. Ante él no valen los títulos, los lazos familiares. Es discípulo suyo y, por lo tanto, dichoso el que no solo escucha la palabra de Dios sino que además la cumple. Parece claro que según el mensaje de Jesús en este evangelio, María, su Madre, fue más dichosa por escuchar la palabra de Dios y cumplirla: “he aquí la esclava del Señor, hágase en si según tu palabra”, que por llevarle en su seno y amamantarle. Si queremos ser verdaderos seguidores de Jesús, si queremos ser dichosos con la dicha que él quiere regalarnos, no vale que le presentemos el título de bautizados, de consagrados, de sacerdotes… tenemos que presentarle nuestras buenas obras, las que dimanan de escucharle y seguir los pasos que nos indica.

Fray Manuel Santos Sánchez
Real Convento de Predicadores (Valencia)