¡PADRES DE FAMILIA, EDUQUEN A LOS HIJOS, PARA EL AMOR VERDADERO; PARA QUE NO LO CONFUNDAN CON EL SIMPLE DESEO!

​Según el relato bíblico, Dios creó al hombre con un cuerpo y un alma, a imagen y semejanza suya (Gen. I, 26-27). Quedando el hombre con ello en un nivel especial, distinto de las demás criaturas terrestres. No es el hombre simplemente una cosa creada determinada como: la luz, las montañas o los mares; ni tampoco uno más de los seres dotados de vida y sensibilidad. Es mucho más que esto. Es un cuerpo informado por un espíritu, y una persona corporal. Por su personalidad tiene semejanza con el Creador. Sin embargo, no siempre se ha considerado como se debe esta nobleza y dignidad. A ello han contribuido diversas disciplinas filosóficas como la del sabio persa Zaratustra o la del filósofo griego Platón con su famoso juego de palabras “soma-sema” con ellas dice que el cuerpo humano es cárcel, tumba del alma. La expresión extrema de esta concepción la constituyen las ideas del dualismo maniqueísta en el que se afirma que el alma humana es el principio del bien y el cuerpo el principio del mal. Para estas filosofías dualistas todo lo espiritual es bueno y lo material malo. La Iglesia combatió con energía y eficacia durante siglos estos errores en el terreno doctrinal; pero con menos éxito en la vida práctica. Muchos de sus monjes aprobaron y vivieron el espiritualismo excesivo de Platón proponiendo como ideal de vida Cristiana la desmaterialización y despreciando al cuerpo. Ciertamente el cuerpo es material pero también la materia fue creada por Dios y El vio que todo era bueno. Y así aunque el cuerpo tenga tendencia al pecado, pero eso no quiere decir que hay que rechazarlo. El cuerpo y el alma no son dos existencias antagónicas que llevan en forma endémica declarada la guerra a muerte, sino que fueron creados por Dios para ser compañeros de por vida. La ciencia psicológica nos descubre cada día con más claridad la necesidad de esta unión psicosomática, a tal grado que el estado de uno repercute en el otro.

​De este dualismo interpretado equívocamente han surgido errores en torno a la concepción correcta del Amor. Unos lo reducen a un simple complejo biológico, producto de la secreción de glándulas. Para otros el amor es una comunión puramente espiritual de dos personas. Ambos conceptos son erróneos. El amor humano ni es puro producto biológico, ni puro resultado de la psicología. Sino un compuesto de los dos. El ser humano es materia y espíritu y de esa conjunción nace el amor, que es psicosomático. Es un complejo de carne y espíritu, de sensación y de sentimiento, de idea y de emoción. Es un impulso humano que tiene sus raíces en el alma. Las manifestaciones del amor son a través de los sentidos, pero deben ser controlados por la inteligencia y no por el instinto, ya que una de esas manifestaciones es el impulso sexual. Sobre este tema se ha pasado de una excesiva represión a una liberación masiva; del silencio generalizado a la apertura del tratamiento; de una uniformidad de criterios a una pluralidad de valoración. Hoy en este campo se habla mucho de libertad, la cual ha salido a la calle de variadas formas. Desde las publicaciones más atrevidas, a toda clase de manifestaciones amorosas. Se proclama y se vive el amor libre. Hoy los hijos pequeños comienzan a hacer preguntas sobre el complejo mundo del amor y de la sexualidad. Y frecuentemente los padres no saben dar la respuesta acertada y usan las evasivas. Ciertamente el amor es un misterio en cuanto que no puede ser delimitado y medido. Desbarda la capacidad humana de la conceptualización y de la expresión verbal. Es impulso, sentimiento, libertad y don eterno. Requiere la madurez personal de quien aprendió a ser responsable de su libertad para amar. En este terreno tan importante ha habido cambios positivos como la superación de modos incorrectos de interpretar la sexualidad. Se han quitado sospechas y recelos que había; la represión que se daba, con una vigilancia excesiva de la afectividad. No se vivía un clima de naturalidad. Miedo y angustia en cualquier encuentro entre los jóvenes. Hasta llegar al extremo de obsesión. También hay en la actualidad cosas negativas que han traído grandes desviaciones y enfoques negativos. Hay una invasión de lo sexual en todos los campos de la vida humana. El sexo es un objeto de consumo y comercialización. Se le ha reducido a lo periférico y glandular, suprimiendo la riqueza espiritual y moral, ya que la sexualidad es fuente de amistad y de intercomunicación personal.

​Por la complejidad de estos temas es evidente que el ser humano necesita ser educado en ellos. Sentir y expresar amor es aspiración fundamental de todo hombre y la sexualidad es una de sus dimensiones constitutivas. La capacidad de amor, asegura a cada ser humano la posibilidad de relacionarse bien con las personas y situaciones que lo rodean y la sexualidad es una dimensión del amor. Pero esta educación es obra fundamental de la familia y más en particular de los padres. Esta educación inicial es básica e insustituible, para la recta construcción que el hijo haga de su vida afectiva. La carencia de esta educación es de fatales consecuencias como traumas, crisis psicológicas que le desorientarán. No deje a sus hijos en este campo a merced de camaradas, telenovelas o revistas pornográficas. Hábleles con naturalidad y sencillez, sin miedo, ni sonrojo; pero no con vulgaridad. Con verdad y claridad. Hay que sustituir el misterio del amor y del sexo por la verdad. Con precisión y realismo, sin medias tintas o rodeos oscuros, pero sin crudeza. La educación debe ser progresiva y acomodada a la edad y a su capacidad de captación. No olvide que una educación no proporcionada y atinada es perjudicial. Educación llena de igualdad entre hermanos y hermanas, porque la mujer no es inferior en dignidad al hombre. Permita que sus hijos tengan amigos y amigas, este trato comunica y enriquece a los valores humanos. Pero no ignore los peligros que en un desfogue pasional pueda traer. Amor y sexo son dos valores humanos pero que no se pueden tratar con ingenuidad para que no lleguen a ser una especie de pasatiempo o diversión ligera. EL AMOR, NO EL INSTINTO; ES EL ALMA DE LA SEXUALIDAD. Debemos hacer del amor nuestro destino, porque es la fuerza que une a todos los seres humanos, como hermanos y hace que desaparezcan la marginación, el odio, la violencia y demás actitudes negativas que se dan entre los seres humanos; porque es la palmera de la paz, en los desiertos del dolor, porque los seres humanos, se tornan más luminosos en la oscuridad del mal y del simple deseo. El amor es un camino seguro para el matrimonio, que se vivirá con alegría, entusiasmo y fidelidad y lo convertirá en oro precioso, después de cincuenta años, porque el amor todo lo venció; cada uno de los que forman el matrimonio se sacrificó por el otro, hasta dar la vida por él, porque el que ama sufre, por el ser amado. ¡Arriba y adelante! Educando a los hijos, para el verdadero amor y que no lo confundan con el deseo.