“¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” y les respondió Jesús: “Vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se les anuncia a los pobres la BUENA NUEVA” (Lc., VII 20-22). “También les dijo: Cuando ven una nube que se levanta en el occidente, al momento dicen: Va a llover, y así sucede. Y cuando sopla el sur, dicen: Habrá calor, y así sucede. ¡HIPOCRITAS! Saben entender el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no conocen este tiempo? ¿Por qué no juzgan, por ustedes mismos lo que es justo? (Lc., XII, 54-57). En la primera cita, encontramos la respuesta de Jesús, que manda comunicar al Bautista, para probar su mesianidad. Eran los signos profetizados por Isaías, para indicar la presencia del Redentor aquí en la tierra. La segunda cita, es un reproche de Cristo a la gente de aquella época, por su soberbia que les producía una ceguera para descubrir a pesar de los prodigios que sus ojos veían, que, “El Reino de los Cielos estaba entre ellos”.
Toda época, tiene sus culturas, que nos relacionan con otra realidad y la nuestra no es la excepción. Vivimos también, un fariseísmo, que nos obstina y nos hace negarnos a ver lo que se está viendo. Nuestra mediocridad autodisimuladora, nos ayuda a estar satisfechos, permaneciendo en estados primitivos o intermedios en lo que se refiere, a nuestra superación personal. La altura en este sentido nos causa vértigo. Vivimos divertidos con una mediocridad, tan consentida, que la hemos convertido en reina. Vivimos satisfechos, con un conformismo ciego, con lo de siempre y con lo de todos, con lo rutinario y monótono, acusando con nuestro modo de vivir, una claudicación hacia una plenitud. Y cuando alguien ha despertado y se lanza por nuevos caminos para buscar y descubrir sus propias razones, nuestra mediocridad nos hace desconfiar, sospechar de él, de tal manera, que lo consideramos como un rival y una amenaza.
“LA CONDUCTA DE LA JUVENTUD Y DEMAS EDADES”
Es un signo de nuestra época; ¿Pero qué nos dice esta actitud de los jóvenes? Acusa todo un conjunto de causas que originaron este hecho, de tal manera que no se les puede llamar como al principio “Rebeldes sin causa”. Es piedra de escándalo; su lenguaje, su vestido, sus melenas, su música, sus hechizantes ritmos frenéticos, el estruendo de los escapes de sus vehículos; su sangre moza irrumpe con tal fuerza entre la sociedad, que causa miedo. ¿Pero, qué hay en el fondo de todo esto? Incomprensión, injusticia, mentira, mal ejemplo, hogares desechos manchados, mutilados, se viola la ley tanto divina como humana, se despoja a la persona humana de sus derechos y se le manipula a discreción degradándola y destruyéndola, sin el más mínimo respeto al valor personal. De esto y más está cansada la juventud. En medio de la técnica maravillosa, del poder y de este exorbitante optimismo materialista, sufrimos la inexorable erosión espiritual que nos ha hecho perder el equilibrio de nuestro egoísmo y así en medio de tanta aglomeración vivimos solitarios, pasivos y desesperados, y solo somos una parte más de la inerte masa de objetos humanos.
La conducta de la juventud, es un signo de la incomprensión. La comprensión es el conocimiento progresivo de hijo, que adquiere diferentes matices según que vaya pasando por las diferentes épocas de la vida. La comprensión es una empresa ardua y de largo alcance pero es la base de la educación y de la felicidad. Hay que comprender para ayudar a descubrir los valores personales, o los defectos. Si queremos que los jóvenes se porten con sinceridad, tenemos que comprenderlos y así habrá franqueza en sus pensamientos, en sus anhelos, en sus esperanzas, y hasta en sus decepciones o disgustos. Pero si se sientes incomprendidos, reaccionaran en forma negativa. Debemos admitir que los jóvenes forman una realidad social de características y valores propios. Cuando el joven se siente comprendido, es una fuente de optimismo avasallador y vibrante capaz de grandes posibilidades.
La conducta de la juventud actual, no es más que el signo de muchos errores que causaron este drama. En este comportamiento hay todo un mar de fondo. Afirmamos que hoy la juventud es: indiferente, apática, escéptica, cínica, protestadora y revolucionaria, pero no es más que una secuela de la conducta de los mayores, vivimos en un mundo, en el que reina la injusticia en todos los aspectos. Sacrificamos los derechos de la verdad a los de la conciencia, hablamos de respeto a la libertad, exigiendo respetar todas las opiniones aunque estén adulteradas y sean desorientadoras y así terminamos por tener cada uno nuestra conciencia, nuestra verdad y nuestro derecho.
No olviden padres de familia, que desde las primeras edades de los hijos, está la formación de los valores, que influyen en la estructuración de la personalidad, que es esencialmente delineada en el ambiente familiar que se viva. Ojalá que sea siempre un ambiente sereno, agradable, religioso que dé y garantice el desarrollo armonioso de su personalidad; de lo contrario se originan desequilibrios que dejan huella y consecuencias para toda la vida personal y social; como lo estamos viviendo. Cuando el hijo está bien educado por papá y mamá, podrá vivir y afrontar los retos de la vida, mejor equipado. En esas edades del ser humano, desde la niñez hasta la juventud, las lesiones o distorsiones pueden ser curadas y corregidas, o también agravadas por la influencia cultural que se está viviendo, que tiene cosas muy buenas y muy malas. Padres de familia procuren pues educar a sus hijos acorde a la edad y cultura para que vayan saliendo de cada una de ellas, con una personalidad renovada acorde a su edad; aunque siempre llevará el sello, que se le marco desde la infancia y adolescencia, aunque llegue a una vejez extrema. ¡Arriba y adelante! En la recta educación, acorde a la cultura que estamos viviendo, en el que reina el binomio de: las drogas y los jóvenes, y forman el trinomio con la violencia y la delincuencia y demás; que afectan a la vida social. Es urgente una recta educación acorde a la cultura de nuestra época; que no es la de nuestros contemporáneos Joaquín Pardavé y Sara García y demás de aquellos tiempos. ¡Arriba y adelante!