No podemos cruzarnos de brazos mientras el crimen y la corrupción siguen avanzando

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

7 Noviembre

AUDIO

Filipenses 3, 17—4, 1: “Cristo transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo”, Salmo 121: “Vayamos con alegría al encuentro del Señor”, San Lucas 16, 1-8: “Los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz”

Quizás nos sorprendamos al escuchar esta parábola que nos narra Jesús pues parece presentarnos como modelo a alguien que evidentemente está estafando y mintiendo. Pero es que Jesús nunca pretende proponer como modelo la corrupción y las palabras finales de la parábola nos dan el verdadero sentido de sus palabras. Se esperaría del discípulo un entusiasmo y una creatividad propia del enamorado.

El cristiano, fundamentado en la misma vida de Jesús, tendría que estar siempre con un entusiasmo creativo y dinámico para hacer posible en medio de nosotros el Reino de Dios. Es sorprendente el entusiasmo y la organización y hasta cierta fidelidad de los grupos y carteles de narcotráfico que tienen asoladas a nuestras ciudades y poblaciones, y el miedo, desorganización y desinterés de la inmensa mayoría de los ciudadanos ante las posibles amenazas y peligros.

¿No podremos hacer nada como cristianos y seguidores de Jesús? Tendremos que poner mucho más entusiasmo y sagacidad para poder superar todas estas situaciones. ¿Por qué muchos jóvenes se entusiasman más por pandillas y grupos delictivos que por grupos propositivos y organizados a favor del bien? ¡Qué bueno que en los últimos días, son los jóvenes quienes abiertamente se están oponiendo a la corrupción e impunidad.

No podemos quedarnos cruzados de brazos mientras el crimen y la corrupción siguen avanzando. Las palabras de Jesús suenan como un fuerte reclamo a quienes estamos actuando con tibieza frente a las graves situaciones que nos ponen “los hijos de las tinieblas”. Y no es que nosotros nos sintamos buenos y sin responsabilidad, es que precisamente el mal avanza cuando los cristianos no asumen sus responsabilidades frente a la educación, frente a la familia, en la política y en el bien de la sociedad. Es necesario dejar caer en nuestro corazón las palabras de Jesús y asumir una actitud propositiva que venga a destrabar estos conflictos que parecen encontrarse empantanados y sin solución. Tenemos la fuerza del Señor resucitado, no podemos actuar de modo timorato y ambiguo. Que el Señor nos dé su fuerza y su luz para afrontar con dignidad nuestras responsabilidades.