SALUDO AL PAPA FRANCISCO DE LOS OBISPOS DE MÉXICO, EN OCASIÓN DE SU 98 AP

Casa Lago de Guadalupe, Cuautitlán, Izcalli, Estado de México,

10 de noviembre de 2014

Santo Padre Francisco:

Los Obispos de México, reunidos en nuestra XCVIII Asamblea Plenaria, agradecidos por su cercanía, consuelo, consejo y testimonio durante la Visita ad Limina, le manifestamos, una vez más, el amor y la fidelidad del episcopado y de todos los católicos de esta noble nación.

En esta ocasión, vamos a reflexionar en un reto actual: “Encuentro, testimonio y diálogo en el Continente Digital; hacia una cultura del encuentro”, con la ayuda de S.E. Mons. Claudio María Celli, Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, del Departamento de Comunicación y Prensa del CELAM y de otros expertos.

Como usted sabe, aún contando con signos de esperanza, nuestra Asamblea se desarrolla en momentos muy difíciles para nuestra patria, a causa de diversas formas de injusticia, inequidad, indiferencia, inseguridad, miseria, corrupción, impunidad, violencia y muerte, como ha quedado evidenciado en los terribles sucesos de Iguala.

En estas oscuras circunstancias, las palabras que Su Santidad pronunció en la Audiencia General del pasado 29 de octubre, han sido un rayo de luz ¡Gracias Santo Padre por llevar cerca de su corazón al pueblo mexicano, y por orar por los estudiantes desaparecidos y por quienes padecen tantos problemas semejantes! Gracias también por haber dedicado el Sínodo al tema de la Familia, célula de la sociedad, y por convocarnos a celebrar el Año de la Vida Consagrada.

Queremos que sepa que en estos días de oración, reflexión y diálogo, trataremos de conocer lo que el Señor nos pide como pastores en esta hora estupenda y dramática de nuestra historia. Buscaremos descubrir con la ayuda de Dios los muchos signos positivos que hay en nuestra patria, sobre todo en la bondad y grandes valores y capacidades de la mayoría de los mexicanos, para contribuir a la construcción de un México próspero y en paz.

Así, con humildad y compromiso, esperamos brindar al pueblo de Dios y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad las orientaciones que brotan del Evangelio, siguiendo la gran recomendación que Su Santidad nos dio: la doble trascendencia; “la oración, ese negociar con Dios del Obispo por su pueblo... Y la cercanía con su pueblo”.

Santo Padre, le rogamos que rece por nosotros y por nuestro pueblo, y nos haga llegar a todos su bendición ¡Lo necesitamos tanto! Que la Madre de Guadalupe, a la que usted nos pidió traerle su saludo de hijo, lo cuide y le obtenga de Jesús toda gracia para seguir sirviendo con amor a la Iglesia y al mundo.

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