Lecturas del viernes, 33ª semana del tiempo ordinario, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Vie, 2014-11-21

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro del Apocalipsis 10,8-11:

Yo, Juan, oí cómo la voz del cielo que había escuchado antes se puso a hablarme de nuevo, diciendo: «Ve a coger el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra.» Me acerqué al ángel y le dije: «Dame el librito.» Él me contestó: «Cógelo y cómetelo; al paladar será dulce como la miel, pero en el estómago sentirás ardor.» Cogí el librito de mano del ángel y me lo comí; en la boca sabía dulce como la miel, pero, cuando me lo tragué, sentí ardor en el estómago. Entonces me dijeron: «Tienes que profetizar todavía contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.»

Sal 118 R/. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!

Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas. R/.
Tus preceptos son mi delicia,
tus decretos son mis consejeros. R/.
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R/.
¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca! R/.
Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón. R/.
Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 19,45-48:

En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la habéis convertido en una "cueva de bandidos."»
Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

II. Compartimos la Palabra

Hoy unimos la Palabra a la Tradición, a la celebración y a la devoción. La Presentación de la Santísima Virgen, de la Niña María en el Templo, no la podemos basar en el Evangelio o en la Sagrada Escritura. Sin embargo, sí podemos encontrar muchos detalles de este hecho en escritos apócrifos.

Por otra parte, ante un niño, ante la niña María, la mejor postura es la ingenuidad, una sencillez similar a la de la misma niña, y recordar algún detalle sobre ella que nos lleve a lo que sí conocemos en el Evangelio.

Leyenda y origen de la fiesta

El origen de la fiesta se encuentra en la piadosa tradición narrada en el “Protoevangelio de Santiago”. María, según esta tradición, había nacido milagrosamente. La niña acompañó a su madre en su purificación en el Templo. Y, más tarde, a los tres años, volvió con otras niñas para quedarse allí por algún tiempo, con el fin de ser instruida en la religión y en sus deberes para con Dios.

Históricamente, la fiesta de la Presentación de María comenzó a celebrarse en la Iglesia Oriental, siempre más sensible que Occidente hacia algunos detalles marianos. Parece que comenzó en la Iglesia de Santa María la Nueva de Jerusalén, en el siglo VI. Se sabe que, más tarde, se celebraba con gran esplendor, el 21 de noviembre. El Papa Sixto V, en el siglo XVI ordenó que se celebrase su fiesta en toda la Iglesia.

La niña, sin dejar de serlo, se hizo adulta

María conservó siempre los rasgos que caracterizan a los niños, sobre todo la confianza en su Padre Dios sin fisura alguna a lo largo de su vida. Escojo sólo dos detalles, acordes con la niña que siempre fue y con la madurez que también a ella le proporcionaron los años.

“Aquí está la esclava del Señor”. Es normal que la imaginación nos lleve de inmediato al esplendor del cuadro de la Anunciación del Beato Angélico. Pero, lo cierto es que tuvo que suceder en alguna de las grutas del pueblo de Nazaret, sin tanto esplendor pero con más humanidad y divinidad. Porque allí Dios, representado en el ángel, quiso encontrarse con el hombre, representado en María. El “protocolo”, parecido al de otras anunciaciones. En el centro, girando todo en torno al Hijo, el Mesías, el Señor. Y, a su lado, su Madre, llamada “Virgen”, María, tomando la decisión más transcendental de la historia de la humanidad, con una madurez más propia de una anciana que de la joven, tirando a niña, y pronunciando las palabras esperadas por todos: “De acuerdo. Aquí está la esclava del Señor”.

“Dichosa tú que has creído”. La niña María fue al Templo a ofrecerse a Dios. Y poco a poco fue percatándose de que Dios aceptaba su ofrecimiento; y dejó de pertenecerse a sí misma para ser pertenencia de Dios. De Dios y de quien pudiera necesitarla, como su prima que se encontraba en un trance biológico parecido al suyo. Y sin dejar de bendecir a Dios, se convierte en peregrina en servicio de los otros hijos de Dios, sus hermanos. Y fue en casa de Zacarías, donde Isabel le dijo: “Dichosa tú que has creído”, que te has fiado, que has confiado en Dios. Y la siempre Niña María optó y apostó por su Padre Dios, que, a su vez, había apostado por ella. Y, fruto de aquella apuesta, salimos ganando todos. Que nuestra petición y oración hoy sea que María, niña y adulta, nos salude como saludó a Isabel; y que, al hacerlo, nos entregue el Espíritu y sus dones. “En cuanto Isabel oyó el saludo de María –cuyas palabras ignoramos- se llenó del Espíritu Santo”.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino