I Domingo de Adviento, ciclo B

“No tengáis miedo”

Primera lectura: (Isaías 63,16b-17; 64,1.3b-8)

Marco: El contexto es Is 56-66 que fue redactado en la etapa del post-exilio de Babilonia. La comunidad israelita es asaltada por graves dificultades. Tras un breve fulgor a la vuelta del exilio, la vida diaria se hace dificultosa. Por todas partes es atacada la pequeña comunidad que no acaba de reconstruirse. En esta situación hay que leer el siguiente fragmento.

Reflexiones

1 ¡Ternura de un Padre para con sus hijos!

Tú, Señor eres nuestro padre, tu nombre de siempre es nuestro redentor. Se invoca a Dios con el afectuoso nombre de Padre y nos recuerda Is 64,7; Jr 3,4; Ml 1,6. Dios desea ser tratado con el amor y la generosidad que un hijo puede esperar de su padre. Sólo Dios puede salvar; porque sólo Él es el redentor (41,14), aquel que tantas veces ha socorrido y salvado a Israel. Para acentuar esta unidad de la salvación, el orante contempla cómo los antepasados más grandes y más amados, eran incapaces de aportar la salvación; por tanto, la salvación sólo puede venir del omnipotente Padre adoptivo, Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te terna? El interrogante que formula el profeta, profundamente humano, que parece inculpar a Dios del extravío del pueblo, hay que entenderlo no que Dios sea causa del error o del endurecimiento del corazón, sino más bien que su paciencia, que desea nuestra salvación, cuando no corrige al que yerra, parece ser causa del error y del endurecimiento. En la comprensión veterotestamentaria de las relaciones de Dios con los hombres no se subraya todavía con trazos claros la responsabilidad de las causas segundas. Por eso se atribuye fácilmente todo a la causa primera, es decir, a Dios.

Segunda lectura: (1Cor 1,3-9)

Marco: La comunidad de Corinto, entrañable para Pablo, ha recibido toda clase de dones y carismas. La componen principal-mente los braceros del puerto, sometidos a duro trabajo y maltratados en su tarea. Pero Dios tuvo a bien enriquecerlos con abundancia de dones del Espíritu. En el juego entre dones y flaquezas humanas, se han producido desviaciones muy serias: divisiones, incestos, acepción grave de personas, envidias y rivalidades. Pablo sale al paso de las desviaciones y trata de contestar a sus preguntas. Se vanaglorian e poseer ya con el Espíritu la resurrección y la vida, pero sin compromiso ético.

Reflexiones

¡Dios os ha enriquecido en todo!

No carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Dios se prodigó con aquella comunidad. Entre sus miembros no hay muchos ricos, ni nobles ni sabios. Pero han sido llamados a la fe mediante el Evangelio predicado por Pablo y sus colaboradores. Con la adhesión a la fe han recibido toda clase de dones del Espíritu. Esta comunidad es un paradigma en que se reflejan los dos polos: la debilidad humana manifestada en graves y desconcertantes actitudes y la riqueza y abundancia de los carismas recibidos. La esperanza en la manifestación del señor es el pensamiento central en este primer domingo de Adviento. En la primera etapa de su vida y misión, Pablo cree, piensa y predica que el Señor Jesús vendrá pronto gloriosamente. Vivir siempre en la esperanza y en la tensión que engendra esta virtud es propio de quienes han sido sellados en el Señor resucitado y glorioso. Esta esperanza ha de mantenerlos siempre alertados. Y en las circunstancias por las que pasa la comunidad de modo especial. Precisamente influidos por las nuevas ideas de carácter gnóstico que se han introducido, ponen en duda la validez y necesidad de la resurrección corporal, porque ya se ha producido la resurrección espiritual que es la importante. En este domingo es necesario insistir en la necesidad de la esperanza de la resurrección y en la vuelta gloriosa o manifestación (epifanía) del Señor. Sabemos que una parte importante de los creyentes que nos rodean cada día tienen serias dudas sobre la resurrección final.

Evangelio: (Marcos 13,33-37)

Marco: Este fragmento pertenece al discurso escatológico. En la apocalíptica eran corrientes los adoctrinamientos secretos. Puesto que Jesús camina hacia el encuentro de la muerte, se puede comparar el discurso con el testamento que el patriarca transmite a sus hijos antes de su muerte. La esperanza escatológica sugiere hablar de un discurso de exhortación en cuyo horizonte, que lo domina todo, aparece la revelación del Hijo del hombre en su parusía. La frecuencia de verbos en futuro (hasta 27) pone de manifiesto el interés parenético para alentar la esperanza. El discurso tiene tres partes: 5-23; 24-27; 28-37.

Reflexiones

1) ¡No sabéis cuándo es el momento!

El momento lo ha fijado el Padre con su autoridad... El clima de intensa espera domina la experiencia de las primeras comunidades. Tenía la convicción de que el Señor volvería pronto y con El, el final glorioso prometido para la comunidad y para la humanidad. La vida del creyente en el mundo es una constante y tensa peregrinación. Jesús, en su cuidada pedagogía, insiste en la ignorancia sobre el día y la hora exacta de su vuelta (Hch 1,6-8). Los discípulos de Jesús deben huir de todo tipo de cábalas sobre el fin. Cierto que le preceden determinados signos, pero se subraya la respuesta y el compromiso en el presente que el creyente debe explotar escrupulosamente. Ni el pasado ni el futuro están en sus manos. Debe aprovechar celosamente el «hoy» de la salvación. El creyente debe vivir en la plena confianza en el Padre. Él sabe cómo organizar la historia de cada uno y de la comunidad cristiana. Esto conlleva el fiarse totalmente de su fidelidad y, a la vez, una «evangélica despreocupación» por el tiempo. El Padre quiere que sus hijos desgasten todas sus energías en vivir intensamente en su voluntad; en comprometerse seriamente con el reino en el tiempo en espera de la posesión plena del mismo en el futuro. No deben perder su tiempo en otras consideraciones que no les conciernen. La ignorancia sobre el tiempo facilita la intensidad en la vida dirigida por la esperanza. Esta enseñanza de Jesús desmiente los esfuerzos de ciertas sectas que se entretienen en calcular fechas y tiempos de la vuelta del Señor. Una grave tentación que asalta a los hombres de todos los tiempos consiste en querer adueñarse del tiempo: queremos poseer el tiempo en su globalidad. ¡Y eso no es posible! Sólo puede hacerlo el Señor de la eternidad que lo abarca todo. No os «preocupéis» anticipadamente: ¡Vivid como las aves del cielo que no hilan ni siembran y vuestro Padre celestial las viste y las alimenta! Pero imitadlas en su laboriosidad del alba a la tarde.

2) ¡Estad alerta!

Mirad, vigilad. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡velad! La clave del discurso escatológico está en esta exhortación a la vigilancia. Dios actúa definitivamente en la historia a través de signos y palabras. Es necesario estar atentos para ver y entender. Es el sentido fundamental de todo el discurso escatológico y de las parábolas que con él se integran o con él se relacionan: las diez doncellas, los talentos, la higuera que no produce fruto y otras más como el ladrón que llega a cualquier hora. La urgencia del momento exige la máxima atención. Dios sorprende con su generosidad en la oferta, pero exige la máxima atención y dedicación. Volverá con toda seguridad. Lucas reinterpreta el discurso escatológico y añade: volverá con toda seguridad, aunque más tarde. Es necesario equiparse con la paciencia, la vigilancia, la longanimidad, la constancia y el aguante. La seguridad de la vuelta del Señor urge un compromiso permanente en el tiempo.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)