II Domingo de Adviento, ciclo B

“Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia”

Primera Lectura: (Isaías 40,1-5.9-11)

Marco: Este fragmento es el comienzo del así llamado Deutero-Isaías que abarca del capítulo 40 al 55. El pueblo de Dios en el exilio está a punto de ser liberado. Un profeta anónimo es el pregonero de la acción salvadora de Dios. Dios tiene un plan de salvación para su pueblo y lo cumplirá.

Por las primeras palabras del capítulo 40 se califica el conjunto como el Libro de la consolación de Isaías. Dios actuará pronto, muy pronto.

Reflexiones

¡La liberación, nuevo éxodo y nueva puesta en marcha!

Hablad al corazón de Jerusalén, gritadle: que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen. El pueblo en la esclavitud forzosa recibe un mensaje de esperanza: Consolad a mi pueblo, decidle que ha terminado su esclavitud. La esperanza está en la entraña misma de la historia de la salvación, de la historia de un pueblo llamado a ser signo de salvación para el mundo. La experiencia del exilio fue dura para Israel porque fue el momento de los grandes y urgentes interrogantes: ¿Dónde está nuestro Dios? ¿Dónde está la promesa de la dinastía eterna prometida a David? ¿Dónde está su fidelidad? ¿Dónde está su compromiso con la alianza? ¿Por qué no habla Dios a su pueblo humillado, vejado y destruido? Una voz grita: En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios. El profeta-poeta, consciente del poder soberano de Dios, por encima de todas las contradicciones, puede proclamar con plena seguridad: preparad un camino al Señor. Una calzada sacra para el Señor. El Señor se dispone a reproducir la epopeya inigualable del éxodo de Egipto. Dios tiene poder para realizar un nuevo éxodo. Y lo va a llevar a cabo. Nada ni nadie se le opondrá. Para aquel primero se sirvió de Moisés contra el faraón. En este se servirá de Ciro contra Babilonia, la causante de la esclavitud de Israel. Porque la salvación de Dios es para los hombres, se realiza en el corazón de la historia humana.

Segunda Lectura: (2 Pedro 3,8-14)

Marco: Esta carta fue redactada a finales del s.l con la finalidad de salir al paso de quienes ponían en duda, entre otras verdades, la fiabilidad de la esperanza en la vuelta del Señor. El retraso de la parusía provocaba serias dudas sobre la espera escatológica. El autor reacciona y enumera tres temas importantes que atañen a la esperanza: la importancia típica del diluvio, la longanimidad de Dios, el carácter súbito de la parusía. Es un rechazo a toda impaciencia cuando se trata de los planes de Dios.

Reflexiones

¡El tiempo es un valor relativo!

Para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. Ciertamente el entusiasmo inicial por la pronta vuelta de Señor fue perdiendo fuerza y provocó serios problemas. Pero el Señor no había establecido fechas ni plazos. Dejó el futuro abierto, que se produciría con seguridad, pero en un horizonte abierto. La esperanza se vive en la historia, es decir, en la temporalidad, porque es una virtud de los peregrinos. El tiempo presente es lo único de que disponen los hombres para realizar su vida y su tarea cotidiana pero tienden a valorarlo todo en clave de tiempo. Los cristianos a los que se dirige el autor de esta carta contrastan el tiempo y la intervención de Dios. Y ponen en duda que esta intervención sea eficaz. Se les había anunciado que el Señor volvería pronto, pero su vuelta se prolonga en el tiempo excesivamente. El peligro de perder la esperanza era verdadero y grave. El autor responde: Para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Algunos creen que Dios retrasa el cumplimiento de las promesas, pero no es así. La pedagogía de Dios es radicalmente distinta de la nuestra. La suya invita a la longanimidad y la paciencia porque quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. No quiere que nadie perezca, sino que todos entren a participar en la salvación. La tardanza tiene un sentido previsto por Dios. Sólo en el ejercicio de una esperanza firme y acrisolada se puede caminar hacia la meta segura establecida por Dios.

Nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia. Confiados en la promesa del Señor que es fiel y poderoso, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva. Con estas expresiones, de claro color apocalíptico*, el autor trata de afianzar a sus lectores. Dios está ahí, presente. Dios no se aleja de los hombres. Se oculta silenciosamente en la paradójica existencia humana de todos los que formamos la humanidad y el pueblo de Dios. Está ahí corno Señor de la historia, pero oculto. Parecería que no tiene prisa ninguna, pero es fiel. El garantiza que la historia de la salvación de cada uno y todos juntos llegará a su meta donde habitará definitivamente la justicia. Mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con El, inmaculados e irreprochables. El compromiso temporal por la paz entre los hombres y de los hombres con Dios es el camino que nos acerca cada día al nuevo cielo y a la nueva tierra. Ambos son ofrecidos para los hombres y su realización comienza como en primicias en la tierra y en el tiempo. El autor de esta carta advierte severamente de algo muy importante para la esperanza cristiana auténtica: mientras esperamos debemos vivir comprometidos con la vocación a la que hemos sido llamados, es decir; la transformación personal y colectiva del mundo con la promoción de la paz y practicar la justicia en las múltiples relaciones humanas, personales, nacionales o internacionales, es una concreción admirable de la verdadera esperanza. Los que esperan juntos un mismo bien común para todos están urgidos a realizarlo en la historia como primicias. La esperanza cristiana se hace más creíble al hombre de hoy si se traduce en una verdadera justicia entre los hombres.

Evangelio: (Marcos 1,1-8)

Marco: Este fragmento se centra en la figura de Juan el Bautista cuya misión no es anunciar el nacimiento del Mesías (ya estaba en el mundo), sino preparar el camino a su misión. Para presentarlo recoge algunas frases de la primera lectura y una referencia al profeta Malaquías. Juan el Bautista invita a preparar el camino del verdadero Mesías que está a punto de hacer su aparición pública y con él la última oferta de salvación de Dios a los hombres.

Reflexiones

¡Juan Bautista es un mensajero!

Desde el principio, Marcos nos invita a dirigir la mirada al centro de su mensaje. Se trata de una buena noticia que tiene como Proclamador central al propio Jesús. Jesús es a la vez el proclamador y el objeto de la proclamación. En eso consiste precisamente el núcleo del Evangelio ofrecido por Dios al mundo. Estas afirmaciones nos invitan a dirigir la mirada al Jesús que vivió cn la historia, pero que tiene una misión trascendente porque es a la vez el Cristo y el Hijo de Dios. En él se han cumplido todas las promesas veterotestamentarias. El acceso y la aceptación de la vida y obra de Jesús, entendido el conjunto como un Evangelio, es la mejor garantía de la esperanza de su vuelta gloriosa. Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino. Tanto en la Escritura corno en la enseñanza y en las expectativas de Israel se creía que la llegada del Mesías al mundo y a la historia, estaría precedida por mensajeros que la anunciasen y esto se cumple cuando aparece Juan predicando y bautizando en el Jordán. Su misión de entonces y de ahora es mantener a los hombres alertados para la aparición del Mesías. Entonces y ahora, porque el Evangelio es eterno. Entonces, era necesario el mensajero porque el Mesías aparecería en formas desconcertantes. Era necesario que alguien indicara su presencia. Ahora, Juan (los creyentes) sigue anunciando al mundo que el Mesías aparecerá y es necesario estar preparados. Esta es la razón de la presencia del Bautista en medio del Adviento: una misión orientada al futuro más que al pasado.

¡Preparad el camino al Señor!

Una voz grita: En el desierto, preparadle el camino al Señor: Esta expresión, tomada de Is 40 (la primera lectura) sugiere que la misión del Bautista es más amplia que la presentación del Mesías históricamente. Las palabras de Isaías abren cl anuncio ele la intervención de Dios en favor de su pueblo exilado en Babilonia. La salvación inminente que anunciaba el profeta se había convertido en la experiencia de Israel en una referencia de la salvación definitiva de Dios. Una salvación de horizontes universales. Todos los hombres entrarán en esa experiencia de salvación. Incluso con una visión cósmica. Preparad el camino al Señor significa y expresa una invitación a estar alerta a su doble venida: una sacramental, que recuerda la venida en la historia, y otra en la esperanza, que orienta a su segunda venida. Juan es sólo una voz que indica dónde esta la Palabra. Es la Palabra la que aporta la salvación al mundo. Y esta Palabra se hizo un día historia, sigue presente y orienta hacia el futuro. El don del Espíritu es el don escatológico por excelencia. Por eso la predicación de Juan el Bautista sigue teniendo vigencia actual porque recuerda permanentemente que él sólo anunciaba la venida de otro mayor que él y que bautizaría con el Espíritu Santo. El Mesías que él anuncia hará presente para siempre al Espíritu que garantiza la firmeza de la esperanza en el cumplimiento del plan de Dios.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)