La generosidad hace milagros

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

3 Diciembre

San Francisco Javier

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Isaías 25,6-10: “El Señor preparará un banquete y enjugará las lágrimas de todos los rostros”, Salmo 22: “Habitaré en la casa del Señor toda la vida”, San Mateo 15,29-37: “Jesús sana a muchos enfermos y multiplica los panes”

¿Cuáles son las principales preocupaciones para un padre de familia? Seguramente nos respondería la alimentación y la salud de nuestros hijos. Son necesidades básicas. En estos dos elementos centra el mensaje Isaías como signos de la presencia de la salvación venidera: un monte con platillos suculentos y la destrucción del velo de dolor y muerte que oprime a las naciones. Además le da a este anuncio una proyección universal: la salvación es para todos los pueblos, no solamente para unos cuantos.

Jesús hace realidad estos signos de la presencia del Reino cuando compadeciéndose de las multitudes les da de comer hasta saciarse y cuando sana a sus enfermos. Estos dos signos de vida en sus más básicos niveles nos muestran la presencia del Reino porque restablecen las condiciones necesarias para participar de una vida plena sin exclusiones. Es la transformación realizada por Aquel que viene, su salvación y liberación están dirigidas sobre todo a los más pobres y afligidos, a los desahuciados, a los oprimidos. En nuestro camino de preparación para la venida del Señor Jesús, debemos disponernos a escuchar su Palabra pero también a dar manifestación de que sus signos se hacen presentes en medio de nosotros.

No podemos quedarnos sólo en lamentos y en afirmar que hay pobreza y hambre en el mundo, sino que debemos actuar como lo hizo el mismo Jesús: unos pocos panes y unos pocos peces se transforman en la materia que opera el milagro. Nosotros también hemos sido testigos de cómo la generosidad de quienes han ofrecido lo poco que tienen, han hecho milagros en nuestra sociedad. Debemos multiplicar la generosidad y la disposición para transformar las condiciones de muchos hermanos que están sufriendo.

Este tiempo de Adviento nos llevará también a ser conscientes de que la verdadera felicidad que nos promete la venida de Jesús, sólo será plena si es compartida. Tiempo de adviento es tiempo de abrir los ojos atentos para descubrir al hermano que sufre y abrir las manos generosas para compartir nuestros pocos panes y nuestros pocos peces que ya el Señor se encargará de multiplicar nuestros esfuerzos y transformarlos en abundancia que alegre los corazones.

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