"Purísima había de ser…"
Primera lectura: (Génesis 3,9-15.20)
Marco: El capítulo 3 del Génesis forma parte del relato de los orígenes. El autor de estos relatos es un observador agudo de la experiencia humana que él mismo comparte y un teólogo que reflexiona sobre esta condición humana histórica y, a través de un procedimiento inductivo, llega a los orígenes. El fragmento que hoy proclamamos recoge la respuesta de Dios a la lamentable situación creada como resultado de la desobediencia de los padres. Con estas palabras comienza una perspectiva nueva de esperanza.
Reflexiones
1ª) ¡El hombre reconoce su degradante desnudez frente a Dios!
Sabemos que estos relatos están redactados en un lenguaje popular cargado de imágenes para significar realidades esenciales para el hombre. El árbol de la ciencia del bien y del mal significa que Dios se reserva el derecho a determinar lo que es bueno y lo que es malo. El hombre puede elegir pero no determinar lo que es bueno y malo. La libertad del hombre está limitada por la voluntad de Dios de la que procede. Ese es el bien del hombre y la posibilidad de su realización y pleno sentido humano. El primer pecado ha sido un atentado a la soberanía de Dios, una reclamación de autonomía moral, por la que el hombre no se conforma con su condición de criatura (Is 5,20-21). Se ha roto esta relación y la situación de la humanidad es la que observamos diariamente significada por la “desnudez” consistente en caer en la cuenta de la situación en que se encuentra el hombre que un día fue el dueño del paraíso con toda significación simbólica. Y esta realidad recuerda al hombre que ha de establecer siempre un cuidadoso equilibro entre libertad, responsabilidad y limitación por la voluntad de Dios. Esto sería una forma de definir lo que se ha convenido en llamar pecado original. Esta lectura leída en el marco de la fiesta de hoy quiere decir que Dios proyecta restablecer este orden primero; para ello elige, capacita y prepara la mediación por la cual realizará un nuevo proyecto de restauración, María.
2ª) ¡El Dios fiel no abandona jamás su obra y su proyecto!
Ella te herirá en la cabeza, cuando tú la hieras en el talón. El texto hebreo, que anuncia una hostilidad entre la raza de la serpiente y la de la mujer, opone, por lo mismo, el hombre al diablo y a su realeza, y deja entrever la victoria final del hombre sugerida por la distinta situación de los contendientes y acaso también por el empleo de un término que significa a la vez pisar y acechar Es el primer destello de salvación, el Protoevangelio*. La traducción griega, al abrir la última frase con un pronombre masculino, atribuye esta victoria no al linaje de la mujer en general, sino a uno de los hijos de la mujer; así se esboza la interpretación mesiánica que muchos Padres harán explícita. Junto con el Mesías, va incluida su madre, y la interpretación mariológica de la traducción latina ella te aplastará se ha hecho tradicional en la Iglesia. Estos detalles nos permiten comprender y transmitir a nuestro pueblo, que tiene derecho a conocer más y más la verdad de la Escritura, cómo la acción del Mesías (él) y la acción de su madre (ella) se imbrican de una manera admirable para realizar la salvación futura. Sólo Jesús es el Salvador pero ha querido que su madre colaborara intensamente en esta misión, de una manera singular e irrepetible pero subordinada a él. El que realmente aplasta la cabeza del enemigo del hombre, el diablo, es Jesús mismo en la cruz y en la resurrección (Hb 2,10-15). Jesús es el Salvador, el único Mediador entre Dios y los hombres (1Tm 2,5-6). La figura de María encaja admirablemente en este proyecto. El hombre de hoy es invitado a sentirse convocado, elegido, capacitado adecuadamente para llevar su misión adelante. Lo que en María fue un privilegio singular el creyente lo participa por la fe y el sacramento de la fe, el bautismo, que le capacita para compartir y realizar la misión de humanizar al mundo invitándole a dirigir la mirada al proyecto original de Dios.
Segunda lectura: (Efesios 1,3-6.11-12)
Marco: El fragmento pertenece al himno de la carta a los Efesios en el que su autor recoge de modo organizado y con expresiones lapidarias todo el proceso del acontecimiento de la salvación en sucesivas etapas: bendición de Dios, elección, adopción, redención, herencia, alabanza de su gloria. Todos esos dones del plan de Dios se realizaron en María de modo eminente y singular en previsión de la misión que se le encomendó junto a Jesús, realizador pleno de este proyecto.
Reflexiones
1ª) ¡La bendición superabundante de Dios!
El proyecto de Dios es inmutable y decidido ya desde antes de la creación del mundo. La Iglesia, al introducir o elegir este texto para la fiesta de la Inmaculada Concepción, nos invita a dirigir la mirada a María como la primera y singular beneficiaria de esta bendición* y elección en la Persona de Cristo, que es su Hijo al darle la naturaleza humana. La primera elegida en el plan de Dios antes de la creación del mundo. Jesús es el Bendito por antonomasia y María es la bendita que dio el ser humano a Jesús. En la Pascua llega a plenitud la bendición de Dios a favor de los hombres. Y la elección también es un elemento sustancial y un hilo conductor en la historia salvífica (es la teología fundamental de los deuteronomistas que interpretan toda la historia salvífica desde la elección). Jesús es el Elegido por antonomasia y su madre una elegida singular. Esta palabra sigue resonando hoy en medio de nuestro mundo y ofrece al hombre una esperanza alentadora. Los creyentes, desde la experiencia de pertenecer a la escuela del Bendito y adoctrinados por su madre la bendita, pueden anunciar al mundo con la palabra y el testimonio este privilegio magnífico de Dios abierto a cuantos quieran aceptarlo porque se les ofrece gratuitamente.
2ª) ¡La superabundante gratuidad de Dios!
Él nos ha destinado en la Persona de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Con Cristo hemos heredado también todos. En el orden establecido por Dios, el derroche de su gracia tiene un comienzo especial. Cuando el autor habla de que todos hemos recibido el don para gloria de su gracia, proclama la universalidad del don. Todos recibimos superabundantemente. Todos los que entran en el plan de Dios, libremente aceptado, reciben a rebosar ese don. Entre todos los que recibimos ese don, hay una mujer que ha participado de modo singular del mismo. Cuando insistimos en la expresión “de modo singular” queremos decir eminente, pero no exclusivo. María llega a ser hija de Dios por Jesús como nosotros; participa de la heredad por medio de Jesús como nosotros. Pero en ella se adelanta el don antes de experimentar el pecado; nosotros alcanzamos el don después de participar de él pero cuando somos liberados de él por la fe y el bautismo. Recibe el don siendo preservada y redimida; nosotros lo recibimos porque somos redimidos. Pero todos entramos a formar parte del nuevo pueblo de Dios con una gran esperanza porque todos recibimos superabundantemente.
Evangelio: (Lucas 1,26-38)
Marco: Los relatos de la infancia son una excelente dramatización de realidades cristológicas y mariológicas de singular importancia para la fe cristiana. Bajo el ropaje de narraciones sencillas y populares se esconden realidades cristológicas de mucho relieve.
Reflexiones
1ª) ¡El marco de la encarnación!
Lucas pone especial cuidado en narrar las circunstancias humanas en que se va a producir el acontecimiento central de la historia de la salvación. Coincide con el relato de Mateo al descri-bir a los personajes elegidos por Dios para realizar su designio de enviar a su Hijo al mundo nacido bajo la ley, nacido de mujer. José y María estaban desposados, es decir, con el propósito ya firme de formar pronto un hogar en Nazaret. Se indica la situación de María, es una virgen. Y José es de la casa de David. Ambos elementos son necesarios para la adecuada comprensión de la narración. Jesús será hijo de David a través de José que, sin embargo, no será su padre biológico. Lo será por la paternidad legal que produce los mismos efectos jurídicos que la paternidad natural, cuando así lo reconoce públicamente el padre. La Palabra se hará historia en un hogar humano, pero con una intervención divina del todo especial como lo demuestra la presencia de un ángel enviado por el Señor.
2ª) ¡La misión encomendada a María!
Alégrate, agraciadísima*, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres. La expresión alégrate que puede tener un sentido corriente de saludo, como por ejemplo la paz sea contigo, etc. reviste un sentido del todo especial cuando se la relaciona con Zc 9,9; Sf 3,14-17; Jl 2,21-23. Se trata de la alegría porque la época mesiánica alborea ya. Es el gozo de todo un pueblo, representado ahora por María, que entiende que el Mesías está ya a la puerta. Y el título dado a María, que traducimos por agraciadísima está relacionado directamente con la misión que se le va a encomendar. Significa, en primera instancia, que María ha sido el objeto de la benevo-lencia divina porque la ha elegido para la misión de ser la madre del Mesías y la Madre del Hijo de Dios. Como consecuencia de esta misión del todo singular, Dios preparó al instrumento elegido cuidadosamente. Estas palabras que leemos en 1Tm 1,12 se pueden aplicar de modo eminente a María: Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo porque me eligió, me capacitó y me confió este ministerio (1Tm 1,12).
Como se puede observar a lo largo de la Escritura, Dios capacita adecuadamente a todos aquellos a los que quiere encomendarles alguna misión especial. La Iglesia confiesa que María fue liberada y preservada de la realidad del pecado y es elegida para la misión salvadora de su Hijo Jesús. Este don y privilegio nos reenvía a los orígenes y nos permite comprender su sentido. Así lo entendió la versión latina al traducirlo por llena de gracia. María está destinada a una gran tarea en la historia de la salvación. Así lo ha querido Dios. Y se le asegura la presencia divina para acompañarla en esa misión: el Señor está contigo. Este privilegio es para el mundo de hoy una llamada urgente para que recapacite que la voluntad de Dios, de la que nació la libertad de los hombres, es siempre superior a esta libertad. Advierte al hombre y le invita a aceptar con alegría que la comunión con la voluntad y proyecto de Dios no le resta nada, sino que le engrandece y le hace realmente eso, un hombre
3ª) ¡El Hijo de Dios-Hombre, fruto del Espíritu y de María!
El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Lucas enseña lo mismo que Pablo en Rm 1,3s cuando dice: acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos. Lc 1,35 es, por tanto, el centro del relato de la anunciación. La pregunta de María ha provocado una más profunda explicación: el hijo que tendrá no sólo será el Mesías, será además el Hijo de Dios. Y esto es obra del Espíritu Santo. Pero se trata del Espíritu Creador. Va a tener lugar una nueva creación y para realizarla es necesaria la presencia del Espíritu Creador y la virginidad de María que está al servicio de esta maravilla. Sólo en la conjunción de la fuerza omnipotente del Espíritu y la colaboración de una virgen se expresa adecuadamente la singularísima novedad que se va a producir: la encarnación de la Palabra como primer momento de la nueva creación. La virginidad de María, que se da como elemento necesario, está al servicio de la maravilla que representa la encarnación como nueva creación. María está siempre al servicio de Jesús. Y lo estará más adelante durante el ministerio y hasta el final de su vida. Dos maravillas conjuntadas: intervención del Espíritu Creador de Dios y la aportación de una madre virgen.
Sólo la aportación libre de la criatura hace posible la maravilla del plan de Dios. ¡Dios es así!. Él podía hacerlo sólo y directamente. Ha querido hacerlo a través de su criatura libremente asociada a la tarea. Y eso es lo que hace María. Pronunciando el admirable ¡Hágase! ha entrado a formar parte directa en la encarnación. Su decisión ha hecho posible que la Palabra se hiciera realmente historia en todo humana, menos en el pecado. La actitud de María que acoge la Palabra de Dios para asumirla y meditarla será permanente durante toda su vida. Enseña San Agustín: Ciertamente, cumplió Santa María, con toda perfección, la voluntad del Padre, y, por esto, es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por eso, María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno... De ahí que María, es dichosa también porque escuchó la Palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo... Y es más importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno (Sermón 25, 7-8).
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)