“LA EPIFANIA” ¡MANIFESTACION HISTORICA DE DIOS HECHO HOMBRE, EN EL MUNDO!

​Por lo general con esta palabra, se entiende el hecho histórico cuando los científicos orientales venidos de lejanas tierras se postraron reverentes ante el Divino Niño que sonríe en los brazos maternales de María la Virgen madre; y llenos de fe le ofrecieron sus dones. Pero le Epifanía, tiene una significación mucho más amplia, porque es un concepto central de la teología bíblica y de la historia de las religiones del oriente. Pero por razón de su carácter de revelación este concepto bíblico de Epifanía tiene una significación de una magnitud específica propia de la verdadera religión revelada. Porque la historia sagrada viene a ser la historia de las sucesivas manifestaciones de Dios que se revela a los por Él escogidos, como único Dios, juez y salvador. Manifestaciones o Epifanías que tienen su culmen, en la venida humilde y sencilla de Jesús en el establo y que terminarán dichas Epifanías, con la venida gloriosa al final de los tiempos.

​En el Antiguo Testamento, se habla de Teofonías y designa las intervenciones de Dios, en circunstancias extraordinarias como la del Sinaí en la que hubo relámpagos y truenos. Tenemos las Teofonías a los patriarcas, a los profetas, etc., en las cuales Dios se da a conocer en forma misteriosa y asombrosa, con visiones, signos materiales que a la vez que revelan, también lo ocultan. Pero se nos habla de que un día habrá una Epifanía (manifestación) grandiosa en la que vendrá sentado en las nubes del cielo con gloria y majestad infinitas para juzgar; y castigar y premiar e instaurar su Reino en forma definitiva. Terminológicamente hablando tenga presente que hay Teofonías o manifestaciones del Padre; Epifanías, manifestaciones del Hijo o Cristofanías; Pneumatofanías o del Espíritu Santo, como paloma en el bautismo de Cristo o como lenguas de fuego en Pentecostés. Angelofonías o apariciones de ángeles, como aconteció a Abraham, a Tobías, a la Virgen María, etc.

​Todas estas Epifanías se presentan en los momentos decisivos de la historia de la salvación. No son revelaciones privadas, sino encaminadas a la humanidad que tiene la promesa de que será redimida. Sin embargo toda Epifanía es ambivalente, porque al mismo tiempo es portadora de salvación y de desgracia incluyendo al mismo Cristo, que es signo de contradicción; para unos áncora de salvación, para otros piedra de tropiezo. Dependiendo de la actitud que adopte el ser humano. Toda Epifanía exige: respuesta, reconocimiento y obediencia, actitudes que pueden ser negada, dada la libertad humana que Dios respeta. ¡Pero hay que atenerse a las consecuencias! De la actitud que se tome: positiva o negativa respecto a la epifanía, si es aceptada o rechazada. La epifanía como revelación, tiene el sentido más profundo de paz y alegría; de la cual solo queda fuera el incrédulo.

LA FE PEREGRINA

​La epifanía o manifestación divina que celebra la liturgia católica, es con ocasión del hecho histórico de los astrónomos de Caldea, habitantes del más allá de las fronteras de Israel, existían pueblos que también esperaban un salvador. De estas regiones orientales, nos llegaron los fundamentos para que las ciencias modernas nos den los datos científicos sobre la forma de la tierra y su peso, la distancia que hay entre el sol y la tierra. Dicen los libros científicos e históricos, que los mapas celestes, con el número y nombre de las constelaciones que se encuentran en el mundo Grecorromano, revela su origen Caldeo. Un día tres científicos orientales, especializados en astronomía, de repente cuando observaban los astros, notaron una estrella de brillo especial maravilloso y una voz interior les hizo comprender, el nacimiento del Gran Rey esperado por los judíos. Por divina inspiración fueron iluminados y se les aseguró que aquella luminosa estrella les guiará por el camino a recorres hasta llegar al Sol Divino.

​Y fieles al celestial atractivo se decidieron a emprender el viaje cuyo término ignoraban. No eran supersticiosos que creían en absurdos astronómicos y por lo mismo, no fueron motivos fútiles lo que los impulsaron a emprender el viaje; fue la fe la que los empujó a ese viaje inesperado, con fragmentos llenos de palmeras altas y esbeltas, que bailaban siniestras con sus desgreñadas cabelleras; y con largos pedazos del camino lleno de cálidas arenas sobre los que los camellos con paso elástico y ligero avanzan sin detenerse bajo la sombra del oasis. Y después de pasar el estéril desierto, llegaron a Jerusalén y se detuvieron pensando que era la ciudad del Gran Rey, al mismo tiempo que la estrella desaparecía. Empezaron a preguntar por el recién nacido Rey de los Judíos; y nadie sabía contestar, porque el viejo tirano Herodes, tenía el cetro desde hacía treinta y seis años. Pero habían visto su estrella en Oriente y siguen buscando al recién nacido. Sabedor de la pregunta, el viejo Herodes, se llenó de alarma, pero con astucia disimuló su sorpresa y les dijo: que fueran con diligencia, buscaran aquel niño y que cuando lo encontraran, se lo comunicaran para que él, también fuera a adorarlo. Pero bajo esta fingida solicitud, se ocultaba una sentencia de muerte, para su odiado rival.

EL ENCUENTRO

​Sin penetrar en los pensamientos de aquel tirano viejo y fofo, los científicos salieron de Jerusalén y tomaron el camino a Belén y volvieron a ser guiados por aquella misteriosa estrella, que se detuvo sobre una casa desmantelada y pobre, y entrando, vieron a la dulce nazarena, la Virgen María, que tenía en sus brazos y que adormecía y arrullaba al Divino Infante, y a un hombre que contemplaba en silencio al bebé y a su madre. Y llenos de fe, conocieron en aquel infante al rey, que iban buscando, y le ofrecieron sus dones de: Oro, incienso y mirra, declarándose así vasallos del Gran Rey que a la vez era Dios y Redentor que venía a dar su vida, para salvación del mundo.

MISION CUMPLIDA

​Embriagados de divinos consuelos, cumplida la misión que los había llevado a Belén, pero avisados por el ángel, de que no regresarán a Herodes el viejo zorro, la caravana de los científicos orientales, partió dóciles a la voz del cielo por otro camino a su tierra natal y durante la travesía, no cesaban de referir lo que habían visto y oído. María y José salieron a despedirlos mirando desde la puerta del establo hasta que se perdieron en el horizonte al entrar al desierto inundado de la plateada luz de la luna. Vino un gran silencio y sintieron la luz imponderable del misterio y el peligro de muerte empezó a rondar la cuna del recién nacido. Esta fiesta litúrgica es la manifestación universal del Redentor del mundo; que viene a salvar a todo ser humano, sin distinción alguna, Redención que supera a los criterios egoístas y exclusivistas del judaísmo, que despreciaban a los gentiles incircuncisos e irredentos y excluidos de la salvación mesiánica. Pero con este acontecimiento que hoy recordamos, quedó roto ese exclusivismo. Este acontecimiento es la base misma de la catolicidad de la Iglesia fundada por Jesucristo. La presencia de los científicos orientales, fue como un relámpago de gloria sobre la infancia del divino Redentor. No se debe ver a ellos, como simples afortunados peregrinos, que por seguir el rostro y la lección de una estrella, dieron con el Divino Rey, nacido en un corral de vacas. Más bien debemos de verlos como ejemplos de una fe peregrina, que los empuja e ilumina a buscar al Divino Redentor. El Padre Celestial enciende en los cielos la estrella de la Epifanía Divina, no únicamente para que la vean los sabios astrólogos orientales, sino para que la vea la humanidad, que vaga en la oscuridad del mal. Y desde el humilde pesebre que fue su primer trono, pensó en cada uno de nosotros y determinó que la luz de la estrella, se convirtiera en la luz de la fe verdadera, que nos llevará, a buscarlo y seguirlo. Y aunque esa luz se ha ido agrandando, después de más de veinte siglos de resplandor, hay millones de seres humanos sumidos en las sombras y la oscuridad, y viven sin Cristo y su doctrina, con sus lógicas consecuencias, Para estos seres humanos, no hay Belén, con la cuna del recién nacido Infante Divino. No hay canto de ángeles que anuncien la gran noticia, ni pastores ni científicos orientales. No hay Nazaret pletórico de ternura ni Galilea con mensaje, ni Tabor con resplandores divinos, ni calvario saturado de sangre redentora. Ni madre Virgen que ruega por nosotros, ni ríos sacramentales que los empapen. Ni jardín penitencial de aguas purificadas, ni pan eucarístico que los alimente para peregrinar hacia el cielo. ¡Pobres hombres sin Cristo! El misterio de la luz que brilla en el portal de Belén, luciendo en las tinieblas naturales de la noche, y en las morales de la cerrazón humana, sigue brillante, porque la humanidad y su historia gira en torno a esta luz misteriosa y resplandeciente del Divino Sol, que cerrará definitivamente la historia humana cuando se convierta en Divino Juez que dirá: “Vengan Benditos de mi Padre – a poseer el reino...... Apártense de mi malditos, vallan al fuego eterno....” Que la luz de la verdadera fe, lo ilumine y guíe para buscar siempre a Cristo, en forma alegre y animosa, y vivirá una vida ejemplar y edificante, con sus lógicas consecuencias familiares y sociales. ¡Arriba y adelante!