Confiados en Tus Manos

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

14 Enero
AUDIO

Hebreos 2,14-18: “Tenía que asemejarse en todo a sus hermanos para ser misericordioso con ellos”, Salmo 104: “El Señor nunca olvida sus promesas”, San Marcos 1,29-39: “La tomó de la mano y la levantó”

Hoy, Señor Jesús, quisiera sentir tu presencia en mi vida. Es cierto que al igual que la suegra de Pedro me agobian las enfermedades y no estoy dispuesto a servir. Y no son solamente las enfermedades físicas que con frecuencia me ocasionan imposibilidad para los trabajos y ponen en riesgo todas las actividades, ¡tan frágil soy!, sino esas otras enfermedades que como una fiebre invaden mi corazón y no me permiten el servicio fiel y desinteresado a mis hermanos.

Me enredo en fiebres de dudas y temores; me debilitan calenturas de egoísmo y de comodidad; me postran en cama, los intereses, los placeres y los vicios. Señor Jesús, me encuentro enfermo y necesito tu presencia. Al igual que a la suegra de Pedro, también acércate a mí y hazme sentir tu presencia que sana, que salva y reanima. También quiero sentir tu mano que me sostiene y me arrebata de la enfermedad y me dispone al servicio. Me sorprende la cercanía y la familiaridad que tenías con todos tus discípulos y cómo te acercabas hasta su casa y cómo compartías sus preocupaciones y sus dolores.

Hoy quiero depositar en tus manos todas las preocupaciones y la oscuridad que provocan tanto en mi persona como en mi pueblo, las enfermedades que nos limitan, nos asustan y nos tienen postrados. Acercarte, tocar y levantar, es la misión que nos muestra hoy tu evangelio. Son los signos de que tu Reino ha llegado. Señor, queremos servir como tú los hacías; tocar como tocabas tú: con limpieza, con dignidad y con poder para sanar; levantar como lo hacías tú: restaurando la dignidad, devolviendo la paz y otorgando armonía. Pero para eso necesitamos estar sanos, limpios y dispuestos al servicio.

Hoy nos ponemos confiados en tus manos para que también a nosotros nos sanes y nos dispongas al servicio. Que no se nos atoren tus dones en las manos, que no se nos enreden tus bienes en el corazón y que no se ahogue tu Palabra en nuestras propias palabras. Queremos ser fieles a tu servicio. Tócanos, sánanos y dispón de nosotros de la mejor manera para que podamos servirte y servir a los hermanos.