de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
20 Enero
San Sebastián y San Fabián
Hebreos 6,10-20: “Contamos con la esperanza, que es como un ancla firme y segura”, Salmo 110: “El Señor se acuerda siempre su alianza”, San Marcos 2,23-28: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado”
¿En cuántas prácticas nos hemos quedado sin mirar su verdadero contenido? Jesús cuestiona a los hombres de su tiempo porque han hecho de las leyes una pesada carga para todo el pueblo.
El sábado, con un precioso significado en relación con Dios y con un profundo contenido social en busca de la justicia de los más pobres, se convierte ahora en una carga que ni se relaciona con Dios y que distorsiona el cuidado de los hermanos. Así nos ha pasado a nosotros también.
Descansamos los domingos que deberían ser dedicados a Dios de una manera especial y que tendríamos la oportunidad para el encuentro con las familias y con la comunidad, pero hemos hecho del domingo un día de desenfreno y de descuido que no fortalece nuestro espíritu. El sábado de los judíos se olvida de lo más importante que es el amor que está por encima de cualquier práctica religiosa. El domingo nuestro se olvida de la relación con Dios y del compromiso con los hermanos. Ha perdido su sentido de santificación y de verdadero descanso.
Las palabras duras de Jesús buscan centrar a sus oponentes en lo que es transcendental: un humanismo que libere, que salve y unifique. El sábado está hecho para el hombre y no lo contrario. Pero detrás de esta sentencia tenemos muchas realidades que están hechas para el hombre y que parece que el hombre acaba siendo esclavo de ellas. El dinero, el deporte, los bienes, el vino, las drogas… todo tendría su utilidad siempre y cuando fueran usados con su verdadero sentido. Pero nos hemos desviado y acabamos siendo esclavos y esclavizando a las personas.
Sería muy conveniente que este día nos pusiéramos a revisar aquellas cosas, o tareas, que deberían hacer crecer al hombre y que terminan ahogándolo: leyes, impuestos, trabajos, relaciones, diversiones… y otras muchas cosas que están hechas para el hombre y que parece que terminan sujetando y oprimiéndolo. ¿Qué le responderíamos nosotros a Jesús cuando nos dice que el sábado está hecho para el hombre, que las cosas están hechas para el hombre y no el hombre para las cosas?