Lecturas del jueves, tercera semana del tiempo ordinario, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Jue, 2015-01-29

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la carta a los Hebreos 10,19-25:

Teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura. Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa; fijémonos los unos en los otros, para estimularnos a la caridad y a las buenas obras. No desertéis de las asambleas, como algunos tienen por costumbre, sino animaos tanto más cuanto más cercano veis el Día.

Sal 23,1-2.3-4ab.5-6 R/. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.

Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4,21-25:

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: «¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.»

II. Compartimos la Palabra

Es fiel quien hizo la promesa

Envuelta en un lenguaje cúltico, que puede resultarnos extraño, nos llega una gran noticia que el corazón creyente anhela, y muy probablemente -aún sin conciencia de ello- todo corazón humano: tenemos el acceso libre a Alguien capaz de llenar las aspiraciones, expectativas, deseos, anhelos… que habitan lo más hondo de la persona. Alguien -nosotros le llamamos Dios- que nos capacita para la plenitud que constatamos que escapa a nuestros esfuerzos, nuestras decisiones, nuestra voluntad. Alguien que en la entrega definitiva del Señor Jesús, está para siempre junto a nosotros, posibilitando los pasos de cada día, proporcionando la fuerza y el aliento, convirtiéndose en el interlocutor por excelencia de nuestra vida.

No era así en la época de Jesús. El ser humano parece sentirse más seguro si puede “controlar”, y ese afán incluye la tentación de controlar a Dios. Por ello, en la práctica, para el pueblo de Israel la presencia de Yahvé se “concentraba” en el Sancta Sanctorum del Templo de Jerusalén. Y allí sólo entraban los sacerdotes para los oficios religiosos. El pueblo quedaba fuera, a la expectativa, dependiendo de los sacerdotes como mediadores de su relación con Dios. Y es fácil imaginar lo que ello significa…

Por eso damos infinitas gracias al Señor Jesús, que nos abrió el camino, y celebramos con alegría el gran anuncio. Porque quien hizo la promesa es FIEL.

¿Qué se nos dará o qué se nos quitará?

Estos versículos del evangelio de Marcos se insertan en un capítulo que narra algunas parábolas de Jesús. Hoy escuchamos solamente alguna pregunta desconcertante, y sobre todo una afirmación final que casi con toda seguridad nos choca fuertemente. “Al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará aún aquello que tiene”. Jesús se caracteriza por salpicar sus relatos con frases que se salen de lo que podemos considerar la lógica del discurso humano. Con ellas sacude no sólo nuestro entendimiento sino nuestro mundo interior. A veces no las entendemos o nos cuesta aceptarlas. Tal vez preferimos pensar que son adecuadas para otros, o las dejamos “pasar” sin permitirlas que nos toquen por dentro. Pero la palabra de Jesús se dirige a sus oyentes de entonces y de siempre con una intención provocadora.

El enigmático final del evangelio de hoy ¿qué puede decirnos? Nuestra mente es probable que nos lleve directamente a pensar en bienes materiales. Estamos tan “contaminados” por la sociedad de la que formamos parte, que “tener” se identifica con riqueza material y “no tener” con pobreza. Sin embargo es imposible imaginar a Jesús, que vivió pobre e invitó a que lo fueran quienes le seguían, aconsejando un modo de actuar que se traduzca en acumulación de bienes.

Marcos viene hablando del sembrador, de la llegada del Reino, de la Palabra que es acogida de maneras diferentes, de la luz que ha de ponerse sobre el candelero para que alumbre a todos… Y en ese contexto parece que aquello que podemos tener o no es la apertura a la Palabra, la escucha profunda, la acogida… Sólo eso nos va a permitir entrar en la dinámica del Reino y dar frutos abundantes: “al que tiene se le dará”. Si nuestra postura es de cerrazón nos impedimos a nosotros mismos ese crecimiento y esos frutos, y paulatinamente nos vamos empobreciendo: “al que no tiene, (apertura, escucha, acogida de la Palabra) se le quitará hasta lo que tiene”.

Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo